El verano es tiempo para relajar rutinas, pero no para perderlas por completo. La conocida psicóloga te explica hasta qué punto y cómo introducir tareas: «Si no tiene motivación, le tengo que dar algún tipo de premio, pero no más de 20 días»
11 jul 2024 . Actualizado a las 18:56 h.Los niños y el verano son una combinación que muchas veces resulta difícil de manejar. Todos necesitamos un merecido descanso, pero en ocasiones, se hace cuesta arriba encontrar el equilibrio entre la diversión y seguir manteniendo los límites con los pequeños de la casa. Para ello, hablamos con Rocío Ramos-Paúl, supernanny. Ella nos da las claves para sobrevivir a los retos del verano con niños.
—¿Cómo podemos entretener a los niños en verano?
—Todos tenemos claro que tienen que tener vacaciones y descanso. Es una buena época para jugar, aburrirse y hacer distintas actividades lúdicas. Pero lo que más tranquiliza a los niños es seguir teniendo alguna rutina. Aunque no tiene que ser tan rígida como la del invierno, sino mucho más flexible, porque si uno sube de la piscina tarde, pues no va a estar pendiente de que los niños se acuesten a las nueve de la noche. Al igual que los adultos, los niños están más despiertos por las mañanas, y es cuando pueden hacer alguna actividad que se puede llamar lectura, un puzle o algo que requiera un poquito de atención. Está bien hacerlo, porque así no pierden el hábito de atender a una tarea, que luego será supernecesario en invierno.
—¿Todos los días, sin excepción?
—No, yo haría una excepción. Siempre hay unos 15, 20 o 30 días en los que me olvidaría de hacer cualquier cosa por la mañana y me limitaría a disfrutar de la playa, la montaña... Todo sería muy espontáneo. Porque es tan bueno tener límites como excepciones. Y luego dentro de esos días de rutina, pues todos intentamos hacer una vez a la semana o cada quince días alguna actividad un poco distinta, que no tiene por qué ser cara. Como salir al campo, ir de pícnic, ir a un parque distinto que tiene chorros de agua... o incluso a un parque de atracciones. Distintas actividades para el disfrute de la familia, porque te tiras todo el año «estudia, dúchate, cena bien...», pues ahora toca relajar. Si hoy tu hijo se va a dormir a casa de un vecino, pues qué bien. Si se viene a cenar con amigos, pues también qué bien. Aunque para los padres es muy difícil conciliar las vacaciones de los niños con el trabajo.
—Hay niños que no saben aburrirse...
—Y es una de las cosas que más necesitan. El aburrimiento es una de las grandes carencias que tenemos en este momento en las familias, porque no sabemos soportarlo y, sin embargo, a los niños les viene fenomenal. Es necesario para el desarrollo de la gestión emocional como adolescentes y adultos.
—¿Y cómo se consigue?
—Pues cuando te digan que se aburren, les dices que no pasa nada, que se aburran. No tiene más. Lo que quiero decir es que si permites que se aburran, van a buscar algo para salir de esa situación que les genera incomodidad. En vez de enfadarme y tirar todo lo que encuentro, en vez de gritar o decírselo a mis padres, pues me pongo a pintar o a jugar con lo que se me ocurra. Salgo de esa situación.
—¿Con el móvil hay que abrir más la mano en verano?
—La limitación no la voy a poner yo, porque cada caso es distinto y cada edad, también es distinta. Con cualquier tecnología, sea móvil u otro tipo de pantalla, el criterio tiene que ser que haya más tiempo de ocio analógico que de actividades virtuales. Esa es la referencia. Si por la mañana ha estado leyendo, luego se ha bajado un ratito a la piscina, ha comido y ha quedado con los amigos por la tarde, sí puedes ofrecerle el ocio virtual. Y siempre tenemos que ser conscientes de que es probable que lo utilice más de la cuenta. Pero también, que no es lo mismo que juegue solo con el móvil o esté viendo TikTok a que esté jugando con los amigos en la Play. De alguna manera hay una relación distinta.
—¿Qué es peor?
—Hombre, yo pienso que estar horas y horas con TikTok haciendo scroll [moviendo continuamente el dedo hacia arriba en la pantalla] es lo peor. Uno de los criterios que tenemos que tener en cuenta es que ellos incluyen, dentro de su ocio, el virtual, y lo que hay que hacer es enseñarles a utilizarlo. Porque no saben apagarlo. El control de impulsos tiene mucho que ver con eso. Y la gratificación es inmediata. Entonces, si le pones primero por la mañana una tarea como es la lectura, que es lenta, te tienes que centrar, no hay refuerzo inmediato... y luego juegas un rato con construcciones, pues le permites jugar con la pantalla un tiempo limitado. El que cada uno crea conveniente. No le puedes quitar de un plumazo las pantallas. Pero sí puedes educarle en el uso de ellas.
