
Historia de un soldado que luchó y llegó con el Ejército Rojo hasta Berlín, fue condecorado y regresó a España
13 feb 2021 . Actualizado a las 10:12 h.Se llamaba Enrique Aguilar de Viguri, nacido en Oviedo el 14 de octubre de 1913. Y la paradoja de la aventurada vida de este asturiano es esta: combatió a Franco y salió derrotado mientras que, seis años más tarde, pisó Berlín como soldado vencedor junto a las tropas soviéticas que acabaron con el régimen nazi. Pero regresó a España como un perdedor.
Hijo de Enrique y Zoa, viajante de comercio con inquietudes políticas desde muy joven, existen pistas de los avatares de Aguilar en varios registros oficiales y no oficiales. Quizá la más antigua de las que revelan sus actividades es una breve referencia en el Libro Blanco del Exilio español en la URSS, que pertenece al Centro Español de Moscú (ver ref. 1 al final de este texto). Ahí consta que había sido miembro de las Juventudes Comunistas desde 1931 y del Partido Comunista desde 1936.
Por lo tanto, pudo vivir de cerca la revolución asturiana del 34. Es seguro que no permaneció de brazos cruzados en ese inquietante periodo hasta la Guerra Civil. De hecho, la siguiente mención llega en el diario oficial del Ministerio de Defensa de la República, publicado en Barcelona el 28 de mayo de 1938, donde escuetamente se da cuenta de su nombramiento como capitán a efectos de 1 de julio de 1937, cuando aún no había cumplido los 24 años de edad.
No es de extrañar su cargo de responsabilidad siendo tan joven, dada su filiación política. En el mismo registro del Libro Blanco figura que «durante la guerra (civil fue) comisario de batallón y después comisario en el ER de la 42ª División». Hay que recordar que la labor de los comisarios, al igual que en la URSS, consistía en el control y motivación ideológica de las tropas; jugaban un importante papel, a menudo con más peso que los propios mandos militares.
De modo que el asturiano actúa con cierta relevancia dentro de la 42ª División, una de las del Ejército Popular de la República que se organizaron durante la Guerra Civil española a partir de las Brigadas Mixtas. Destacó por sus actuaciones en el Frente de Teruel y en la Batalla del Ebro. En la ofensiva de Brunete, la 42ª capturó Albarracín pero luego tuvo que replegarse y, en febrero de 1938, sufrió un gran número de bajas ante el avance franquista. Como consecuencia, poco después sería disuelta por el mando republicano y «suspendidos de empleo todos los jefes oficiales y comisarios».
Sin embargo, Aguilar permaneció en la zona. A finales de abril de 1938 la división volvió a agruparse de cara a la ofensiva del Ebro, sufrió una nueva derrota con un tremendo 60% de bajas, fue enviada a retaguardia y reorganizada por segunda vez para acudir al frente del Ebro. Allí debió soportar varias acometidas de los rebeldes hasta comienzos de octubre. Aún participaría, muy diezmada, en la campaña de Cataluña. A comienzos de febrero de 1939, el último resto de la unidad se retiró y cruzó la frontera francesa en Port Bou. Una vez en Francia, la 42ª División se disolvió. Sus miembros fueron desarmados e internados en campos de concentración por las autoridades francesas.
A partir de este punto existe otra valiosa fuente de información sobre Aguilar, recogida en un libro por Rafael Moreno Izquierdo (ref. 2). Se trata del informe de «Sospechosos, inadaptados y peligrosos», como señala el autor, una ficha policial de la policía española que, naturalmente, no contiene toda la trayectoria vital de Enrique Aguilar de Viguri ya que era él mismo quien la contaba a un funcionario. No le interesaba facilitar determinados detalles. Como se verá luego, al ovetense se le había permitido regresar a España en 1956, pero para el régimen franquista constituía un «elemento» al que había que controlar.
Así, el interrogador comenta en el informe que Aguilar «se ha mostrado extraordinariamente reservado e impreciso, tratando de eludir todo compromiso tanto personal como sobre otros emigrados que con él lucharon en las guerrillas y en el Ejército ruso». No quería pasar por informador, pero tampoco ser encarcelado por subversivo, por lo tanto el equilibrio entre hablar y callar era delicado.
