Segunda fase del plan de Macron

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14 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Será interesante conocer, un día de estos, la intrahistoria del nombramiento, este viernes, de François Bayrou como primer ministro de Francia. Se daba por hecho que sería él el elegido, pero el jueves, que era cuando se esperaba el anuncio, pasó sin fumata blanca, y el viernes, tras una larga reunión entre Bayrou y el presidente Emmanuel Macron, se corrió la voz de que le había explicado que no podía darle la jefatura del Gobierno. Sin embargo, pocas horas más tarde el Elíseo anunciaba que Bayrou sí sería, después de todo, el encargado de encabezar el Ejecutivo. Una posible explicación de estas contradicciones es que Macron tenía otras opciones en mente, pero que Bayrou le impuso su nombre. Hace ya tiempo que Bayrou venía reclamando su turno para alojarse en Matignon (la residencia de los primeros ministros). Negárselo podría haber provocado divisiones en el «bloque del centro» (que, en realidad, abarca hasta la derecha no lepenista). Esto no volvería el parlamento ingobernable, porque ya lo es, pero haría prácticamente imposible la gestión de esa ingobernabilidad.

Más que un segundo intento, el nombramiento de Bayrou es un segundo paso en la estrategia de Macron tras las elecciones, consistente en ir quemando cartuchos para intentar llegar a junio del año que viene, que es cuando la ley permite celebrar nuevas elecciones. A diferencia del ya finiquitado Michel Barnier, un negociador sin carisma, pero hábil, Bayrou es un político correoso e independiente, un tanto imprevisible. En el 2012 irritó a la derecha cuando su apoyo fue clave para que el socialista Hollande resultase elegido en lugar de Nicolas Sarkozy. En el 2017 volvió a serlo para llevar al poder al propio Macron. Esto le ha ganado enemigos mortales en la derecha sarkozista y hace que ahora se vea su nombramiento como una continuidad de Macron. Sin embargo, no provoca un rechazo total entre los de Le Pen, porque es partidario del sistema proporcional que ellos también defienden. Tampoco cuenta con la hostilidad de la izquierda moderada.

Esto es importante para Macron, porque su gran logro de estos días no es el haber encontrado otro voluntario para el trabajo político más difícil de Europa en estos momentos. La jugada crucial la hizo la semana pasada, cuando logró, por primera vez, romper la unidad de la izquierda, algo que parecía imposible hasta ahora. Los socialistas ya empiezan a trazar sus estrategia al margen de los radicales de La Francia Insumisa (LFI), que ya los trata abiertamente de traidores. Roto el tabú, también los ecologistas, e incluso los comunistas, han empezado a mostrarse más flexibles. Lo cual no quiere decir que ninguno de ellos vaya a apoyar al próximo gabinete Bayrou, pero afloja un poco la presión que ha asfixiado al gabinete Barnier. Barnier duró tres meses. Ahora está por ver cuánto aguanta Bayrou antes de que Macron pase a la tercera fase de su plan, que consistirá, probablemente, en colocar a un primer ministro salido de la izquierda moderada para que comparta el desgaste hasta llegar a las elecciones.