Las redes sociales recuperan la película de Juan Antonio Cabezas para un debate sobre memoria e identidad
23 oct 2022 . Actualizado a las 09:06 h.Con el tono solemne de la época (para los oídos de hoy quizá con demasiadas resonancias del NODO), el narrador Simón Ramírez va pintando una Asturias bucólica de esforzados y bailarines del corri corri, donde el cielo siempre es azul, el puerto de Gijón es el deportivo y se puede aparcar el coche en la misma plaza de la Catedral de Oviedo. La película documental «Así es Asturias», filmada en 1962, dirigida en realidad a maravillar a los emigrantes asturianos que habían tenido que buscarse los garbanzos a océanos y cordilleras de distancia, ha recobrado actualidad en las últimas semanas al convertir en un instrumento involuntario de la nostalgia reaccionaria.
«La verdadera Asturias, patria querida, dan lágrimas y dolor compararla con la actual», decía un usuario en Twitter jaleado por quien afirmaba que «dos cosas llaman la atención: 1) la armonía de caserío y paisaje, que pronto desaparecería 2) la actividad en el campo, puertos, minas o fábricas. Asturias acababa de pasar su "peak coal" e iniciaba, inadvertidamente, su decadencia». El documental lleva años disponible en Youtube pero con baja calidad, hace apenas dos semanas fue subido de nuevo por la cuenta Documentales Olvidados. Allí abundan también mensajes del tipo: «Esa era la Asturias de 1962, rica, alegre, industriosa y trabajo para todos, ¿en que ha quedado todo esto? aldeas abandonadas, escuelas cerrada por falta de niños, gobernantes corruptos, viejos jubilados y sobre todo bastantes vagos viviendo de subvenciones y de chiringuitos, luego nos escandalizamos que muchos empiecen a sentir nostalgia de la época franquista» o «Que mal lo pasaba la gente, ¿verdad progres?» o, por supuesto «Arriba España!».
En todo caso se cuentan por decenas también los mensajes de respuesta y a lo largo de los días ha crecido la controversia. No pocos destacaron la crudeza de la dictadura, ese mismo 1962 tuvo lugar La Huelgona, cuyos protagonistas sufrieron detenciones, torturas y destierro; también de los que hacen notar la gran emigración en todo el país para buscar trabajo en América o Europa (aún no había empezado de pleno el desarrollismo) y cuántos pueblos que se pintan de fantasía en el documental no tenían agua corriente, luz eléctrica o una carretera decente.
Pocos se dan cuenta también de que el autor de la película, Juan Antonio Cabezas (nacido en 1900 en la aldea de Peruyes, en Cangas de Onís, y muerto en Madrid en 1993) fue represaliado por la dictadura, había sido redactor del diario socialista Avance e incluso llegó a estar sentenciado a muerte. El tono de la película no tiene nada extraño para su época (con imprecisiones arcaicas como atribuir a los vaqueiros de alzada ser de una raza distinta); sí es llamativo la relectura actual, en el año 2022, de una imaginada situación idílica de la comunidad.
Con el punto de partida de La Aldea Perdida para hablar de la transformación de la cuenca minera, el documental llega una Avilés donde «la paz del puerto pesquero es todavía un contraste frente a la gran industria y puerto de la Ensidesa», un descenso del Sella con 100 piraguas; en Gijón «tiene gran solera el Club Náutico, instalado sobre unos acantilados frente a la playa de San Lorenzo» y organiza «regatas de veleros que presencian los socios desde un puente de navío anclado que son las terrazas del club». A Oviedo llega en pleno San Mateo, en día del Desfile de América que cierra el documental.
Las imágenes son bellísimas y muestran una Asturias que ya no existe, pero sólo con luces y ninguna sombra. El debate sobre esta glorificación del pasado no es inocuo y ha llegado en varias ocasiones al terreno político. Es en buena medida uno de los pilares del discurso negacionista del cambio climático y que pretende mantener las fuentes de energía basadas en el carbón, en ocasiones llegando a proponer una imposible autarquía energética para España.
El presidente asturiano, Adrián Barbón ha señalado en varias ocasiones en su discurso que se esgrime una Asturias idealizada hasta los a los años 80 del pasado siglo cuando «el sostén económico de nuestra autonomía eran empresas públicas todas en quiebra técnica, sostenidas artificialmente por el Estado. En materia de Sanidad había en Asturias, en 1982, 50 ambulatorios de la Seguridad Social. Hoy hay 213 centros de salud y consultorios periféricos por toda Asturias. Así que eso de la Asturias idílica de los 60, 70 y primeros años de los 80 es, sencillamente, falsa.»