La baja inmunidad del Principado no es ninguna sorpresa para epidemiólogos y médicos de Atención Primaria. El objetivo es sortear la COVID-19 sin dramáticas listas de espera

Susana D. Machargo

No ha sido ninguna sorpresa. Asturias esquivó al nuevo coronavirus, con una mezcla de factores estructurales y de gestión, y no ha alcanzado esa inmunidad de rebaño que aseguraría a su población en caso de rebrote. Esto ha evitado una dramática lista de víctimas, que habría multiplicado exponencialmente el número de fallecidos. Epidemiólogos y médicos de Atención Primaria destacan que el avance de la primera oleada del estudio de seroprevalencia es una buena noticia para el Principado, algo que ya se esperaba a la vista del número de positivos, que acaba de rebasar los 3.000 casos. No obstante, esto implica otro tema trascendental. La región debe de estar preparada para proteger a ese 98% susceptible de contagiarse, sobre todo, a partir del próximo invierno. Los expertos reclaman la máxima cautela en la desescalada, potenciar la Atención Primaria, extremar la vigilancia y el control de los asintomáticos y elaborar un plan a un año para no tener que andar improvisando. El Gobierno asturiano, señalan, reaccionó con rapidez pero ahora tiene por delante una carrera de fondo.

«No es nada nuevo ni tampoco grave. Había gente que tenía la fantasía de que hubiera una altísima proporción de inmunizados. Eso no estaba basado en evidencias epidemiológicas», argumenta Daniel López Acuña, epidemiólogo y exdirectivo de la OMS, que se muestra «muy tranquilo de que la epidemia no haya ido a más». Lo mismo señala Salvador Tranche, médico ovetense y presidente de la Sociedad Española de medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), que plantea que si en lugar del 1,8%, Asturias hubiera llegado a la media nacional del 5% el número de muertes se habría triplicado. Por su parte, Victor Asensi, médico de la Unidad de Infecciosas-VIH del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), reconoce que el Principado ha estado «poco expuesto al coronavirus» en comparación con lo sucedido en otros territorios y que los resultados coinciden con la evolución de la enfermedad que se había observado. 

¿Y los mayores?

No obstante, Asensi considera que es importante tener más datos de este estudio para poder completar la composición de lugar. Uno de los indicadores que querría conocer es el porcentaje de casos en función de los tramos de edad. En concreto, que proporción de asturianos mayores de 70 años cuentan con anticuerpos. Este especialista recuerda que son la población de riesgo. Asturias es una comunidad con un padrón muy envejecido y eso es algo que se debe tener en cuenta cuando se hablar de la COVID-19.

El Gobierno regional es consciente de todo esto. El presidente, Adrián Barbón, ha hablado abiertamente del tema en sus redes sociales. «Simplemente con que se hubiera infectado en Asturias la media española -un 5% del total de la población-, las personas fallecidas en Asturias rondarían el millar» ha escrito. Sabe que el bajo número de contagios es una muestra de la eficacia del sistema sanitario asturiano pero esto hace que la población sea más vulnerable al rebrote. López Acuña coincide con el presidente. Señala que es un éxito de la gestión, porque se adoptaron medidas pronto -se cancelaron hasta las clases sin apenas casos, se identificaron a los positivos y a sus contactos estrechos, se concentraron en hacer pruebas PCR... Pero también por la situación específica del Principado, con si relativo aislamiento geográfica, la escadez de vuelos internacionales y su baja densidad de población en comparación con grandes centros neurálgicos azotados por la epidemia, como Madrid o Barcelona. Los ciudadanos también merecen su reconocimiento. El exdirectivo de la OMS señala que algunos datos obtenidos desde el inicio del estado de alarma, como los de movilidad, demuestran  «el elevado respeto de los asturianos durante los 50 días del confinamiento».

