Miguel, con síndrome de Down, ya es funcionario: «Me presenté 7 veces en 11 años. Ahora la plaza es mía»

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ADRIÁN BAÚLDE

Está feliz, pero no se olvida de los compañeros que no lo consiguieron: «Que no desistan. Si no es en esta, será en la siguiente»

16 oct 2024 . Actualizado a las 12:51 h.

Miguel tiene grabado a fuego la fecha del 4 de mayo, porque ese fue el día que su vida cambió. Al fin había logrado el sueño de obtener la plaza de funcionario que tanto deseaba. A esfuerzo y tesón no hay quien gane a este joven de Pontevedra, que acaba de demostrar que esa es la clave del éxito. Y así lleva toda la vida, comprobando que todo esfuerzo tiene su recompensa.

Con apenas 32 años acaba de conseguir el trabajo de su vida. Será subalterno —conserje o ayudante de gestión— para la Xunta en la provincia de Pontevedra. Todavía no conoce el puesto que ocupará ni el destino. Está pendiente de que salgan las listas definitivas, pero no se le borra la sonrisa de la cara y no es para menos. «Sí, estoy muy contento. Me enteré el pasado 4 de mayo, que fue cuando salieron las listas provisionales. Había 28 plazas y ocupé el puesto 21. Pero después me subieron seis puntos y ahora estoy en el 15. Desde ese día supe que ya tenía la plaza asegurada, que era mía para siempre», comenta orgulloso. «Nueve personas no tuvieron ningún fallo, y hubo 16 que empatamos con uno», aclara, mientras relata que tiene una buena posición para elegir destino. Está más o menos en la mitad de la tabla, aunque ahora toca esperar, tener paciencia y confiar en la suerte para ver si suena la flauta y no tiene que salir de la ciudad para ir a trabajar. «Si no puedo ir andando, pues tendré que ir en autobús. Eso no es un problema. Lo que me preocupa es tener combinaciones. Pero no tengo problema por tener que coger el autobús», recalca.

El único con down 

Miguel se presentó a la convocatoria de discapacidad intelectual: «Fui el único con síndrome de Down en conseguir plaza», y se siente muy orgulloso por ello. Aunque no se olvida del resto de compañeros y amigos de Down Pontevedra Xuntos que también se presentaron. Se le nota en la cara que le gustaría poder compartir la alegría con alguno de ellos. «Me pongo en la piel de los demás y les digo que para adelante. Que si no es en esta, será en la próxima, y si no, en la siguiente. Pero que no desistan, porque estoy seguro de que, al final, lo conseguirán», asegura. Sabe bien de lo que habla porque él ya pasó por eso varias veces: «Aprobaba el examen, pero sin plaza. Y te da rabia. Pero siempre me decía que no pasaba nada, que si no iba en una, iría en otra. Hay que persistir». Y así fue. Nunca pensó en abandonar. Y si alguna vez esa idea se le pasaba por la mente, enseguida la descartaba.

ADRIÁN BAÚLDE

Miguel no olvida los años de sacrificio para lograr el puesto de trabajo que tanto deseaba. «Cuando decidí opositar, el apoyo de mi familia fue muy importante para llegar adonde estoy. Siempre me animaron y me dijeron que para adelante, proponiéndome metas y siguiendo un objetivo, que es ser constante. Por eso llegué a aprobar la oposición. Mis padres sabían que era un trabajo para toda la vida, pero también que me tenía que esforzar», comenta. Esa constancia se traduce en un esfuerzo diario y algunas renuncias. «Estudiaba todos los días una media de tres horas. Siempre por la mañana y algo por la tarde. Así durante 11 años. Ha sido un proceso largo. Esta es mi séptima oposición. Me presenté a la Xunta, a la Diputación y al Estado. Y luego también tuve que prescindir de algunas de mis aficiones. Como, por ejemplo, el yoga. También soy pianista, por hobby, claro; y también hago deporte: natación y ando en bici». Como se puede apreciar, a Miguel le gusta estar ocupado y es una caja de sorpresas. «La primera vez que vi todo el temario que tenía que preparar, me generó presión. También estrés. Pero, bueno, lo fui llevando más o menos bien, aunque es aburrido estudiar siempre lo mismo. Pero el esfuerzo mereció la pena», asegura. Y tanto.

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Las salidas 

Por si todo esto fuera poco, también tiene tiempo para el ocio. Precisamente, las salidas con los amigos los fines de semana fueron la única licencia que se ha permitido durante tantos años de estudio. «Tengo dos pandillas. Una es de aquí, de Down Pontevedra. Y tengo que decir que en la asociación me siento genial, todo lo hacen muy ameno. La idea partió de ellos, me ayudaron a entrar en la pandilla. Y también que mis amigos y mis compañeros me aceptaron. Y luego está la otra pandilla, que es la de la asociación Juan XXIII, y también salgo con ellos. Lo compagino», cuenta. Porque a sociable no hay quien le gane. «Por la noche me gusta salir a cenar, luego ir a tomar algo y la charla que no falte. Por la tarde, me encanta ir a jugar al billar. Y también una buena conversación tomando algo. Hablar nunca está de más. Me gusta mucho, pero con coherencia», subraya este joven que destaca por su madurez y sensatez.

«El principal impedimento que tengo para vivir solo es que los pisos están muy caros»

Miguel cuenta que uno de los motivos por el que se animó a opositar fue disponer de estabilidad laboral: «Quería estar tranquilo en ese aspecto». Para él, también es importante que las personas con síndrome de Down participen con normalidad en todas las actividades de la sociedad. Y el trabajo es una de ellas. Por eso toma más la relevancia de lo que ha conseguido.

Masajista

También reconoce que ha tenido una infancia feliz y que, lejos de lo que pudiera parecer, durante su etapa escolar nunca le pusieron piedras en el camino y siempre se sintió respetado y querido: «En el colegio, muy bien. Siempre me trataron con respeto y empatía. Me hicieron sentir uno más». Además, ya apuntaba maneras. «Fui muy estudioso y sacaba sobresalientes. Era muy constante y ese empeño fue clave para conseguir los títulos». Porque acabó la ESO y luego hizo varios cursos en la Academia Galega de Masaxe en Pontevedra, como el de quiromasaje terapéutico y deportivo y quiromasaje superior, donde estuvo varios años formándose para lograrlo. Él también trabaja como masajista en el centro de recuperación deportiva Torrado: «A la gente le gusta mi forma de trabajar. Doy masaje en algunas partes del cuerpo que están lesionadas. Bien sea en la espalda, en los brazos, en las piernas... y también en los pies. Al principio tengo que meter algo de caña para deshacer el dolor. En general, me siento también muy valorado por los compañeros y por los clientes».

Más allá de su futuro labora, Miguel también cuenta que algún día le gustaría independizarse. «El principal impedimento que tengo para vivir solo es que los pisos están muy caros. Es la única dificultad que tengo. ¡Pero claro que me gustaría! Incluso también para irme a vivir con mi pareja algún día», dice. La conoció en Down Pontevedra y llevan cuatro años juntos: «Estamos muy felices». Pues enhorabuena por partida doble.