La OTAN fija una reunión de urgencia con Kiev ante la amenaza del misil ruso

Andrés Rey REDACCIÓN / LA VOZ

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Varios soldados ucranianos, este viernes realizando ejercicios militares en la región de Chernihiv.
Varios soldados ucranianos, este viernes realizando ejercicios militares en la región de Chernihiv. Maksym Kishka | REUTERS

El proyectil, de última generación, supera los escudos antiaéreos convencionales

23 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No era un misil intercontinental, pero puede portar cabezas nucleares y ha hecho sonar todas las alarmas. El Oreshnik, el cohete hipersónico de última generación que Rusia lanzó el jueves contra Ucrania, ha desencadenado decenas de reacciones en un Occidente que se apresura a blindarse. Así es que la OTAN ha convocado una reunión de emergencia con Kiev para el próximo martes, mientras Vladimir Putin sacaba músculo tecnológico por un arma, a su juicio, nunca vista hasta ahora.

«La amenaza de un conflicto global es grave y real. Ninguno de nosotros conoce cómo acabará esta guerra, pero sabemos que está adquiriendo dimensiones dramáticas y los sucesos de las últimas horas lo demuestran», sentenció el primer ministro polaco, Donald Tusk, en Varsovia. Su homólogo alemán, Olaf Scholz, calificó el lanzamiento como una «horrible escalada» —aunque sigue negándose a enviar sus misiles Taurus— y Volodímir Zelenski declaró que Putin había dado un paso más en el nivel de «brutalidad». Fue él, Zelenski, el primero en recordar a sus aliados que deben reaccionar rápido ante el peligro de esta última tecnología, que Moscú había mantenido en secreto hasta ahora y que puede superar los sistemas defensivos convencionales. Y esa reacción que pedía llegó, al menos en parte, con la convocatoria urgente de la OTAN para el martes.

El líder ucraniano pidió armamento con el que hacer frente a la nueva amenaza, a la vez que el Kremlin se jactaba de él. «Zelenski se asustó —comentó desde Bielorrusia el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov—. Comenzó a culpar a sus amos de que lo han dejado indefenso ante la última acción de la Federación Rusa». El diplomático consideró que, ya solo por eso, el lanzamiento del misil hipersónico contra una fábrica de armamento en Dnipró fue «útil».

Occidente, comprometido

La portavoz de la OTAN, Farah Dakhlallak, aseguró que los aliados seguirán brindando asistencia militar a Ucrania, igual que siempre lo han hecho, tras el lanzamiento del cohete. «El despliegue de esta capacidad no cambiará el curso del conflicto ni disuadirá a los miembros de la OTAN de apoyar a Ucrania», enfatizó en Bruselas.

Mientras hablaba, el secretario general de la Alianza Atlántica, Mark Rutte, volaba sobre el Atlántico para abordar otro frente que podría abrirse el 20 de enero, cuando Donald Trump asuma la presidencia de EE.UU. Rutte viajó en un avión gubernamental de los Países Bajos —el país que gobernó durante 14 años, hasta que renunció para ponerse al frente de los aliados— y aterrizó en el aeropuerto de Palm Beach (Florida), junto al resort de Mar-a-Lago, para reunirse con el republicano.

El neerlandés, apodado Mark Teflón por su habilidad para crear consenso en las situaciones más adversas, mencionó anteriormente que había intercambiado mensajes de texto con el republicano y aseguró que, durante su primer mandato, la cooperación entre ambos «fue positiva».

Entonces Rutte era primer ministro de los Países Bajos. Ahora deberá entenderse con un detractor de la OTAN —Trump—, gran admirador de Putin y cada vez más enrocado en su política aislacionista de «Estados Unidos primero». Durante la campaña electoral, de hecho, el magnate neoyorquino llegó a decir que alentará a Rusia a atacar a los países europeos que no aumenten su gasto en defensa.