La lucha contra la ansiedad y la depresión, caballo de batalla de la salud mental
ASTURIAS
Ambas enfermedades mentales, las más prevalentes en todo el mundo, se pueden prevenir con hábitos de vida saludables y con estrategias adecuadas
14 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Los trastornos de ansiedad y la depresión son, sin duda, las enfermedades mentales más prevalentes en todo el mundo, y han experimentado un incremento muy significativo en los últimos tiempos, especialmente a partir de la pandemia de COVID-19. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), antes de la pandemia, se estimaba que 193 millones de personas tenían trastorno depresivo mayor (2.471 casos por cada 100.000 habitantes), y 298 millones de personas tenían trastornos de ansiedad (3.825 casos por cada 100.000 habitantes).
Tras la pandemia, las estimaciones aumentaron los casos de forma muy acusada. El trastorno depresivo mayor ascendió a 246 millones (3.153 casos por cada 100.000 habitantes) para el trastorno depresivo mayor, y los trastornos de ansiedad, a 374 millones (4.802 por 100.000 habitantes). Esto supone un aumento del 28% y 26% para los trastornos depresivo mayor y de ansiedad, respectivamente, en tan solo un año.
A estas cifras hay que sumar el aumento exponencial del consumo de antidepresivos y ansiolíticos, que no solo reflejan la creciente presencia de la enfermedad en el mundo sino también una tendencia a tratar cualquier tipo de síntoma —que no tiene por qué implicar una patología— con medicamentos, en muchas ocasiones prescritos de forma inadecuada. España, sin ir más lejos, se convirtió durante 2020 y 2021 en el mayor consumidor de tranquilizantes por habitante del mundo, y actualmente es el país con mayor consumo por habitante de diazepan, el ansiolítico cuya marca más conocida es el Valium.
Son razones más que suficientes para poner en el punto de mira de la prevención y la asistencia a estas enfermedades, cuyo freno se hace cada vez más apremiante. Veamos en qué consiste cada una.
Depresión
Según el catedrático en Psicopatología Carmelo Vázquez, «la depresión es el problema mental más incapacitante y con mayores costes económicos y de sufrimiento personal asociados». Y a pesar de los numerosísimos estudios y la gran cantidad de profesionales dedicados a su atención, «su naturaleza es aún relativamente incierta».
Aunque hay un amplio abanico de trastornos depresivos, su manifestación más visible es un cambio profundo en el estado de ánimo y el comportamiento de las personas, con una sensación constante de tristeza, desánimo, y pérdida de interés por las cosas; una característica que suele darse en las personas con depresión es la anhedonia o dificultad para sentir placer, y también son frecuentes la fatiga o falta de energía y la dificultad para concentrarse, así como alteraciones del sueño y cambios en el apetito. Es importante distinguir la depresión clínica de sentimientos de tristeza o desánimo que son normales en el día a día de las personas y que se superan sin necesidad de considerarlos una patología.
No están aún claras las causas de la depresión. Lo que sí parece claro es que no se trata de una sola causa, sino de la interacción de numerosos factores. Además de la propensión genética a padecerla, influyen factores psicológicos y sociales: los acontecimientos con una carga de estrés significativa como las enfermedades graves, las pérdidas de seres queridos o traumas significativos pueden aumentar la vulnerabilidad de las personas a la depresión. Por otra parte, hay factores físicos que también contribuyen a que aparezca, como el consumo excesivo de alcohol o el sedentarismo.
Ansiedad
Los trastornos de ansiedad son el resultado del mal funcionamiento de un mecanismo de defensa que hemos incorporado con la evolución, y que ha sido muy beneficioso para nuestra especie. En un ambiente de peligro o incertidumbre, el cuerpo está preparado para dar una respuesta rápida a las amenazas. La ansiedad es una respuesta anticipatoria a ese peligro o a una situación que requiere algún tipo de acción o esfuerzo. En este sentido, es beneficiosa y adaptativa.
Síntomas como el aumento de la frecuencia cardíaca y respiratoria o la dilatación de las pupilas han servido durante milenios para reaccionar de forma rápida y automática a los peligros, y han contribuido a la supervivencia. Sin embargo, hoy en día, muchas de estas respuestas anticipatorias son reacciones a peligros inexistentes o que se magnifican respecto al peligro real, y entonces se producen los problemas de salud.
Llegan, entonces, los síntomas que causan una enorme perturbación en la persona: un nerviosismo excesivo y una preocupación que parece insuperable, la aceleración del ritmo cardiaco, hiperventilación, sudoraciones e incluso temblores. La ansiedad puede ser también muy incapacitante. Y se presenta de formas muy variadas. Está el trastorno de ansiedad generalizada (caracterizado por una preocupación excesiva), el trastorno de pánico (que se caracteriza por ataques de pánico), trastorno de ansiedad social (con miedo y preocupación excesivos en situaciones sociales), trastorno de ansiedad de separación (que es el miedo excesivo o la ansiedad ante la separación de aquellos individuos con quienes la persona tiene un vínculo emocional profundo) y otros muchos.En ambos casos, tanto en el de la depresión como el de la ansiedad, son muy importantes tanto la prevención como el tratamiento.