Aún así, el documento permite reconstruir bastante bien los años del asturiano en el exilio. Él mismo cuenta que antes de la guerra vivía en Madrid, donde desempeñó varios oficios. Con el estallido del conflicto trabajaba de agente comercial y acudió como voluntario al Ejército Republicano «siendo herido en los frentes, hallándose hospitalizado en Barcelona en enero de 1939», de modo que, en efecto, seguía en la campaña de Cataluña y «fue evacuado por el Partido a Francia, donde se le seleccionó para marchar a la Unión Soviética, como protegido de los dirigentes de la organización». Coincide claramente con la trayectoria de la 42ª División, aunque no se mencione en el archivo.
Asturiano en la URSS
Es un importante punto de inflexión en la vida de Enrique Aguilar. A sus 26 años sale gravemente herido de una guerra cruel, con un brazo casi inutilizado, y emigra a la pujante Unión Soviética, que a su vez está preparándose para otra guerra, esta de proporciones apocalípticas. En la que él se meterá de lleno pese a las secuelas que arrastra.
El informe continúa: «Repuesto de sus heridas de guerra de España en Járkov, pasó a los tres meses a una fábrica agrícola de maquinaria en la localidad de Rostov hasta iniciarse la contienda mundial, evacuado entonces a la región del Cáucaso».
El ovetense conoce allí a la que sería su primera esposa (o compañera), según cita el Libro Blanco, Rufina Acebal Sierra (o Sierra Acebal, según otra fuente), nacida en Villaviciosa en 1917. Pero Aguilar se niega a revelar el nombre de esa mujer a la DGS cuando es interrogado años más tarde en Madrid, por razones comprensibles: Rufina había ingresado en el PCE en 1936 y fue enviada a la URSS como educadora de niños. «Obrera en Rostov, Aktiuvinsk, sovjós Pobieda de Crimea, fábrica Boriets de Moscú. Estuvo casada con Enrique Aguilar y después con Indalecio Santamaría. Se repatrió», señala su reseña del Libro Blanco moscovita. Revelando su pertenencia al partido, Aguilar la habría puesto en peligro, puesto que ella también estaba en España.
Por tanto, antes o en algún momento durante la guerra en Rusia, se separa de Rufina Acebal y, asombrosamente, reconoce ante la DGS que «poco tiempo después pasó a la agrupación de guerrilleros de la NKVD (la inteligencia soviética antecesora del KGB), de donde fue seleccionado para hacer un curso de Ingenieros de Kastroma [Kostromá], saliendo de teniente del Ejército soviético». Habían aprovechado sus conocimientos militares para darle un puesto como comando que actuaría tras la línea del frente, no precisamente un lugar cómodo. Tal vez tampoco Stalin se fiaba de los republicanos españoles; es sabido que a menudo los enviaban la misiones más peligrosas, cuando no a campos de trabajo. Para las autoridades franquistas, no obstante, Aguilar es en todo caso un enemigo declarado. Eso no le haría la vida más fácil en el retorno.

Tras las líneas alemanas
Volvamos a la aventura soviética. Una fuente muy cercana, su amigo Luis Galán, es quien toma el relevo en su libro de memorias Después de todo: recuerdos de un periodista de la Pirenaica para mencionar, siquiera colateralmente, parte de las desventuras de guerra del asturiano. Galán fue otro español alistado que combatió junto a Aguilar en el Ejército Rojo y también trabajó en los servicios de prensa de la URSS (ref. 4).
Así lo narra el periodista-soldado: «Algo más tarde llegó a Losino-Ostrovskaya el teniente Enrique Aguilar, que había formado parte del comando en que murió Justo Rodríguez. He aquí lo que me relató: Después de desembarcar bajo el fuego enemigo en el sector de Anapa, Justo y sus compañeros se adentraron en la zona, buscando objetivos para las minas que llevaban. En un momento dado se unió a ellos un piloto soviético derribado en el sector».
