El miedo a un Trump impredecible obra el milagro

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

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Vapor ante el Capitolio de Estados Unidos, este miércoles en Washington.
Vapor ante el Capitolio de Estados Unidos, este miércoles en Washington. Marko Djurica | REUTERS

16 ene 2025 . Actualizado a las 13:04 h.

Una de las muchas injusticias de la política es que no siempre es el político que pone en marcha algo el que acaba rentabilizándolo, sino el que gobierna cuando ese algo se hace realidad. Parecería que un ejemplo de esto es el alto el fuego entre Israel y Hamás, pero no es así en este caso. Aunque haya sido el equipo de Joe Biden el que ha impulsado las negociaciones y trazado los perfiles de la propuesta, paradójicamente, el éxito corresponde al todavía no investido Donald Trump. Y no por su habilidad negociadora, porque ni él ni sus colaboradores han tenido ninguna participación en las conversaciones de Doha (Catar), sino por el que es uno de sus grandes defectos, que en este caso ha resultado una virtud: su imprevisibilidad. Mientras que palestinos e israelíes les tenían perfectamente tomada la medida a Biden y a sus negociadores, y se han dedicado durante meses a manipularlos en su favor, nadie podía estar seguro de cuál iba a ser la estrategia de Trump en este conflicto. Su escueta amenaza de que se desataría «un infierno» si el alto el fuego no se finalizaba antes de su toma de posesión ha resultado lo suficientemente creíble para Hamás como para decidir que este era el momento de ceder algo. Pero también los israelíes, que no tienen dudas de que Trump se pondrá todavía más claramente de su lado que la Administración Biden, han preferido no arriesgarse a una negociación dirigida por alguien tan caprichoso y errático. Parece ser que en esto ha sido clave la discreta visita a Israel del enviado de Trump a Oriente Medio, Steve Witkoff, que ha dado argumentos a Benjamin Netanyahu para que fuerce el sí de sus socios de Gobierno más extremistas.

Este jueves se verá si ha sido suficiente, cuando se vote el plan en el seno del Ejecutivo. Todavía cabe la posibilidad de que los radicales rompan el Gobierno, pero entonces Netanyahu podría intentar formar una nueva mayoría con el acuerdo de alto el fuego como punto único o convocar unas elecciones anticipadas que casi seguramente ganaría. He ahí otra paradoja, esta de que Netanyahu sea el otro gran vencedor de esta negociación en la que tanto ha arrastrado los pies. Y a ello se suman además los éxitos geoestratégicos de Israel en el Líbano, en Siria y frente a Irán. El gran fracaso de Netanyahu estaba siendo precisamente Gaza, donde, a pesar de la extrema dureza del castigo infligido a la población civil, no había logrado ni recuperar a todos los secuestrados ni destruir a Hamás. Ahora esa supervivencia, sumada al acuerdo de alto el fuego y el intercambio de presos por rehenes, permitirá a la organización armada atribuirse una (pírrica) victoria estratégica. Por su parte, en Israel se consolarán con haber dañado seriamente los apoyos internacionales de Hamás. Pero en lo que respecta a la campaña de Gaza, las expectativas generadas inicialmente se habían ido reduciendo de tal modo que la sociedad israelí se conformaba ya con el retorno de todos los secuestrados.