Lolita Bosch, escritora y filósofa: «Un niño que hace "bullying" no es un psicópata, también es una víctima»

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La escritora catalana presenta un protocolo y método para evitar el acoso escolar en los colegios de nuestro país y cambia el foco: «La clave no la tienen los profesores ni los adultos. La tienen los niños y hay que hablar con ellos y darles herramientas»

17 mar 2025 . Actualizado a las 13:38 h.

La escritora, filósofa y activista Lolita Bosch tardó 30 años en contar su experiencia de acoso escolar en el libro La rabia (2016). Pero ahora no quiere hablar de ella misma, sino del método que, junto con otros colectivos y familiares de víctimas de bullying, han logrado aplicar y que, según explica, funciona. Y es así porque cambia el foco, deja de ponerse en los adultos y en los profesores, para centrar el problema en los menores, que son los protagonistas y los que necesitan herramientas para gestionar este tipo de situaciones.

—¿Cuántos libros has escrito?

—Estoy terminando el libro número cien. Pero luego tengo más obras inéditas, porque escribo mucho, muchísimo.

—Y ahora has publicado «Stop Bullying». ¿Por qué?

—He hecho ensayos de filosofía y cosas así, pero nunca había hecho divulgación, aunque llevo muchos años preparando el protocolo. He trabajado con víctimas en muchos lugares del mundo. Yo misma he sido víctima de muchas violencias y durante muchos años he investigado un método que nos ayuda a pensar cómo abordar la violencia, entenderla y solucionarla. He hablado con muchísimos adolescentes y les funciona. Entonces, yo quería que el Gobierno catalán lo ofreciera como un proyecto, porque me gustaría que los Gobiernos autonómicos lo implementaran, yo lo dono, me da igual. Pero todo es muy difícil. Honestamente, he encontrado la manera más barata de luchar con el bullying. Sé que funciona.

—¿En qué consiste?

—Primero en entender qué es, porque acompaño a muchas familias que padecen bullying y voy a muchas escuelas, y nadie sabe explicar qué es. Cuando te llama una madre al Campus Lolita, lo que dice es : «A mi hija le están haciendo bullying». Y me llama a mí porque no sabe a quién llamar. Y lo primero que hay que hacer es verificar que es bullying y activar un protocolo. Pero todo esto las familias no lo saben, porque solo necesitamos saberlo cuando ocurre. Mi propuesta es que lo sepamos antes de que ocurra, porque entonces, lo más probable es que ocurra mucho menos. Estamos en una sociedad en la que se está neutralizando la violencia. Y el bullying no es solo la idea que tenemos de que un niño pega a otro en el patio. El bullying es normalizar la violencia en las escuelas con ataques sistemáticos e intencionados. Y esto se puede detectar si les explicas a los niños qué están haciendo y qué herramientas tienen para ello y por qué no deberían hacerlo, mientras sus familias se leen el libro y tienen toda la información que deberían tener por derecho. Y yo, lo que he hecho ha sido crear este programa en el que hemos estado trabajando seis años y en el que participan Amnistía Internacional y la Fundación Barça, entre otros. También el manifiesto está firmado por la Unesco y por Unicef. Y se ha convertido en un protocolo de actuación. Las familias pueden entender lo que está pasando sin crear alarma.

—¿Por qué?

—Porque la mayoría de los protocolos que se activan en las escuelas, se activan cuando hay bullying. Esto sería tan bestia como si nosotras esperáramos a que hubiera un violación para hablar de la violación.

—¿El protocolo de las escuelas llega tarde?

—El protocolo de las escuelas es para frenar el bullying, pero los adultos no lo pueden frenar. Es imposible. Los protocolos no funcionan. Lo único que pueden hacer es activar este protocolo que lo que trata es de conciliar una víctima con su agresor. Y una víctima no quiere conciliarse con su agresor. Quiere dormir, descansar y recuperar la fuerza, la energía y las ganas de vivir. Por eso, en el Campus Lolita lo que hacemos con los adultos es ofrecerles toda la información necesaria para hacer bien las cosas, que es mucho más fácil de lo que parece. Y, por otro lado, ofrecemos unos cursos virtuales durante cuatro meses para que los niños hagan un recorrido casi narrativo en el que aprenden habilidades para ir solucionando problemas concretos. Mientras los adultos solucionan el tema del protocolo, de intervención y todo lo que se tenga que hacer, los niños, en lugar de estar en casa esperando, muertos de miedo a ir al cole al día siguiente, van mejorando poco a poco su autoestima, su capacidad crítica, la voluntad de cambio y se van empoderando. He visto a muchos niños que lo consiguen.

—Entonces, ¿es fácil acabar con el «bullying»?

—Es fácil reducir considerablemente el bullying. Nos lo hemos propuesto con otras violencias y lo hemos conseguido. Estamos hablando de un país que ha conseguido desarmar a una banda armada.

—Entonces, hay que poner en el foco del problema a los niños...

