«Tengo 60 años y no me veo con fuerzas para iniciar una segunda carrera universitaria»

Marcos G. García REDACCIÓN

ASTURIAS

Pilar Canicoba

Elena Bermúdez (nombre ficticio), una de las profesionales interinas afectadas por la exigencia de la formación específica de Educador Social en los centros de menores de la región, explica a La Voz su historia. «Titulación vence frente a formación y experiencia», lamenta

14 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Educadores y auxiliares de centros de menores comenzaban el jueves 9 de enero una serie de protestas contra el plan del Gobierno autonómico para transformar plazas de empleados públicos de naturaleza laboral en plazas de funcionario en el cuerpo de educadores sociales en la oferta pública de empleo de 2024.

En esta oferta, aprobada el 31 de diciembre de 2024, el Principado convocaba 99 plazas de Educador Social y 74 de Trabajadora Social. El problema que denuncian los sindicatos es que se exige la titulación de Educador Social para ambas especialidades, por lo que un buen número de personas que llevan un año preparando dicho concurso (el cual fue convocado en diciembre de 2023) no pueden presentarse al no contar con una titulación que no se exigía en la primera convocatoria. Además, este plan autonómico equivale a que, en la práctica, el 80% de la plantilla que está trabajando ahora mismo en los centros de la región carece de la titulación de Educación Social, pero sí cuenta con otras afines como Psicología, Trabajo Social, Pedagogía y Magisterio, entre otras.

Elena Bermúdez (nombre ficticio para preservar el anonimato) es licenciada en Biología y es una de las profesionales afectada por esta medida. Terminó la licenciatura en el año 1992, «un año de grandes eventos» como las Olimpiadas de Barcelona, la Expo en Sevilla, la capitalidad europea de la cultura de Madrid y que también recuerda vivamente por su recuperación «de un grave accidente en el que me destrocé la rodilla izquierda». Terminó la carrera mientras compatibilizaba las sesiones de fisioterapia con la asistencia a clases, sacando tiempo para los libros «hasta en las salas de espera de las consultas de traumatología», con los apuntes que le iban pasando sus compañeras. Hasta 1996, participó como becaria de un Proyecto Europeo de optimización del enraizamiento de especies vegetales en un equipo de investigación de la Universidad de Oviedo. Pasado este tiempo, y con una tesis por escribir, decidió incorporarse al mundo laboral para compatibilizar estudio y trabajo.

«Me contrataron en una academia para dar clases particulares por las tardes», comenta. Allí conoció a una profesora que iba a comenzar un Ciclo Superior en Integración Social, y decidió informarse, «porque desde que había cumplido los 18 años, había estado participando en actividades de voluntariado en intervención social con distintos colectivos», tales como niños y adolescentes, personas mayores, personas con diversidad funcional, mujeres adultas víctimas de explotación o personas encarceladas, así como colaborando en diferentes momentos «con distintas organizaciones, como la Escuela de Tiempo Libre JUMAVI, Cruz Roja, Cáritas, APRAMP, Pastoral Penitenciaria, Adesca,…».

Matriculada en el ciclo de Integración Social, «la tesis se fue quedando en un segundo plano» y el tiempo de estudio de la mañana se lo comenzó a dedicar a adquirir fundamentación teórica sobre en intervención socioeducativa. «Mi objetivo era convertir en profesión una actividad que, hasta entonces, era solo compromiso social», aclara.

En el año 2000, y con la titulación de Integradora Social, Elena tuvo su primer contrato laboral gracias a un Plan de Empleo del Ayuntamiento de Avilés. Durante un año, participó como Educadora de los Servicios Sociales Municipales, trabajando con familias de etnia gitana, para el realojo en vivienda normalizada de la población chabolista del municipio. Ya en 2001, comenzó a presentarse a las Ofertas de Empleo Público del Principado de Asturias. La categoría de Educador/a estaba aún encuadrada en el grupo C, por lo que su título de Integradora Social «era adecuado». «Además, me ilusionaba hacer de ello mi profesión definitiva», apostilla.

