La alianza estratégica de Galicia, Asturias y Castilla y León podría ganar peso y extenderse a otros territorios con los mismos problemas, sumando incluso a los de Portugal
29 ene 2019 . Actualizado a las 13:30 h.En un reciente encuentro de unos doscientos directivos y emprendedores de Galicia, Asturias y Castilla y León llegaron a dos conclusiones sobre el futuro del cuadrante noroeste ibérico. La primera es que las estrategias en estos territorios deben centrarse en el desarrollo de sus amplias zonas rurales, donde de verdad se siente el problema demográfico, con pueblos vacíos y paisajes reconquistados por la naturaleza. La segunda conclusión es que habría que integrar a los hermanos portugueses del norte y centro del país vecino, con una problemática muy similar, lo que podría fortalecer este lobby político y económico que debe luchar por el equilibrio territorial y una financiación justa, con el objetivo de frenar lo que se ha ido configurando como una realidad en los últimos años: un país hemipléjico, con la economía, las infraestructuras y la población volcados hacia el Mediterráneo.
¿Cuál fue el origen de esta alianza?
En realidad, el detonante de este frente formado por tres comunidades autónomas de la periferia fue la demanda unánime al Gobierno central y a la Comisión Europea para que la España del noroeste estuviera incluida en el eje ferroviario transeuropeo atlántico, que también se ideó en su momento siguiendo estrategias radiales y condenando a la insignificancia a las periferias atlánticas como Galicia, en España, o Bretaña, en Francia. En un principio fue la propia sociedad civil -a través de las asociaciones empresariales- la que sentó las bases de la coalición territorial, actuando como vanguardia en la reivindicación de la inclusión del noroeste español en el corredor atlántico, algo que finalmente aprobó la Comisión Europea a mediados del año pasado, fue refrendado por la Eurocámara y ahora debe ser aprobado por el Consejo.
¿Y su futuro político?
Desgraciadamente, los lobbies territoriales dependen a menudo de la sintonía personal de los presidentes. Y esa sintonía existe entre Feijoo y su compañero de partido ya en retirada, Juan Vicente Herrera y, sobre todo, el socialista Javier Fernández. Los nuevos liderazgos que surjan en las dos comunidades vecinas tras las elecciones autonómicas deberían ser continuistas con esta alianza. El frente ha tenido credibilidad porque no es partidista, sino territorial, y sus reivindicaciones pueden ser asumidas desde distintas ópticas ideológicas gobierne quien gobierne en Madrid, aunque ahora sea Pedro Sánchez el que debe prestar atención a estas demandas. Las autonomías han estado mucho tiempo ensimismadas. Es hora de buscar sinergias en los problemas comunes en un contexto en el que se está buscando un nuevo orden territorial en el Estado y otro sistema de financiación, que debe tener en cuenta el envejecimiento y la dispersión de la población para evaluar el verdadero coste del estado del bienestar. Los territorios más urbanos y poblados no deberían imponer su ley en el nuevo reparto financiero.
¿Es factible ampliarlo a otros territorios?
Este grupo de presión podría ganar peso político incluyendo a otros territorios ibéricos con la misma problemática. En la última cumbre hispanolusa se puso sobre la mesa el abandono de las zonas fronterizas entre España y Portugal, donde la tendencia a que la población se asiente en la costa está causando un verdadero cisma demográfico. La alianza ganaría peso en Europa integrando a esas regiones portuguesas e incluso a Extremadura, que comparte un déficit histórico en infraestructuras, como queda patente con las deficiencias de su ferrocarril. Hay que tener en cuenta que muchas de las políticas de cohesión territorial se deciden en Bruselas, por lo que quizás sería positivo dar un carácter supranacional a la alianza, al tiempo que se le dota de representación de la sociedad civil. En el corredor atlántico, además, no está incluido por el momento el eje Vigo-Oporto, por lo que sería bueno completar el itinerario europeo haciendo fuerza entre los dos países. Cantabria sería otra de las comunidades que podría adherirse a la entente, que tal vez podría entenderse como una geografía variable en la que también podrían participar, por ejemplo, comunidades como la aragonesa.
¿Son territorios uniformes o presentan desequilibrios internos?
No es lo mismo el interior de Galicia que su franja atlántica. No es lo mismo la zona urbana central de Asturias que sus alas oriental y occidental. Y la provincia de Zamora poco tiene que ver con la de Valladolid. Estas comunidades cuentan con desequilibrios internos que deben ser corregidos con instrumentos de cohesión. El propio Estado organiza sus políticas sin tener en cuenta esta realidad rural. Para expertos como Carlos Ferrás Sexto, profesor de Geografía Humana de la USC, la solución para el desarrollo rural pasa por «promover centralidades» en estas zonas, villas activas que tiren de sus espacios de influencia contribuyendo a fijar población más allá de los grandes polos económicos.
¿Hay aún un déficit de infraestructuras?
Castilla y León hace tiempo que se beneficia de tener muchas ciudades conectadas a la alta velocidad, la última de ellas Zamora, en la ruta del AVE gallego, que debería ponerse en servicio el año que viene. Pese a que algunos contraponen la modernización de la red ferroviaria mediante la alta velocidad a la potenciación de las mercancías por ferrocarril, es justo lo contrario. El AVE libera líneas convencionales que podrían ser utilizadas en exclusiva por los trenes mercantes, sin limitaciones horarias. Ahora falta que estas redes se actualicen, se hagan intermodales e interoperables, y es ahí donde entrarían los fondos comunitarios para las redes transeuropeas o el plan director del corredor atlántico que presentará en breve Fomento. Los tres gobiernos harían bien en pelear por favorecer las interconexiones en malla entre sus territorios frente a diseños radiales.