Hay estudios para todo con resultados de lo más curiosos, en los que los fermentos digestivos se entremezclan con los mensajes de Greta Thunberg
24 nov 2019 . Actualizado a las 13:00 h.A veces encuentra uno gente muy rara. Sin ir más allá, un grupo de investigadores de las universidades de Múnich y Utrech, con la doctora Jia Chen a la cabeza, se fueron al Oktoberfest en 2018; pero no acudieron a disfrutar, como hacen los seis millones de almas germánicas y de otro medio centenar de nacionalidades que se pasan por la célebre fiesta, sino a currar. Lo que allí buscaban y como procedieron nos lo cuenta la revista científica Atmospheric Chemistry and Physics (ACP).
Mas interesados en la ciencia que en la fiesta, trataban de conocer en qué medida contribuye la popular celebración muniquesa a incrementar las emisiones de metano. No habían elegido el Oktoberfest así porque sí, sino porque ya estaban con la mosca detrás de la oreja al haber detectado un incremento de los niveles de metano en años anteriores coincidiendo con la fechas de la cuchipanda.
El metano es un gas de efecto invernadero; dicho en plan campechano, un gas que deja pasar los rayos procedentes del sol, pero que no deja salir parte de la radiación infrarroja que se genera cuando aquellos calientan la superficie de nuestro planeta.
Patrulla ciclista
Como los organizadores del festival ya barruntaban que nada bueno traería el estudio, no les permitieron la entrada al Theresienwiese, la explanada donde se celebra el festival. Ante esta negativa, la doctora Jia Chen y sus colegas se dedicaron a patrullar, a pie y en bici, el perímetro del festival pertrechados con dispositivos adecuados para medir el nivel de metano emitido desde el interior del recinto.
Lo que los investigadores encontraron ha dejado con cierto grado de desazón a los organizadores de la multitudinaria fiesta, y a los participantes más mentalizados con las cuestiones medioambientales. En concreto, los dichosos aparatitos detectaron que durante los dieciséis días de francachela ininterrumpida se emitía a la atmosfera bávara nada más y nada menos que una tonelada y media de metano. Ahí es nada. En promedio, por cada metro cuadrado de Oktoberfest, se emitieron 6.7 microgramos de metano por segundo
Aunque las comparaciones a veces puedan resultar odiosas, en no pocas ocasiones ayudan a entender mejor el asunto que nos traemos entre manos; y puestos a comparar, vemos que la cantidad de metano emitida por el Oktoberfest es 10 veces mayor que la emitida en el mismo periodo de tiempo por una ciudad como Boston, la capital del estado de Massachusetts (USA).
La mayor parte de las emisiones de gas metano observadas en el Oktoberfest se atribuyeron a cocinas y calefacciones que funcionan con gas natural -cuyo componente mayoritario es el metano-, bien por una combustión incompleta del gas, o bien por fugas de gas natural directamente a la atmósfera.
Fermentaciones digestivas
Los asistentes a la comilona aportaron también su granito de metano, en concreto, el 10% del total de emisiones de este gas; y lo hicieron con acciones tan poco glamurosas como ventosidades y eructos, provocados por las fermentaciones digestivas de millones de raciones de salchichas y pollo, regadas con siete millones de litros de cerveza, y otro millón adicional de agua y limonada.
La fermentación de los alimentos en el aparato digestivo de las diferentes especies aporta aproximadamente un 30% de las emisiones de metano de origen antropogénico. Llegados e este punto, conviene no perder de vista que hay fuentes de metano en las que el hombre no influye, las conocidas como fuentes no antropogénicas. Pantanos, hidratos de gas, el permagel, o las termitas, son las principales y suponen aproximadamente un 40% del total, aunque esta cifra puede variar según las fuentes consultadas.
El metano, como sabemos, no es el único gas de efecto invernadero, ni siquiera el más importante, honor que le corresponde al archiconocido CO2. Además de los dos gases mencionados, el Protocolo de Kyoto para reducir los gases de efecto invernadero considera también otros como el óxido nitroso y algunos gases fluorados (hidrofluorcarbonos, perfluorcarbonos y hexafluoruro de azufre).
Como las cantidades de metano que aportan el Oktoberfest y otros eventos similares parece que no son en modo alguno despreciables, los autores del estudio consideran que las emisiones que tienen su origen en este tipo de festejos populares deberían tenerse en cuenta en el futuro a la hora de calcular los índices de ingreso de metano en la atmósfera.
Por ahora, la cosa ha quedado circunscrita al mundo académico y un puñado de diarios que dedican secciones a la ciencia o la divulgación científica, pero como a Greta Thunberg, entre viaje y viaje en catamarán, se le ocurra hacer algún comentario negativo sobre el asunto, el Oktoberfest tiene las salchichas contadas.
Y cuidadín, porque se empieza midiendo las emisiones de metano en el Oktoberfest y se acaba prohibiendo el bollo preñao y la sidra en la Semana Negra de Gijón o la fiesta del Pulpo en Carballiño. Que las investigaciones las carga el diablo, oiga.