Un equipo formado por 37 profesionales trabaja ya sobre el terreno para identificar cada caso de manera precoz y hacer seguimiento de todos sus contactos.

Susana D. Machargo

Son la primera barrera asturiana contra el rebrote de la epidemia. Se les ha denominado los rastreadores del coronavirus pero ellos prefieren el término vigilantes. Creen que se ajusta más a la labor que desarrollan. Desde el pasado lunes, 11 de mayo, un equipo de 37 profesionales trabaja para notificar cada positivo, identificar cada contacto estrecho, realizar un seguimiento de los casos y trazar el mapa activo de la COVID-19 en el Principado. Si el virus vuelve a circular, serán los primeros en saberlo y los encargados de dar la voz de alarma. Deberán también identificar cada posible brote de manera temprana para permitir a las autoridades sanitarias reaccionar con rapidez y evitar que se propague. Son conscientes de la responsabilidad y asumen el reto. 

Beatriz Braña, enfermera de la Dirección General de Cuidados, Humanización Atención Sociosanitaria de la Consejería de Salud es la coordinadora de este nuevo Sistema de Vigilancia de Contactos Estrechos, que es como se conoce oficialmente el servicio. Además de coordinar, forma parte del equipo nuclear de cuatro colegas que son los que gestionan toda la vigilancia. Además hay un grupo de cuatro coordinadores de vigilantes y 29 vigilantes en activo. Esos cuatro coordinadores se hacen cargo de su propio equipo de vigilantes, de entre cinco y diez miembros, que han sido distribuidos sobre el territorio teniendo en cuenta las áreas sanitarias, las zonas básicas de población y criterios poblacionales. Su radio de acción, por tanto, no coincide con el mapa sanitario oficial sino que está diseñado a la medida de la epidemia.

Los refuerzos

De momento son 29 vigilantes pero hay otros ocho más en cartera, ya formados, por si fuera necesario incorporarlos. Los perfiles son variados hay enfermeros, sociólogos, médicos, virólogos y también administrativos de apoyo. En el equipo hay 15 enfermeros residentes de la especialidad Familiar y Comunitaria de segundo año, ocho ya en activo y siete están en el grupo de reserva. Braña explica que todos han sido formados con talleres de habilidades comunicativas pero que, además, cuentan con unas plantillas de información básica que deben reunir en cada uno de los casos. 

Es pronto para llegar a conclusiones. Tan solo llevan una semana de trabajo. Pero Braña apunta dos ideas que le rondan por la cabeza, en base a lo que han visto. La primera es que la situación parece controlada, sin el virus campando a sus anchas. La segunda es que podrían haber sobrestimado el número de pacientes que tendrán que rastrear. En principio, pensaban que cada paciente positivo tendría, al menos, cuatro contactos estrechos, por lo que habría que hacer seguimiento de cinco personas, el caso y su entorno. Sin embargo, están viendo que, en estos momentos de fase inicial de la desescalada, los contactos estrechos son menos y básicamente en el domicilio.

Es importante definir qué es contacto estrecho o de riesgo, ya que esos son los asturianos a los que habrá que poner en aislamiento. La coordinadora explica que los definen como las personas con las que se ha pasado más de 15 minutos sin la distancia física de seguridad durante los dos días previos al inicio de los síntomas. Los vigilantes tendrán que hacer lo posible porque cada positivo haga memoria y los identifique. De ahí que las medidas de prevención, en el regreso a la calle, sean fundamentales. 

El sistema de trabajo

El protocolo de trabajo ya se ha establecido. El hilo parte de las consultas de Atención Primaria. El médico de familia es el que decide de entre sus pacientes a quién tiene que hacer la PCR, en función de los síntomas o de su cuadro clínico. El facultativo también es el que debe comunicarle que es positivo y hacerle una entrevista preliminar, en la que preguntará por los contactos estrechos y les pedirá que se lo comuniquen. Los datos recabados en esa llamada se pasan al equipo de vigilantes.

Su labor consiste en realizar una segunda llamada en profundidad al asturiano que ha dado positivo, en la que tendrán que cubrir multitud de datos tanto del paciente como de sus contactos estrechos, independientemente de si pertenecen al mismo centro de salud o residen en otra zona del Principado. Destaca Braña, las habilidades comunicativas son importantes. No se trata solo de rellenar una plantilla sino de conseguir toda la información y de trabajar con la persona que está del otro lado. Una vez identificadas todas las personas que están en riesgo, el vigilante tendrá que contactar con todos, al menos, en tres ocasiones. La primera llamada será informativa. Resolverá todas sus dudas, le comunicará cómo debe llevar los 14 días de cuarentena y le prestará apoyo. Habrá otra intermedia y una final. Si las circunstancias específicas del caso aconsejan programar más contactos, así se hará. ¿Qué sucede si en mitad del aislamiento surgen los síntomas? La persona tendrá que ponerse en contacto con su médico de Atención Primaria que será el que decidirá si le realiza la PCR. Un nuevo ciclo comenzará a funcionar.

Los equipos teletrabajan. Los rastreadores no están sobre el terreno. Pueden perfectamente realizar su tarea de manera telemática y telefónica. Las reuniones de coordinación se celebran a través de aplicaciones y el contacto directo con los enfermos y con la población en situación de riesgo se resuelve con llamadas.

Esta labor es la que han comenzado a desplegar en los últimos días, en los que hay una media diaria muy baja de PCRs positivas, por debajo de 10 casos pese a que se realizan centenares de análisis. No obstante, es justo en este momento cuando su labor es importante. «Vamos a tener una foto diaria de la situación de la epidemia. Será una visión panorámica del virus», insiste la coordinadora. Deben ser los primeros en ver si hay algo que acreciente las sospechas porque manejarán la información crucial de manera centralizada. «Previsión, prevención y anticipación», resume Braña. Esas son sus claves.