
Cuando ya pocos tenían en mente la guerra civil siria, una repentina ofensiva de las fuerzas de oposición en el norte del país ha venido a recordarnos que nunca llegó a terminar del todo. Los combates comenzaron el miércoles en la provincia de Alepo y el jueves las fuerzas rebeldes ya habían tomado varios pueblos en la zona. ¿Significa esto que el conflicto podría reiniciarse? Ir a peor siempre es posible, pero no parece lo más probable. Más bien, lo que estaríamos viendo sería un reajuste de las piezas tal y como quedaron en el final de partida de hace cuatro años, para adaptarse a los cambios que se han producido recientemente. Uno de esos cambios es el debilitamiento de Hezbolá en el Líbano a causa de su conflicto abierto con Israel. Esto ha obligado al repliegue de la milicia chií, que funcionaba como una fuerza de choque del régimen de Bachar al Asad, lo que ha dejado desprotegido el frente norte. Los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham (una franquicia de Al Qaida), que controlan el cercano enclave de Idlib, han intentado aprovechar la situación, pero no les será fácil porque el dictador ya ha enviado allí a su mejor división blindada, la 25.

No solo Hezbolá ha perdido fuerza en Siria, también su patrono Irán. Esto ha llevado a Turquía, que también ocupa un enclave en el norte de Siria y sostiene económicamente a parte de la oposición (el paramilitar Ejército Nacional Sirio, ENS), a intentar un acercamiento a Al Asad con mediación rusa. Turquía quiere empezar a repatriar a los millones de refugiados sirios que tiene en su país, y que desde hace tiempo suponen una carga económica y un factor de inestabilidad política. Para eso necesita la aquiescencia de Al Asad. Sobre todo, lo que quieren los turcos es que el régimen colabore con ellos en la destrucción del tercer grupo de oposición importante, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), controladas por los kurdos del nordeste y este del país. Turquía considera su mera existencia una amenaza porque alienta el separatismo de la comunidad kurdoturca. Las FDS cuentan con una cierta protección de Estados Unidos, lo que ha frenado de momento a turcos y asadistas, pero en Ankara existe ahora la vaga esperanza de que, una vez haya jurado su cargo, Donald Trump se desinterese de esta cuestión. Al Asad no se muestra muy dispuesto. Para empezar a hablar, exige que los turcos se retiren de Siria, cosa que, de momento, no se plantean.
No parece que ninguno de estos cambios en el tablero del conflicto sirio tenga la suficiente entidad como para volver a encender la guerra civil. Aunque queden rescoldos, ni los yihadistas de Al Qaida ni el Ejército Nacional Sirio tienen la capacidad de reiniciar el conflicto. En cuanto a los kurdos, no tienen interés de arriesgar su autonomía de facto. Poco a poco, Al Asad ha ido consiguiendo que le acepte un mundo árabe que ya no es el mismo del 2011, y se siente seguro en su alianza con Rusia. La guerra terminó en gran parte por agotamiento y, de ese agotamiento, Siria está todavía muy lejos de recuperarse.
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