—Las únicas personas que saben ahora mismo quién están padeciendo bullying son los estudiantes. Los maestros no lo saben. Cuando las familias van y dicen: «Oiga, ¿pero usted no se ha dado cuenta de que mi hija está sufriendo bullying?». La respuesta que tendría que darle la maestra, lo que pasa es que no lo hace por educación y empatía, es: «Y usted, ¿no se ha dado cuenta en su casa de que su hija está sufriendo bullying? Porque los indicadores de si un niño está sufriendo acoso notan más en casa que en la escuela. Por lo tanto, si a las familias cuando inscriben a sus hijos en el colegio, les dan una lista de los indicadores de bullying, igual que nos dan una lista de lo que comerán en el comedor y de los libros que van a leer o de las sanciones graves y leves, nosotros podríamos detectar en casa si nuestros hijos están padeciendo bullying.

—Da la impresión de que cada vez hay más casos...

—Mira, según la Unesco, uno de cada tres estudiantes del mundo lo ha sufrido. En Galicia, según el informe PISA, un 8,5 % de los estudiantes gallegos lo están padeciendo. Eso convierte a Galicia en la tercera comunidad autónoma con más casos de acoso escolar, por detrás de Canarias, que es la primera, y Cataluña, que es la segunda. Es un problema de salud pública.

—¿Y cuáles son esos indicadores que nos pueden hacer saltar las alarmas?

—La lista es muy larga y la puedes encontrar en bullying.help pero, por ejemplo, problemas de conducta alimentaria, problemas de rabia. Depende de la edad, pero también hay niños que se autolesionan, no quieren ir a la escuela, tienen fiebre, se encierran, dejan de hablar... Hay muchos indicadores y no hay nada que los unifique. Igual son 40, pero si tu hijo cumple 15 de esos indicadores, es probable que esté haciendo o padeciendo bullying, porque desde mi punto de vista, el que lo hace es igualmente una víctima. Un niño que está acosando a otro no es una mala persona, es un menor de edad tratando de llamar la atención porque necesita ayuda. No es un psicópata, sino que es un niño que está tratando de expresarse. Lo que pasa es que la violencia es el peor de los lenguajes, pero es un lenguaje. Entonces, ¿quién sabe quiénes son los acosadores? Los otros niños. Nosotros no.

—Claro...

—Y la gran pregunta es: ¿por qué si los niños saben quiénes son las víctimas y los acosadores no nos lo dicen? Porque solo lo cuentan uno de cada cuatro y hablan de quien recibe bullying, de quien lo hace casi nunca. Pues no nos lo cuentan porque están convencidos de que no lo vamos a detener y las cosas les van a ir peor si saben que lo han acusado. Y tienen razón.

—¿Cuál es la solución?

—La solución pasa por que los niños traten de entender la violencia. Por decirles: «Hay una cosa que se llama violencia, que no es portarse mal, es otra cosa». Y existe en todos lados. ¿Hay alguna escuela en la que no haya bullying o algún pueblo en el que no haya violencia? No, es imposible. Pero los adultos lo hablamos, tratamos de entenderlo y de informarnos, y a ellos solo les decimos: «Pórtate bien». Y necesitan entenderlo a su manera. Hablarlo, prepararse, y entender que alguien que ejerce la violencia probablemente es alguien que necesita ayuda. Y que vean que a los adultos también les interesa. El aula es una sociedad y todos asumen derechos y obligaciones. Esto quiere decir que un niño tiene que saber a quién recurrir, qué adultos se harán cargo de la situación, y los adultos tienen que saber los protocolos que tienen, qué indicadores necesitan, cómo hablar con los padres sin alterar o empeorar la situación y cómo pedir ayuda a las Administraciones. Y esto no es una cosa que solo compete a los maestros.

—Muchas veces la solución es el destierro de la víctima de ese colegio...

—Sí, pero si se le pregunta a la víctima, prefiere ser desterrada. En cambio, los adultos lo asumen como una derrota, pero los niños no. Los niños se quieren ir a un lugar donde los traten bien.

—Pero el acosador buscará a otra víctima, quiero decir que el problema persistirá.

—Es que el hecho de que se vaya una víctima no es un triunfo. No se acaba el problema. Está ahí. Pero primero hay que salvar a la víctima, en cualquier conflicto. Y en ese momento, la víctima está demasiado vulnerable como para hacer una apología de la valentía escolar. Entonces, si dice: «Ya no puedo más, me quiero cambiar de cole». Debería tener derecho. Y, a lo mejor, el acosador también se quiere ir del cole. Pero se tiene que trabajar por separado y preguntarle qué le pasa, por qué le molesta tanto su compañero... Siempre le preguntamos a la víctima por qué le han hecho bullying. Es como si a mí me preguntaran por qué me han violado. «No tengo ni idea, pregúntaselo al violador. No les preguntamos por qué hacen bullying». Y se hace por cualquier motivo, pero ese motivo solo lo entiende el acosador. Entonces, hay que preguntárselo. Y hay que hablar de esa necesidad que tiene de ser agresivo y violento. Porque, a la larga, quienes más secuelas tienen, aunque no lo parezca, son los acosadores. De culpa, de dolor...