Respecto a la primera gran incertidumbre a la que se enfrenta la nueva Siria, la forma que tomará el Estado, es pronto para juzgar. La segunda incertidumbre sería el futuro de las zonas semiindependientes que controlan los kurdos en el este y el norte del país. Ahora mismo se están produciendo allí combates con las milicias que han tomado el poder en Damasco. ¿Significa esto que la guerra va a continuar, ahora entre árabes y kurdos? ¿Se verá implicado Estados Unidos, que mantiene una alianza informal con estos últimos?
La respuesta requiere algo de detalle, porque la situación es más compleja de lo que parece. Esa zona kurda donde se está combatiendo, Manbij y los alrededores de Alepo, se encuentra cerca de la frontera con Turquía y está mal comunicada con el núcleo kurdo principal en el este del país. En Manbij no hay presencia norteamericana y Washington nunca se ha comprometido a darle protección. Esto llevó en su día a los kurdos a apoyarse ocasionalmente en las fuerzas rusas, lo que permite ahora a Ankara presentarles como pro Asad. No es cierto, pero ha servido para justificar esta campaña de conquista de Manbij en la que participa el Ejército Nacional Sirio (apadrinado por Turquía) y el propio ejército turco, con su artillería y sus drones, desde el otro lado de la frontera. Las agencias de noticias turcas aseguran que ya ha caído el 80 % del saliente. Los kurdos lo niegan, pero, en todo caso, el destino de Manbij es precario.
Al este del Éufrates la cuestión es distinta. Ahí los kurdos controlan un vasto territorio por medio de una alianza con otros grupos no kurdos, las Fuerzas de Defensa Sirias (FDS). En este caso, sí cuentan con la protección de Washington, que los utilizó como ariete para derrotar al Estado Islámico. Este fin de semana las FDS han aprovechado el derrumbe del régimen de Asad para ampliar sus conquistas, incluyendo los pasos fronterizos con Irak. Esto les hace todavía más útiles para Estados Unidos e Israel, porque es por ahí por donde entraba la ayuda militar iraní destinada a Hezbolá en el Líbano. De hecho, Israel, que tiene una alianza de décadas con los kurdos, ha advertido a Turquía que se mantenga al margen. Pero el futuro de este protestado kurdo al este del Éufrates no deja de ser también incierto. No está claro si los grupos árabes que forman parte del FDS seguirán apoyando el proyecto kurdo ahora que ha caído Asad. Y es esperable que el nuevo gobierno sirio, tome la forma que tome, quiera recuperar esa parte de su territorio. Pero, mientras que el precedente de Irak es malo respecto a un camino democrático fácil para Siria, es mejor respecto a este tipo de conflictos territoriales. Cabe la posibilidad (no la certeza) de que Damasco acabe aceptando una autonomía federal, o incluso una secesión kurda de facto, como no ha tenido más remedio que aceptarlo Irak. La alternativa sería una nueva guerra civil.
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