Asturias, una aldea gala en plena sequía: los planes para afrontar otro posible verano sin lluvias

Elena G. Bandera
Elena G. Bandera REDACCION

ASTURIAS

F. Sotomonte

La demanda urbana se incrementa en el periodo estival, sobre todo en la costa, cuando antes ocurría lo contrario

20 abr 2023 . Actualizado a las 13:44 h.

Asturias es la aldea gala de una España amenazada por la sequía, uno de los desafíos de la emergencia climática que pasarán a centrar el debate político ante la preocupante situación hidrológica en gran parte del país. Mientras los embalses de otras cuencas se encuentran en la mitad de su capacidad, en Asturias la situación es de normalidad en los indicadores de sequía y de disponibilidad de agua, que son los que se tienen en cuenta en los planes especiales de actuación ante la sequía.

«Ahora mismo los caudales de los ríos son algo más bajos que los de hace un año porque tuvimos un comienzo de año más seco, pero los embalses sí están en cifras parecidas a las del año pasado porque a principios de enero hubo unos pedidos de lluvias que permitieron recuperar los niveles», señala el jefe de la Oficina de Planificación de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC), Tomás Durán, que pone como ejemplo de esa situación de normalidad que incluso el embalse de Rioseco, probablemente el más crítico para Asturias, se encuentra en la actualidad prácticamente en los mismos niveles de capacidad que hace un año.

También hace un año las previsiones meteorológicas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) no eran precisamente optimistas en lo que se refiere a las precipitaciones. «Ya se está hablando de que la primavera va a ser seca y el verano lo mismo; son previsiones para España, pero con los niveles de Tanes y Rioseco los recursos serían suficientes para satisfacer adecuadamente las demandas de los sistemas que dependen del Consorcio de Aguas de Asturias (Cadasa) como ya ocurrió el año pasado, que también se registró un verano muy seco», recuerda Durán, que no pasa por alto que en ese objetivo será clave de nuevo un control cuidadoso de los usos y, si hiciera falta, recurrir a los recursos del río Narcea puntualmente para completar algún abastecimiento.

«En principio serían suficientes y terminaríamos con Tanes y Rioseco muy bajos, pero sin problemas de tener que aplicar restricciones ni medidas de reducción del consumo», deja claro Morán, explicando que si la escasez de lluvias es aún más fuerte que la del verano pasado y se prolonga a noviembre y diciembre, «tendríamos que hablar en septiembre de alguna medida de contención del consumo, pero en condiciones normales y pensando que ese verano sea seco como el del año pasado, se lograría satisfacer las demandad en la parte que depende del sistema de Tanes-Rioseco».

Durán remarca la diferencia entre otras cuencas, con embalses capaces de almacenar agua de un año para otro pero que ahora mismo están casi vacíos, y el caso asturiano, donde «vamos a empezar el estiaje prácticamente con los embalses llenos». Pero son pequeños en proporción a la demanda y de ahí que, si la sequía es aún mayor que la del año pasado, se podría llegar a entrar en una situación de prealerta.

Durán recuerda que se declara la situación de sequía cuando las precipitaciones suponen menos del 30% de lo que tendría que ser habitual y que existen unos indicadores de escasez que permiten que los sistemas de abastecimiento se puedan situar en prealerta, alerta y emergencia. En una situación de prealerta se extremaría la vigilancia, con un mayor control sobre las posibles fugas; en alerta, ya se empezarían a reducir ciertos consumos, sobre todo públicos, como pueden ser el baldeo de calles y, en emergencia, se introducirían medidas para limitar ciertos usos no necesarios, como prohibir a la ciudadanía regar jardines o parcelas.

La demanda ya no baja en verano 

«La sequía es una preocupación a nivel nacional; el año pasado fue muy seco en toda la zona sur de España y los embalses se vaciaron más de lo habitual -explica Morán- y ahora mismo ha habido pocas lluvias y empiezan la temporada de riego (que es la principal demanda aparte de la urbana) con menores niveles que el año pasado». Eso significa que tendrán que empezar a plantearse, como dice Durán, «que no se puede regar todo lo que se venía regando hasta el año pasado» e inevitablemente irán surgiendo tensiones. «Son cuencas que se comportan de manera muy diferente», insiste Morán. En Asturias, pese a que la capacidad de los embalses es relativamente reducida, lo habitual es que se llenen todos los años y se afronte el estiaje con una capacidad máxima.

«Si el estiaje es normal y no hay circunstancias excepcionales, gestionándolo afrontamos el verano, y si se prolonga mucho y es más intenso que otras veces, a finales de agosto o principios de septiembre se valoraría si hay que reducir alguna demanda prescindible, sobre todo en servicios públicos para reducir un poco el consumo y tener más tranquilidad», resume Durán.

La demanda, en verano, también es mayor en Asturias que en el resto del año. El incremento es considerable respecto a hace 10 o 15 años. «La demanda urbana es la principal en Asturias, que durante muchos años no era una zona turística y en verano era frecuente que la demanda disminuyera», recuerda Durán. Ahora ocurre lo contrario, sobre todo en los concejos de la costa. «Hay más demanda pero, en principio, el escenario es que ahora, en abril, estamos como el año pasado», sitúa de nuevo Durán, que recuerda que se encuentra en periodo de información pública precisamente la revisión del Plan Especial de Sequía de la Demarcación Hidrológica del Cantábrico Occidental.

Estas revisiones, a raíz de la fuerte sequía de principios de los 90, se realizan cada seis años a través de un sistema nacional de seguimiento del nivel de embalses y ríos y de la situación meteorológica. Estos planes especiales definen unos indicadores de sequía que reflejan la comparativa de los registros de los últimos meses con la media histórica de ese periodo en lo que se denomina serie corta, que abarca desde los años 80 hasta la actualidad. También muestran la combinación de los recursos que tienen los embalses y los ríos en comparación con la demanda que existe.