Las cosas se han hecho bien pero toca mirar al futuro, controlar la desescalada y blindarse frente a posibles rebrotes. Nuevamente, López Acuña señala que la clave está en que «hay que tener las cuchillas de la vigilancia epidemiológica afiladas». Porque es importante que «aislar la más mínima chispa, para que no haya ningún fuego y mucho menos un gran incendio». Salvador Tranche cree que es necesario hacer ya una planificación a un año vista, hasta marzo de 2021. Aunque parezca que queda mucho tiempo, el presidente de Semfyc afirma que es importante realizar «un planteamiento hasta el primer trimeste del año que viene», para organizarse bien desde la desescalada hasta entonces, pensando sobre todo en los momentos más complicados que se avecinan, como puede ser la llegada del otoño y también el pico de la gripe del próximo invierno, donde podrían convivir dos epidemias diferentes.

Pero, ¿cómo hacerlo? Los especialistas creen que es básico «no bajar la guardia». Esto supone que tanto la ciudadanía como los políticos tienen deberes. López Acuña señala que la población no debe relajarse y que tiene que seguir manteniendo el distanciamiento físico, usando mascarillas en el transporte y en los espacios públicos y extremando la higiene. A las autoridades sanitarias les corresponde la vigilancia epidemiológica. El exdirectivo de la OMS explica que se tiene que diagnosticar cada uno de los casos, localizar a todos sus contactos estrechos y hacerles las pruebas, aislar a los asintomáticos y realizar un adecuado seguimiento. «El rebrote depende de los asintomáticos», insiste. En este escenario, los denominados rastreadores del coronavirus tendrán un papel fundamental. Son los encargados de analizar todos esos contactos estrechos. Acuña explica que Escocia, Irlanda o Alemania ya están reforzando sus esquipos de salud pública. Asturias anunció el pasado viernes la incorporación de 30 de esos rastreadores.

Salvador Tranche coincide en la fórmula pero no comparte al 100% el modelo y lo explica. El Principado está centrando los esfuerzos en la rama de salud pública. Este profesional cree que habría que reorientarlo hacia la Atención Primaria. Los médicos de los centros de salud son los que tratan directamente a los pacientes, los que los conocen personalmente. A su juicio, es más rápido y más seguro que sean ellos los que hacen las pruebas PCR para saber si son positivos y los que antes pueden identificar, localizar y controlar a sus contactos estrechos. Entiende que deben de tener el apoyo de técnicos de salud pública para llegar a todas aquellas personas que no pertenezcan a su misma zona básica de salud pero el protagonismo debería tenerlo la Atención Primaria. Propone aprovechar la Red de Médicos Centinelas, que funciona para la epidemia de gripe. Es un equipo que ya está rodado, que funciona de manera coordinada y que ha dado buenos resultados.  

«¿Cuánto cuesta tratar a un paciente un día en la UCI? ¿3.000 euros? ¿Qué pasaría si se invirtiese ese dinero en Primaria y así redujésemos el número de personas que es necesario tratar en esas unidades?», se pregunta elpresidente de Semfyc. Es consciente de la escasez de médicos formados en la ramas de Medicina Familiar y Comunitaria, pero sabe cómo se puede gastar el presupuesto. Además de incorporar facultativos, asegura que es crucial ampliar la plantilla de enfermería, invertir en tecnología para seguir promocionando las videoconsultas y reducir la atención presencial, ampliar las líneas de teléfono, contratar más administrativos para los centros de salud, dotar de material suficiente para realizar las pruebas PCR... «Más recursos», insiste Tranche.

Ya hay comunidades que avanzan en ese sentido. Pone como ejemplo Murcia, que además está adoptando medidas específicas en las residencias de mayores, donde la COVID-19 se ha cebado. Una de las medidas que se plantea consisten asignar médicos específicos para atender a los usuarios de otros centros y así rebajar el número de cartillas sanitarias del resto de colegas.

Todas las opciones están sobre la mesa. Daniel López Acuña, Víctor Asensi y Salvador Tranche coinciden en que no se puede bajar la guardia. Los asturianos deben continuar alerta. Esto solo ha sido una batalla.