Se refiere a un episodio de la batalla del río Kubán, que duró casi un año y fue una de las más importantes del frente Oriental. Tras ser derrotados en Stalingrado (febrero de 1943), los alemanes ya estaban en constante retirada. El muelle de acero soviético se había comprimido hasta el máximo a orillas del Volga y ahora estaba recuperándose, empujando con una potencia colosal a las mermadas fuerzas hitlerianas.
En el Cáucaso septentrional, cerca del mar de Azov, «una tarde, cuando acababan de instalarse en dos chozas (de la aldea cosaca de Krymskaya, en suelo aún ocupado por la Wehrmacht), apareció un destacamento de alemanes y rumanos al mando de un oficial. Al observar que se aproximaban a las chozas, los ocupantes de una de ellas, entre las que estaba Justo, abrieron fuego y se entabló un violento tiroteo. El oficial alemán cayó fulminado».
El compañero de Enrique Aguilar, Justo Rodríguez, «recibió de lleno una ráfaga de ametralladora que casi le seccionó un brazo, pero siguió haciendo uso del otro para disparar mientras tuvo fuerzas. El alma del combate fue José Monterrubio, ex taxista de Madrid, que también murió en la refriega. Cayeron José López, mando militar en España y maestro en las casas de niños, el teniente Piechkáyev y otros camaradas. Resultaron heridos el propio Aguilar y Santiago Bautista». Rodríguez falleció poco después.
Vuelve a mencionar al asturiano, aparentemente repuesto de sus heridas, más tarde: «En el otoño de 1943 fueron destinados a unidades regulares como oficiales zapadores-minadores que llegaron combatiendo a Berlín. Había entre ellos buenos amigos míos como Enrique Aguilar (…)».
En efecto, tal como explica Rafael Moreno: «Varios españoles en el ejército soviético participaron en el asalto final sobre Berlín. Podemos destacar a los tenientes (…) Alberto Rejas Ibárruri (sobrino de Dolores Ibárruri), todos encuadrados en unidades de Zapadores, junto con el mencionado Aguilar de Viguri».
Su función era bien peligrosa: «limpiar campos de minas, identificar puntos débiles en las líneas alemanas y fijar y destruir los fortines, nidos de ametralladores, etc. En la batalla por Berlín también falleció Santiago de Paúl Nelken, hijo de Margarita Nelken, la famosa escritora y diputada comunista». Así llegó al fin de la guerra el asturiano tras participar en la tremenda batalla por la toma de la capital del Reich en abril de 1945, bajo el mando del general Zhúkov.
Sobrevivió, que no es poco, a muchas batallas anteriores y hasta a la de Berlín, que dejó cerca de 200.000 muertos en el bando soviético. Así lo corrobora escuetamente el mismo Aguilar ante la policía española: «(…) tomando ya parte en todas las operaciones militares en el avance sobre Alemania hasta la toma de Berlín». 18 palabras para resumir dos años de durísimos combates.
La guerra termina y el asturiano «marchó a su unidad a Polonia para el levantamiento de minas, permaneciendo en el Ejército hasta agosto de 1947, cuando marchó a Moscú a trabajar permaneciendo en esta situación hasta la fecha de su repatriación a España». Tras ese último trabajo como artificiero, acaba la etapa quizá más peligrosa de su vida, aunque aún estaban por llegar tiempos difíciles.
El periodista Luis Galán sigue en contacto con él. Más adelante cuenta que «Enrique ingresó en una fábrica moscovita (…). Una tarde, en el club de la fábrica Chkálov, (…) José Antonio Uribes, por delegación de las autoridades soviéticas, hizo entrega de distintas condecoraciones a los españoles que habían participado en la guerra contra los nazis. Fueron 70 los condecorados con distintas órdenes, entre ellos Rubén Ruiz Ibárruri como Héroe de la Unión Soviética». A título póstumo, pues Ruiz, hijo la Pasionaria, había fallecido en Stalingrado tres años antes; en realidad ese útimo título se lo concedieron en 1956. A Enrique Aguilar de Viguri le otorgan la Orden de la Estrella Roja, un detalle que se guardará mucho de revelar a las autoridades españolas.