Prevención
La prevención tiene una vertiente física y otra psicológica, o incluso social. Respecto al físico, hay que tener en cuenta que tanto la depresión como la ansiedad se alimentan de los malos hábitos. Llevar una vida saludable no garantiza al cien por cien librarse de estas enfermedades pero sí disminuye de forma radical la propensión a sufrirlas. Entonces, se recomienda llevar una dieta equilibrada, con alimentos lo más sanos posibles, así como practicar ejercicio de forma regular. El ejercicio es especialmente recomendable por la liberación de endorfinas, que contribuyen a mejorar el estado de ánimo y reducir el estrés.
Por otra parte, es fundamental dormir bien. Un sueño regular, con un número de horas suficiente, que puede variar de una persona a otra, y de calidad, evita muchos problemas de salud mental. La privación del sueño o un dormir deficiente son factores de riesgo muy importantes.
Asimismo, el abuso del alcohol y otras drogas puede también contribuir a que aparezcan tanto la depresión como la ansiedad. Si no podemos conseguir la abstinencia total, al menos deberíamos consumir de forma lo más moderada posible.
La prevención se puede afrontar también desde un punto de vista psicológico. La mayoría de estrategias se pueden cobijar bajo el amplio paraguas de la llamada gestión emocional. Dicha gestión implica muchos factores. Entre ellos, está el manejo del estrés y las situaciones incómodas. Entre los recursos para el control de la mente y las emociones que han dado mejores resultados están la meditación (cuya versión más científica y adaptada a la cultura occidental es el «mindfulness» o atención plena), el control de la respiración y muchas actividades que implican una interacción entre el cuerpo y la mente como el yoga, el tai chi o las artes marciales en general.
Por otra parte, es importante llevar una vida suficientemente ordenada para garantizar un funcionamiento adecuado, pero no de una forma tan rígida que pueda llevar al agotamiento o la sobrecarga. Alternar los hábitos diarios con momentos de desahogo es muy importante para mantener el equilibrio en el día a día y liberar adecuadamente las tensiones.
Otro aspecto importante es tener inquietudes. Las personas cuyo abanico de gustos y aficiones está muy restringido tienen menos posibilidades de experimentar placer y satisfacción que aquellas que tienen la mente puesta en actividades que pueden ser de cualquier tipo: culturales, deportivas o sociales. Estas actividades ayudan, además, a mantener conexiones significativas con otras personas, lo que contribuye a crear una red de apoyo muy importante cuando llegan los malos momentos.
Los aspectos psicológicos de la prevención pueden darse tanto antes de que aparezcan los primeros síntomas de las enfermedades como cuando estos ya se empiezan a manifestar. Especialmente en el caso de la ansiedad, existen las llamadas estrategias de regulación emocional, que sirven para hacer frente a los síntomas de la enfermedad. Conforme a este enfoque, las personas podemos aplicar estrategias adaptativas o desadaptativas para hacer frente a los problemas.
Las adaptativas serían la reevaluación —o buscar un enfoque adecuado para afrontar lo que nos pasa—, la resolución de problemas o la aceptación. Y las desadaptativas, distintos tipos de evitación, como huir de las emociones intensas o intentar suprimir los pensamientos negativos, que suelen tener el efecto contrario y aumentan la ansiedad.
Terapia
Tanto para la depresión como para la ansiedad existen tratamientos farmacológicos, que solo son recomendables, en primer lugar, si las dolencias son suficientemente graves y, por otra parte, si se acompañan de otras terapias. Recetar medicamentos sin más nunca es una buena idea, porque puede generar a quien padece el trastorno una dependencia difícil de superar.
Para tratar ambas enfermedades ha demostrado ser eficaz, en buena parte de los casos, la llamada terapia cognitivo-conductual, que consiste en cambiar los patrones de pensamiento perjudiciales por otros más beneficiosos, al mismo tiempo que prescribe conductas para mejorar la calidad de vida.
Se ha demostrado, por otra parte, que en la mayoría de las ocasiones, especialmente en el caso de la depresión, lo más eficaz son las terapias breves, que incluyen una sesión semanal a lo largo de tres o cuatro meses, en las que el paciente aprende las principales estrategias de afrontamiento y los hábitos más beneficiosos para recuperarse.
Cuidado Personal y Apoyo Social
El autocuidado y el apoyo social desempeñan un papel crucial en la gestión de la depresión. Mantener actividades que antes eran placenteras, mantener conexiones sociales con amigos y familiares, hacer ejercicio de manera regular, mantener hábitos de sueño y alimentación saludables, y evitar el abuso de sustancias como el alcohol y las drogas son prácticas fundamentales para el bienestar de las personas que luchan contra la depresión.
Cuidado Personal y Apoyo Social
En todos los casos, el autocuidado y el apoyo social desempeñan un papel crucial en la gestión de estas enfermedades. En el caso de la depresión, es muy importante mantener o recuperar actividades que antes se consideraban placenteras para salir del estado de apatía que suele acarrear la enfermedad, y en de la ansiedad, trabajar la aceptación y el autoconocimiento para hacer frente de forma cada vez más eficaz a los síntomas.
Es importante mantener conexiones sociales con amigos y familiares, hacer ejercicio de manera regular, mantener hábitos de sueño y alimentación saludables y evitar el abuso del alcohol y otras drogas. De esta forma, con empeño y apoyo, nos podemos librar de estas enfermedades tan incapacitantes y recuperar la calidad de vida perdida.