

Diana Suárez, de 22 años, cambió la ciudad por el campo hace año y medio. Lucía Velasco, que fue militar, mantiene viva la tradición vaqueira en Les Regueres. A ambas les apasiona su profesión y que «el mundo rural salga adelante»
28 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.«Nunca había tenido ganado y fue un choque, todo un cambio, pero ahora mismo no lo cambiaría por quedarme en la ciudad». Diana Suárez tiene 22 años y es ganadera desde hace año y medio, cuando empezó a vivir con su pareja, que a su vez decidió hacerse cargo de la ganadería familiar en Fonceca, un pequeño pueblo de Cangas del Narcea que solo tiene diez habitantes. «Y seis vivimos en la misma casa», puntualiza Diana.

Tienen 180 cabezas de ganado de Asturiana de los Valles en dos naves, les gusta participar en concursos y llevan meses probando suerte con una línea de animales para vida, «para que nazcan aquí y salgan de aquí» tanto sementales como xatas. «Sí, es duro, hay días que se hacen muy duros. Cuando llegué me lo parecía aún más, pero ahora ya no lo veo tanto. Son días puntuales», explica. En Nochevieja, por ejemplo, «estábamos de parto». Este frío invierno sí se hizo duro. Las naves están a un kilómetro de la vivienda familiar y «te veías con la nieve por la cintura. Podían pasar semanas sin que puedas utilizar el coche, sin luz, con partos de noche, sin que el veterinario pueda venir… Pero dedicarse a la ganadería es sacrificado más que duro». En verano, la trashumancia les llevará a León con 30 o 40 cabezas de ganado mientras el resto se queda en los pastizales.
«Me gusta bastante e intento estar al día», dice Diana, que es una de las alumnas que este fin de semana asistía al curso de formación de Ganaderas con Talento y que, en el futuro, espera tener más ganado y poder habilitar más naves si les conceden el plan de mejora en los dos próximos años. «A veces sí piensas que qué bien estaba en la ciudad con los 700 euros al mes, pero es satisfactorio porque te hace sentirte orgullosa de ti misma. Pese a que te levantas, comes y cenas con la ganadería en la cabeza y, al meterme con 21 años, tienes que decir no a muchas cosas, como trabajo es mucho más satisfactorio».
«Nací con vacas»
El suyo bien podría haber sido uno de los cuatro testimonios de mujeres ganaderas de la reciente campaña con la que la IGP Ternera de Asturias, de la que su ganadería forma parte, promocionaba la calidad de la carne que se vende con este sello. Esa campaña ponía en valor cómo las mujeres, con diferentes tipos de explotaciones, representaban un sector y una marca joven, pero preparada, y comprometida con el medio ambiente. Una de las ganaderas elegidas para ser imagen de Ternera de Asturias es Lucía Velasco, de 34 años y embarazada de su segundo hijo. «Esta profesión es dura y sacrificada. Yo estuve en el ejército y no hay ni punto de comparación. Y ahora que estoy embarazada más, pero yo lo llevo bien», asegura Velasco, que fue Reguerana del Año en 2017 y acaba de recoger el galardón a Joven Ganadera de 2018 en la Feria de La Ascensión.
«Nací con vacas», dice, desde Les Regueres, para explicar cómo volvió a sus orígenes y acabó gestionando una explotación ganadera que, además, mantiene viva la herencia de la tradición vaqueira. «Era mi marido al principio, que tenía diez o doce vacas, pero luego en su trabajo le destinaron fuera y me hice cargo yo», dice, explicando que, aunque ahora llevan entre los dos la explotación, a la trashumancia va sola. «Llevamos haciéndolo más de diez generaciones. De Perlunes a las brañas», indica. Las vacas son su pasión y, sobre todo, «que el mundo rural salga adelante».