Las heridas siguen abiertas en la comunidad haitiana de Springfield
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El odio contra ellos se extiende tras decir Trump que comen mascotas
25 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Springfield es una pequeña y apacible ciudad situada en el centro del estado de Ohio. Se trata de uno de esos lugares del Medio Oeste, erigidos entre innumerables plantaciones de maíz, donde pueden pasar décadas sin que tenga lugar un acontecimiento que llegue a los titulares de los diarios nacionales. Donald Trump borró esa paz de un plumazo durante el único debate con Kamala Harris el pasado septiembre. El candidato republicano aseguró, sin prueba alguna, que los migrantes haitianos de Springfield roban las mascotas de los vecinos para comérselas, desatando un terremoto político en la localidad y estigmatizando a una comunidad entera.
«La gente tiene miedo», asegura, conciso y directo, Reginal Silenceux, pastor evangélico haitiano, que administra una iglesia dentro de lo que originariamente fue un espacio comercial y de oficinas. «Hemos recibido bastantes amenazas. La gente no quiere salir a la calle y algunos haitianos han perdido su trabajo. La situación nos desborda», añade el religioso, vestido con un impoluto traje celeste, después de una de las misas dominicales en un templo abarrotado.
Amenazas de bomba
La migración es uno de los principales temas de la campaña electoral de Estados Unidos y el debate en torno a ella es visceral Desde que Trump habló se han sucedido más de una treintena de amenazas de bomba en colegios y edificios públicos de la pequeña localidad. También han llegado grupos extremistas de ultraderecha de distinto pelaje, colgando pancartas contra la comunidad haitiana e intimidando a los viandantes.
Springfield es, por tanto, la prueba del efecto nocivo de las noticias falsas en campaña. Tanto las autoridades locales como las estatales, cuyos líderes son republicanos, como Trump, así como las fuerzas del orden, han reiterado que no hay indicio alguno de que lo dicho por el candidato presidencial sea cierto.
La ciudad tiene 60.000 habitantes y un cuarto de ellos son haitianos que han llegado en los últimos años huyendo de la brutal ola de violencia que vive su país. Fueron atraídos por la política de reindustrialización local. Muchos trabajan en almacenes o productoras de zumo revitalizando una de las tantas urbes en declive del cinturón del óxido. El boca a boca hizo el resto.
Entre los pobladores locales hay quienes critican que están haciendo aumentar el precio de la vivienda. «Algunos no se adaptan a nuestras costumbres», recalca una vecina en una cantina de pueblo, de las de rocola, diana y billar. La muerte de un niño en un accidente provocado por un conductor migrante había supuesto también mayores críticas para la comunidad, pero fueron las palabras de Trump y los sucesos posteriores los que provocaron que muchos haitianos hayan dejado Springfield.
Romame Pierre regenta un restaurante haitiano. Llegó a la ciudad después de haber perdido a su única hija por una complicación médica surgida por no poder trasladarla al hospital ante el bloqueo de los grupos armados en Haití. Ahora lamenta que algunos de sus compatriotas estén dejando esta localidad de Ohio. «Llegamos a Springfield sin nada y ya tenemos negocios, casas e invertimos en la ciudad. No sabemos qué va a pasar con quienes se van porque empezar de nuevo no es fácil». Celebra, eso sí, que muchos vecinos se han pasado por el restaurante para darle su apoyo. «Las muestras de solidaridad han sido constantes. Nos traen flores y nos escriben cartas».
«Las palabras importan»
Viles Dorsainvil administra un centro para la comunidad haitiana situado en el mismo edificio que la iglesia de Reginal. Allí enseña inglés a los niños y da consejos legales a los suyos. Reclama más responsabilidad a los políticos. «Los líderes deben hacerlo mejor. Deben pensar en el bienestar de las personas y saber siempre que las palabras importan cuando dicen algo que pueda impactar a una comunidad entera.
Las elecciones pasarán. El 5 de noviembre será elegido un nuevo presidente o presidenta y algunos temas desaparecerán de la agenda, pero muchos temen que los daños provocados por el debate en torno a Springfield sean permanentes.