Paralelamente, comenzó a presentarse a las convocatorias de auxiliar educador, «porque sus temarios eran similares, con la diferencia de funciones y responsabilidades de ambos puestos». «Las primeras convocatorias… no me fueron muy propicias. Me di cuenta de que necesitaba continuar formándome, porque el nivel exigido para educador era superior al que yo tenía. Pasé varios años en formación en una academia especializada y en las ofertas públicas de 2003 y 2004, empiezo a aprobar exámenes, condición indispensable para quedar en bolsa», explica. De esta forma comenzó a trabajar «de forma continuada, aunque al principio solamente en periodos vacacionales».

En uno de sus primeros contratos de auxiliar educador, tuvo a mi cargo un grupo de bebés en el centro Maternoinfantil, algo que para ella supuso «un gran reto», ya que carecía de experiencia con niños tan pequeños, si bien «la profesionalidad y el apoyo» de sus compañeras, le llevó a pensar en la posibilidad de formarse en este campo, razón por la que comenzó un segundo Ciclo Superior de la familia de Servicios socioculturales y a la Comunidad: Técnico de Educación Infantil. Obtuvo el título mediante la modalidad a distancia, para poder seguir aceptando contratos temporales en el Principado.

En 2006, ya estaba incluida en las bolsas de empleo de Titulado de grado medio Educador (al que pudo seguir presentándose gracias a su titulación universitaria), Auxiliar Educador, Técnico de Educación Infantil y Operario de Servicios, y va pasando «de contrato en contrato» mientras prepara oposiciones. «Pero en estas fechas, deja de haber ofertas de Empleo Públicas, y la de 2006 tardó años en fijar fecha de examen. Por esta razón, las responsabilidades familiares ocuparon el tiempo de estudio y cuando por fin salieron las oposiciones, no pude más que conseguir mantenerme en las bolsas, pero no plaza fija», aclara.

Jarro de agua fría en Nochebuena

Hoy, esta profesional cuenta con en torno a 15 años de antigüedad en la Administración, repartida en varias categorías, por lo que no ha podido estabilizar en otra que en la de operario de servicio, «a pesar de no haber trabajado en esta categoría más que dos años». Y lo habría celebrado, «de no ser porque a unas semanas de preparar las bandejas de turrón para la Nochebuena, nos llega la noticia de que la creación del Cuerpo de Educador Social no será como nos habían contado».

Elena destaca que las plazas de Educador Social funcionario, «son necesarias en puestos con carga administrativa, es decir en equipos técnicos de infancia, en los que se valoran las medidas a tomar en los casos de riesgo o desamparo, son figuras de autoridad». Y como tales les parecieron «no solamente adecuadas, sino necesarias». «Nuestra sorpresa llegó cuando se decide que la titulación de educador social resulta imprescindible para la intervención directa en los centros de protección de menores y de responsabilidad penal del menor, lo que supondrá la extinción de los actuales equipos educativos multiprofesionales», asevera. Y es que «nunca se informó de que el educador social iba a sustituir a todo el personal con otras titulaciones que estaba en los equipos de los centros de menores».

Para estos profesionales, la «puntilla» ha sido la noticia de que se modifica la oferta pública de 2023, publicada ahora hace un año, «de forma que la convocatoria de titulado de grado medio Educador laboral fijo, pasará a ser de Educador Social funcionario». «Dejan sin empleo a unas 600 personas de la bolsa, que no se va a renovar, a pesar de que en épocas vacacionales se agota», lamenta. «Y lo que es peor, perdemos un año de pagos a academias para actualizar la parte legislativa del temario, e ir repasando los temas específicos relativos a funciones e intervención socioeducativa», recalca.

Celebra que representantes de los trabajadores y profesionales están «dando pasos» de manera conjunta para lograr «una solución integradora que no excluya las titulaciones que también están formadas para la intervención social». «Estamos viendo que la respuesta está siendo buena y por parte de los comités hay unión, lo que tampoco es tan habitual», resalta. Elena acaba de cumplir 60 años, y no se ve «con fuerzas para iniciar una segunda carrera universitaria». Es por eso que su tarea como educadora en un centro de menores «terminará cuando finalice mi contrato actual. La formación adquirida en estos años, la doy por bien recibida, pero para mí me la llevo». «Soy licenciada en Biología, y no es esa una titulación adecuada para realizar intervención socioeducativa en los centros de protección de menores y de responsabilidad penal del menor… hasta ahora lo fue… titulación vence frente a formación y experiencia», concluye.