—¿Cómo se consigue que los niños ayuden en casa?
—Eso es poner tareas. Y es otra de las cosas que podemos hacer por las mañanas. Inclúyelo como rutina antes de bajar. Yo recomiendo mirar las capacidades que tiene cada edad para llevar a cabo determinadas tareas y te quedas sorprendido. Lo ideal sería que, por ejemplo, un niño de 8 o 9 años haga una tarea personal, es decir, ordenar su ropa, y otra tarea que sea en común, por ejemplo, recoger la mesa y ponerla, o limpiar una vez a la semana el polvo del salón.
—¿A partir de qué edad hay que poner tareas?
—Hay una tabla maravillosa que te va diciendo las capacidades de tu hijo por edades. El de 2 años y medio o 3, puede llevar la ropa al cesto después de la ducha y es suficiente. Pero con 10 o 11 años puede limpiar perfectamente un baño. Otra cosa es que lo haga mejor o peor. Que luego hay cada padre exigente que tela marinera ... No es lo mismo que yo lo haga, como adulto, que ya lo he limpiado muchas veces, que lo haga mi hijo. No puedo ser igual de exigente. Y hay que alabarle la intención, el trabajo que ha hecho. Y, si acaso, ir enseñándole. Ponerte con él y acompañarle a que aprenda a hacer las cosas contigo.
—Hay padres que trabajan todo con premios, ¿hasta qué punto es bueno?
—Los premios están muy cuestionados y hay varias opciones. Primero, si el niño se motiva simplemente con decirle cuál es la tarea que tiene que hacer y la lleva a cabo, pues fenomenal. Pero siempre creo que es buenísimo hacerle alguna alabanza, sobre todo, al principio. «¡Qué bien te ha quedado la habitación!». Luego, viene la otra parte, que tu hijo se niega a hacerlo de cualquier manera, no tiene ninguna motivación intrínseca, pues tengo que decirle qué va a obtener. Le tengo que dar algún tipo de premio para que surja esa motivación.
—¿Para siempre?
—No, al principio. Por ejemplo, yo lo que quiero es que mi hijo ordene su ropa y estire la cama, si se niega y no lo hace es porque no hay motivación. ¿Qué tengo que hacer? Pues decirle: «Cuando tú cumplas con esa parte, a cambio hacemos algo que te guste». Y una vez que lo lleva a cabo, esto solo puede ser un proceso de 15 o 20 días, no más. A partir de ahí, o bien te pido más esfuerzo para que obtengas la recompensa o ya desaparece. «Si durante toda la semana ordenas la ropa como hemos quedado y estiras la cama, el viernes eliges tú la cena o nos quedamos más tiempo en la piscina». Pero luego esa recompensa tiene que desaparecer. El problema es que la gente piensa que en cuanto el premio desaparece, el niño deja de hacerlo, pero no es verdad. En la inmensa mayoría de los casos se ha generado una rutina en el niño, un hábito. Y con el tiempo, aparecerá la motivación intrínseca, la de «me gusta que mi habitación esté ordenada».
—El tiempo libre también hace que haya más discusiones familiares. A veces es inevitable discutir delante de los niños...
—Lo mejor que puedes hacer es no discutir delante de ellos. Ahora bien, cuántos padres no han discutido delante de sus hijos. Tampoco se les puede pedir la perfección. Hay muchas horas de convivencia y tensa mucho tener a los hijos en casa todo el día, con lo cual, lo más probable es que haya una discusión en algún momento. Incluso que eleves el tono, porque te pilla enfadado, porque vienes de trabajar o por lo que sea, esa es la realidad. ¿Qué tienes que hacer entonces? Pues igual que te ven discutir, que también te vean hacer las paces.
—Hay padres que tampoco muestran ningún tipo de afecto físico entre ellos delante de los hijos, como si fueran hermanos...
—Cada padre es distinto, y de unos se aprenden unas cosas y otras de otros. Sería estupendo que vieran una relación afectiva a nivel físico, pero si no la hay, a lo mejor aprenden otras cosas a nivel de comunicación. Que sea respetuoso, que pueda llegar a acuerdos sin discutir... Una cosa es lo ideal y otra la realidad. Y hay padres que son menos efusivos en las manifestaciones físicas.