Trabaja en la fábrica de aviación de número 45. Esta importante factoría de 15 hectáreas de extensión y 55.000 empleados situada en las afueras de Moscú (antes se denominó nº 24) produjo aparatos para el Ejército Rojo durante y después de la guerra y aún hoy existe con el nombre de Salyut. Muchos españoles, hombres y mujeres, fueron empleados en ella durante años.
Aguilar rehace su vida. En Moscú conoce a la vasca Consuelo Aguirregaviria Pérez de Heredia (Bilbao, 1926), trece años más joven que él, quien había sido una «niña de la guerra» evacuada desde Santurce en barco hacia Leningrado. Se casan en el año 1950 y tendrán dos hijos. Consuelo tiene entonces 23 ó 24 años y Enrique, 37.

El regreso
El profesor Moreno explica en su libro los motivos que llevaron al régimen franquista a permitir, a mediados de los años 50, la vuelta de algunos exiliados en la URSS: «En plena Guerra Fría, cuando el mundo luchaba por evitar una tercera guerra mundial, se inició el ansiado retorno de centenares de españoles que se habían exiliado o refugiado en Rusia (…). Algunos voluntariamente, otros obligados por la derrota».
Por aquel entonces, se produce «una cierta apertura del régimen comunista tras la muerte de Stalin y el intento de metamorfosis de la dictadura franquista, que buscaba con ahínco abandonar el estatus de ‘paria internacional’ (…) mostrando atención al interés militar que Estados Unidos tenía en la península Ibérica».
Para Moreno, respecto a Franco «hay que decir que, a pesar de su retórica, tampoco le preocupaban mucho los españoles que residían en la Unión Soviética. Tenía otros problemas más importantes. Sin embargo, hizo su parte y optó por no reabrir viejas heridas (…) Al mismo tiempo, hay que reconocer que, en un principio, tampoco se preocupó demasiado de fomentar la mejor asimilación posible de estos retornados. Su principal -casi única preocupación- en los primeros momentos fue la seguridad del régimen». Y, sobre todo, explica, servían de moneda de cambio debido al gran interés que la CIA tenía en esos repatriados como importante fuente de información sobre la hermética URSS.
Un largo viaje
De modo que Aguilar y su familia se embarcan desde Odessa en el buque Crimea, que habría de recorrer unas 1.900 millas (3.500 kilómetros) desde el mar Negro, cruzado frente a Estambul hasta el mar de Mármara, el mar Egeo y de ahí al Mediterráneo hasta llegar a España. Así da cuenta de ello el diario El socialista (ref. 5): «El 23 de noviembre de este año (1956) desembarcaron en Castellón de la Plana 278 repatriados españoles que con sus esposas e hijos hacen un total de 409 personas, traídos de Rusia por el barco Crimea, como tercera expedición. Y figura junto a otros asturianos Aguilar de Viguri con Consuelo Aguirregaviria y dos hijos».

Una compañera de ese viaje (ref. 6) que entonces era niña narra la larga travesía, que a punto estuvo de ser suspendida por la invasión soviética de Hungría. Al final pudieron viajar. Ya en costas españolas se vieron obligados a esperar frente a Valencia por el miedo de las autoridades a una manifestación falangista contra los repatriados, hasta que se decidió llevar el barco Castellón. El destino sería «una casa de reposo al estilo soviético (paradojas de la vida) en Requena».
El Crimea se iba aproximando al muelle, que estaba desierto. «No se veía ni una persona, nada, vacío. Los pasajeros estábamos aseados, cambiados, con la emoción a flor de piel, todos sin excepción». De pronto «se oyó un runrún de voces que se iban aproximando. A un lado del muelle había un portón con tela metálica que daba a algo así como el patio de una fábrica. Y por ese lado comenzó a aparecer una multitud harapienta, al estilo de la película Los Miserables, corrían, se empujaban, gritaban… El Crimea se quedó mudo en un silencio sepulcral».
Eran trabajadores de una fábrica de pescado que salía con su ropa sucia de trabajo para ver con curiosidad la llegada de «los rusos». La Guardia Civil los dispersó y luego apareció «gente vestida normal y con conducta normal, eran los familiares. El tumulto se armó en el barco, todo eran gritos de nombres, tanto desde el barco como hacia el barco. ¡Empezaron a reconocerse algunos, cuanta emoción!». El reencuentro.
