En noviembre de 2020 el Tribunal Supremo dictaminó que el lobo es una especie protegida al estar incluida en el correspondiente Anexo de la directiva hábitats y que por tanto no se puede cazar sino que debería tener programas de protección y conservación. Poco antes el Tribunal superior de Castilla y León anulaba todos los planes de control del lobo de esa comunidad autónoma y sancionaba con más de 1,5 millones de multa. Y además hay un dictamen científico que propone, con datos y argumentos científicos y legales, que es necesario aumentar la protección del lobo.
Al mismo tiempo, tenemos una sanción encima de la mesa por no dar la protección adecuada a la tórtola europea y ni siquiera así ha sido posible que se incluyera también esta especie en el listado de protección.
Y por último un dato más: es el Estado quien debe responder por el cumplimiento (o no) de las normas europeas y la Ley 42/2007 de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad deja bien claro que el listado es de ámbito estatal y depende del Ministerio de Medio Ambiente.
Ante este panorama en el que las leyes y la ciencia avanzan en el mismo sentido, resulta sonrojante escuchar al consejero decir que hará todo lo posible por eliminar la protección del lobo. Igualmente bochornoso es escuchar a los representantes de todos los demás partidos decir que proteger al lobo es matar la ganadería, obviando montones de ejemplos de gente que convive con el lobo sin problemas importantes.
No deja uno de salir de su asombro. Es como estar viviendo en El día de la marmota; una y otra vez las medias verdades, los mismos argumentos sin fundamento, las mismas bravuconadas, todo de cara a la galería. Esa es la forma de hacer política de quienes ahora están en la Junta General del Principado, que por otra parte es lo que ha llevado a Asturias a estar donde está. Partidos y luchas de poder, a los que las leyes les dan igual, para intentar seguir haciendo «lo de siempre», impidiendo que Asturias y las gentes de Asturias se desarrollen acorde a los tiempos que corren.
Más de treinta años recibiendo fondos mineros para construir alternativas económicas al carbón y luego resulta que hacen falta fondos especiales de transición justa porque acusan a la ministra de querer hacer una transición «abrupta» y «acelerada». Han hecho falta también décadas de trabajo y sanciones europeas para poder empezar a atajar la contaminación. Seguimos sin cumplir la normativa marco del agua y por tanto tenemos vertidos sin depurar y muchas veces incluso sin control. Miles de millones tirados a la basura de la corrupción en El Musel o en decenas de edificios vacíos. Las zonas rurales siguen sin conexiones decentes de internet. Tampoco cumplimos las normas en materia de gestión de residuos.
Cada vez que se oye todo este jaleo, tanto vociferante, ya sabemos lo que pasa: los de siempre, agarrándose a un clavo ardiente. Como la canción asturiana que mostraba pena porque ya no se oían las madreñas de clavos, ni se veían los carros del país, ni se comía la boroña. No avanzamos.
Para Equo es algo fundamental tener en cuenta los dictámenes científicos y también que el desarrollo económico y social se consiga con un modelo más transparente y a la par que se cumplan las leyes de protección del medio ambiente. Porque tenemos muy claro que solo con un equilibrio entre las tres partes se puede hablar de algo sostenible.
Hasta ahora solo importaron ciertas cuestiones económicas y así nos ha ido. ¿O es necesario recordar que esa forma de hacer política ha llevado a tener una Asturias envejecida, con la población joven emigrando, con salarios cada vez más bajos, con mayores tasas de pobreza y exclusión?
En resumen, aspiramos a ser el relevo de esa vieja forma de hacer política que nos conduce al abismo porque solo mira por el retrovisor. Queremos una Asturias viva, optimista, con ganadería ecológica, con ecosistemas sanos y donde la investigación y la ciencia ocupen un lugar preponderante. Y por supuesto, con lobos.
David Díaz Delgado es coportavoz y representante de Alternativa verde Equo en Asturias
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