David Barbeira es mucho más que un jefe: «Avalo a varios de mis empleados extranjeros para que puedan alquilar un piso»

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Ha logrado hacer de su empresa un negocio, pero también una forma de ayudar a quien lo necesita. Él se encarga de traer gente de Cuba y Colombia, darles los permisos y que ganen un sueldo digno
12 ene 2025 . Actualizado a las 15:37 h.David es mucho más que un jefe. Es algo parecido a un amigo, un compañero. Porque lo que hace él con sus empleados no lo hace cualquiera. Aunque le dé un poco de rubor confesarlo. «Yo, por casualidad, conocí un día en el gimnasio a un chico joven cubano. A raíz de ahí, me pidió trabajo y cogí vínculo con varios de ellos. Por mi empresa de construcción, yo necesito mano de obra y ellos son gente que vienen con ganas de trabajar, de buscarse un futuro y poder acceder a unos servicios básicos. Están muy entregados a darlo todo, a trabajar y no quieren problemas», explica este vecino de Santa Comba. Fue así cómo entró en contacto con la comunidad cubana, de la que solo tiene palabras de admiración. «Ellos no quieren ayudas, quieren trabajar y labrarse un futuro. Y la verdad es que algunos llegan en una situación muy precaria. Entonces, lo que hago es ayudarlos a buscar vivienda y que se adapten. Les busco ropa, los muebles que les hacen falta y les doy trabajo», explica. Ahora mismo tiene a seis trabajadores cubanos con él, además de otro chico de Colombia: «La semana que viene llegará otro. Y espero que en marzo ya puedan venir también otro chico de Colombia y otro de Cuba».
«No todos pueden trabajar conmigo, y si no es así, pues intento ayudarlos con otras empresas, porque algunos son mecánicos, electricistas o fontaneros. También a buscarles vivienda. En total serán unas 15 o 20 personas a las que habremos ayudado. Yo tengo el contacto de un chico que es quien me va diciendo la gente que llega y los apoyamos en la medida de lo posible. Por ejemplo, estoy avalando a varios para que puedan alquilar una vivienda, pero ya no doy más tampoco. Porque si no es así, no se las alquilan. Es complicado. Ellos llegan con muchas ilusiones, pero si no tienen trabajo, no pueden alquilar nada», asegura. Los requisitos son muy exigentes. «Les piden nóminas con antigüedad de un año. Y si no pueden empadronarse en una vivienda, tampoco podemos asegurarlos. Es complicado, por eso estamos en pleno proceso de creación de una asociación para intentar mediar con la Administración, a ver si se puede cambiar algo esto o cómo podemos hacer para que esta gente pueda integrarse lo más pronto posible y ponerse a trabajar».
Y cuenta la historia del primer chico cubano al que conoció en el gimnasio y que le abrió los ojos sobre su situación y la de sus compatriotas. «Él se llama Eduanis. Cuando lo conocí trabajaba en otro sitio, pero lo trataban muy mal. Se reían de él. Todavía hay mucho racismo. Entonces, él me conoció en el gimnasio y se vino a trabajar conmigo. Estuvo un año. Pero su ilusión siempre fue la de ser barbero. Ahora está haciendo el curso de peluquería y yo tengo a compañeros suyos trabajando conmigo», explica este constructor de Carballo, que empezó en este sector con apenas 15 años.
«Llevo más de 30 años. Toda la vida. Los que no queríamos estudiar o no nos gustaba, nos teníamos que poner a trabajar. Empecé de albañil con mi padre. La empresa era suya. En el 2013 se retiró y yo seguí con ella», así explica cómo fueron sus comienzos en Construcciones Hermanos Barbeira.
Un compañero más
«Me considero un compañero más que intento ayudarlos. Y después, en mi empresa, soy jefe, evidentemente, pero me siento querido y respetado. Ellos también son muy agradecidos y te lo demuestran. Tuve momentos especialmente emotivos con ellos, sobre todo, en diciembre al llegar las fiestas de Navidad. Son fechas difíciles porque están fuera de casa, de sus familias...», indica, mientras no puede evitar pensar en uno de sus trabajadores. «Se le murió su madre y no pudo despedirse de ella. Lo mismo le pasó a Edu, que estuvo en Cuba unas semanas, pero luego se le murió su abuela y ya no pudo ir tampoco. Tienes momentos en los que lloras con ellos, pero luego también tienes otros en los que te ríes», dice.
David está tan comprometido que incluso reconoce que está recibiendo terapia para aprender a gestionar las emociones. «Yo también necesito que me ayuden para saber controlar todo lo que siento, porque es difícil. Tienen sus familias, tienen sus sentimientos y que uno de ellos acabe de perder a su madre y que no pueda decirle ni adiós... es duro».
A la hora de conseguirles trabajo desde su país de origen, David explica que lo más difícil es lidiar con la burocracia y luego tener a alguien de mano que responda por esa persona. «Como mínimo tardas al menos tres meses en poder traerlos. Y es verdad que hay empresas que desconocen que esto se puede hacer. Ya no es solo la burocracia., sino tener contactos que te digan quiénes son los que valen y quiénes no. Por ejemplo, a mí me dicen: ‘David, aquí tienes a este chico que es albañil, es bueno en lo suyo, es serio, no te va a fallar'. Porque yo les envío dinero para que paguen a los funcionarios en sus países de origen y puedan gestionar toda la burocracia allí. Traer a este último chico me costó 2.500 euros, con billetes de avión y demás», comenta. Un dinero que, una vez que tenga su vida hecha aquí, se haya instalado y tenga su sueldo, ya lo irá pagando en la medida que pueda. «Yo quiero que él se adapte y que tenga su sueldo. Y cuando logre estabilidad económica, pues ya me irá pagando esos gastos. Claro, te arriesgas a que lleguen aquí, trabajen conmigo un mes y se vayan. Y eso es un poco lo que les tira para atrás a las empresas. Yo me arriesgo porque tengo referencias de ellos y ellos están contentos conmigo porque no se van».
El sueldo, según la ley
Y echa cuentas de los gastos antes de que empiecen a trabajar con él: «Solo los papeles de la gestoría ya son entre 500 y 600 euros. Después, el billete de avión es algo más de 700 euros. Luego hay que darles unos 300 o 400 euros para la gestión de los papeles allí, en su país. Alquilarles una vivienda aquí y avalarlos, es decir, pagar el primer mes y el aval... te vas a más de 2.000 euros. Y, además, ellos cobran su sueldo, según lo que marca la ley. Por ejemplo, si vienen como peones, pues tienen el salario mínimo interprofesional, que sale a 1.300 euros, con sus vacaciones, y con todos sus derechos. Y si ya vienen como oficiales, pues están entre los 1.500 y los 1.600 euros», indica. Y les da para enviar a sus familias: «Piensa que si envían 300 euros a Cuba, eso allí es un dineral. Pero yo no les lloro nada. Si quieren trabajar los sábados, se los pago aparte. Tienen coche para desplazarse y cuando llegan días especiales, pues quedamos para comer. Por ejemplo, el día de Nochebuena, estuvimos todos juntos. Ellos están contentos y yo también, porque a mí eso me hace sentirme bien. Me aporta mucho más hacer feliz a los demás que el dinero».