Y los «rusos» al fin ¿en casa?
La vuelta y la voluntad política más o menos pacífica de acogida «no evitó la discriminación y el rechazo que sufrieron en algunos lugares «los rusos», -como se los conocía en ciertos ambientes-, ni la incomprensión que, en términos generales, padecieron las mujeres que venían de una sociedad que les reconocía unos derechos y una posición demasiado avanzada para la España franquista de ese momento», cuenta Moreno.
Paradójicamente, ese retorno tampoco gustó nada a algunos dirigentes del PCE, que lo vivieron como una derrota, un «paso atrás» en su condena al régimen. La vuelta de los exiliados los hacía a sus ojos, de alguna manera, traidores y no simples personas que deseaban pasar página en sus vidas.
Comenzó el minucioso examen de los recién llegados. Los interrogatorios: «(Aguilar) manifiesta no haber pertenecido a organizaciones políticas y únicamente formó parte del cuadro artístico de la fábrica donde trabajaba: ni haberse hecho ciudadano soviético».
No se lo creyeron, claro está, como acota el policía: «Sin embargo, diversas referencias que se poseen sobre este sujeto le señalan como elemento militante del Partido Comunista Español, activista de la organización en Rusia que se destacó entre la emigración por sus duras actuaciones y delaciones ante el Partido de sus compatriotas, entregado en cuerpo y alma al Partido. La circunstancia de haber perdido en la guerra española el hueso del hombro izquierdo no le ha impedido militar en el Ejército soviético con la categoría de teniente durante largos años y este hecho por sí solo es motivo suficiente para acreditarlo como elemento prosoviético y nacionalizado ruso, conforme a las normas que para ingreso en el Ejército se siguen en aquel país».
Comenzaba una dura adaptación. Un matrimonio y sus dos hijos pequeños nacidos en Rusia, tratados en el mejor de los casos como extraños y, por lo general, como enemigos. «Actualmente carece de vivienda y trabajo, viviendo a expensa de la Organización Sindical en una pensión de Madrid», concluye el informe policial. Era el inicio de la larguísima y oscura posguerra para los retornados de la Unión Soviética.
Notas:
1. Recogido por el libro Fuentes históricas para el estudio de la emigración española en la URSS (1936-2007) de Ángel Luis Encinas Moral, (Ed. Exterior XXI, 2008)
2. Rafael Moreno Izquierdo, Los Niños de Rusia, La verdadera historia de una operación de retorno. (Ed. Planeta, 2017)
3. Ministerio de la Gobernación, Dirección General de Seguridad, División de Investigación Social. Informe especial núm. R.S. 7.099, Madrid, 16 de agosto de 1957. No obstante, existe otro expediente con el número 79.440 de la secretaría de la Delegación Nacional de Servicios Documentales (DNSD), ahora en el Centro Documental de la Memoria Histórica, con fondos provenientes de los Servicios Documentales de la Presidencia del Gobierno y del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo de época franquista, así como por los incorporados con posterioridad a 1979 .La Delegación Nacional de Servicios Documentales fue el organismo que dio lugar al actual Centro Documental pues, además de los documentos recogidos y producidos a lo largo de su historia, en 1971 acogió el segundo fondo más importante de los originarios, el del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. La sección Político-Social está formada por documentos de todo tipo de instituciones, asociaciones y personas que lucharon por la causa republicana, con los que se formaron diversas agrupaciones documentales o series, para cuya identificación se recurrió al lugar donde se realizó la incautación en unos casos y a la materia en otros.
4. Luis Galán: Después de todo: recuerdos de un periodista de la Pirenaica, páginas 90, 167 y otras.
5. Diario El Socialista, número 5.854 del 20 de diciembre de 1956. (editado en Toulose por autoridades en el exilio)
6. Una testigo que se llama a sí misma Malina. En el Crimea. Reportaje publicado en la web de la organización Niños de Rusia (ninosderusia.org).