Así se certifica una (no) muerte

S.D.M. REDACCIÓN

ASTURIAS

Pablo Carballo / Daniel Portela

Dos forenses asturianos explican cómo se comprueba el fallecimiento de una persona que no está monitorizada y qué patologías pueden producir un error

09 ene 2018 . Actualizado a las 11:04 h.

¿Cómo diagnostica un forense una muerte? ¿Cómo es posible que hasta tres médicos certificaran el fallecimiento de un preso que, en realidad, estaba vivo? ¿Qué tipo de patología pudo sufrir el interno para que todos los profesionales que lo vieran y los funcionarios de prisiones creyeran que había muerto? La Voz ha trasladado estas preguntas a dos prestigiosos forenses para tratar de entender qué es lo que pudo suceder en este rocambolesco caso que ha asombrado a la sociedad asturiana. Tanto Francisco de la Puente como Carlos Badía, con consulta en Oviedo, coinciden en señalar que se trata de un incidente muy extraño, pero también precisan que existen casos reseñados en la literatura médica y que ese es también el motivo por el que no se autoriza ningún entierro antes de las 24 horas. Ninguno ha vivido en carne propia nada parecido. Reconocen que es necesario conocer el historial clínico para entrar en profundidades pero teorizan sobre qué pudo suceder.

En primer lugar, ¿cómo se certifica la muerte de un paciente que no está monitorizado en un centro sanitario? Se pueden utilizar diferentes técnicas. Lo primero es comprobar el pulso y la respiración. Si es muy superficial se podría usar hasta un espejo. Lo siguiente sería auscultar al paciente. Hay otra serie de elementos a tener en cuenta, como la atonía muscular. También la temperatura, en función del tiempo transcurrido desde la muerte. Siempre es necesario hacer un examen personal y directo, matizan los doctores Francisco de la Puente y Carlos Badía.

De la Puente explica que el primer paso es comprobar la respiración y que el cristal -ya sea un espejo o unas gafas- siempre es útil. La auscultación sin ruidos y la falta de pulso es el siguiente paso. También se puede apretar un dedo para comprobar que no recupera el color. Cuando el cerebro no responde, existe una ausencia de la apertura ocular, incluso en situaciones de dolor, no emite sonidos y no se produce una respuesta motora ni con pellizcos en zonas sensibles ni en los puntos reflejos. Al abrir los párpados y aplicar una luz, la pupila no se modifica y no responde la córnea. El siguiente paso sería comprobar la hipotonía muscular. Si ha pasado tiempo desde el fallecimiento, este forense señala que aparecen livideces cadavéricas, frialdad y rigor mortis.

¿Qué pudo sufrir el preso Gonzalo Montoya Giménez para que todos pensaran que estaba muerto? Ha trascendido que los funcionarios señalan que su piel tenía una coloración azulada, como si estuviese cianótico. Entre las causas que pudieron empujar al equívoco a sus colegas, los doctores Francisco de la Puente y Carlos Badía señalan una parada cardiaca recuperada de manera espontánea, una catalepsia o un coma profundo por motivos neurológicos. Montoya Jiménez, además, tiene diagnosticada una epilepsia y está sometido a un tratamiento farmacológico. Ninguno se aventura a concluir, sin conocer el cuadro clínico, si esta patología pudo tener algo que ver.

El forense De la Puente apunta a una catalepsia que es «un trastorno del sistema nervioso central, conocida también como muerte aparente». En realidad, señala que la catalepsia no es una enfermedad propiamente dicha. Se trata de «un síntoma de otros trastornos como el párkinson, la epilepsia, la esquizofrenia, apnea de sueño, obesidad, depresión, shock emocional, y un largo etcétera». También puede darse como efecto secundario por la ingesta de medicamentos antipsicóticos, como aquellos a los que se recurre para tratar la esquizofrenia. Este profesional señala que la epilepsia, la patología que los familiares de Montoya han señalado que tiene diagnosticada, «es causa de muerte súbita».

Carlos Badía apunta, como hipótesis, que puede deberse a un coma profundo, producido por una alteración neurológica grave que simulara una parada cardiaca. O, incluso, que llegara a hacer, en un momento determinado, esa parada, con una recuperación espontánea. También desde el terreno de la teoría, señala que pudo tratarse de una narcolepsia, que es «estado patológico caracterizado por accesos irresistibles de sueño profundo», según señala la RAE.