Minerales valiosos, control geoestratégico y rutas marítimas en la isla más grande del mundo
09 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El discurso de Donald Trump, a poco más de una semana para su investidura, se ha vuelto aún más violento y expansionista. El republicano ha dicho que Canadá y México deberían ser incorporados como estados de EE.UU., que se hará con el control del canal de Panamá y que comprará Groenlandia. Si bien esos discursos podrían alinearse con el resto de salidas de tono del magnate —que nunca llegan a puerto—, en este caso parecen algo más serio, especialmente desde que el neoyorquino insinuó que podría llegar a invadir esas regiones en el futuro.
La importancia comercial del canal de Panamá está clara. También la de Canadá y México, aunque las aspiraciones de Trump hacia estos países sí han quedado más olvidadas. Pero en el caso de Groenlandia, ¿por qué tal fijación?
Groenlandia es la isla más grande del mundo y la región menos densamente poblada. Tiene 2,166 millones de kilómetros cuadrados de roca y hielo, a repartir entre 57.000 habitantes. Actualmente, la isla depende de Dinamarca, que recibe el 60 % de su presupuesto anual y controla la política exterior y la defensa. En todos esos kilómetros inhóspitos e inexplorados, especialmente en el interior del país, radica el primer interés de Trump.
Bajo el hielo que cubre gran parte de la isla se esconden enormes concentraciones de minerales valiosos, especialmente tierras raras (así se conoce a un grupo de elementos químicos naturales, escasos en la corteza terrestre y muy útiles para fabricar tecnología y armamento). Ahora mismo China encabeza la explotación mundial de tierras raras y el magnate, incómodo, busca romper ese monopolio.
Por otro lado, el calentamiento global y el deshielo están abriendo nuevas rutas comerciales en el océano Ártico. Unos pasajes navegados, sobre todo, por barcos rusos. La presencia estadounidense en Groenlandia dificultaría una alianza entre China y Rusia para controlar la llamada «ruta del mar del Norte».
Pero tal vez el motivo más importante detrás de la obsesión del republicano sea el interés geoestratégico de la excolonia danesa en el océano Atlántico. Muchos analistas estadounidenses ven la isla como una posición clave en la defensa de EE.UU., especialmente a la hora de repeler un posible ataque ruso. Washington quiere asegurarse de que «ninguna gran potencia hostil controle Groenlandia, porque puede ser un punto de apoyo para atacar el país», sostuvo el investigador Ulrik Pram Gad, del Instituto Danés de Estudios Internacionales, a la CNN.
No es la primera vez que un presidente norteamericano mira hacia Groenlandia. En 1867, el Departamento de Estado ya sugería que la isla sería una adquisición ideal. En 1946, el presidente Harry Truman llegó a hacer una propuesta de compra a Dinamarca, por cien millones de dólares en lingotes de oro. Copenhague la rechazó, pero cinco años más tarde permitió que los estadounidenses colocasen una base aérea en Thule. Ahora, más de setenta años después, Donald Trump recoge el testigo y vuelve a insistir.