La mujer de Assange comparece por él a su llegada a Australia y pide tiempo y espacio
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La abogada del activista denuncia que el caso «sienta un peligroso precedente»
26 jun 2024 . Actualizado a las 22:10 h.En silencio, pero con el puño en alto. Así regresó el miércoles Julian Assange a su Australia natal. Acababa de acordar su libertad con la Justicia estadounidense, catorce años después de una filtración histórica de documentos clasificados del Pentágono. Catorce años de calvario y persecución para el fundador de WikiLeaks, con la sociedad dividida entre quienes lo ven como un pirata imprudente y narcisista y quienes lo alaban como un mártir que dijo la verdad.
Assange aterrizó en el aeropuerto de Camberra a las ocho menos veinte de la tarde local. En poco más de 24 horas había salido de Londres, realizado una escala en Bangkok y comparecido en Islas Marianas del Norte como parte del pacto con Washington. Rodeado por el Pacífico, apenas pudo contener las lágrimas cuando el juez aseguró: «Este caso termina conmigo aquí en Saipán. Ahora que hay algo de paz, necesita restaurarla en usted mismo cuando salga y persiga su vida como un hombre libre».
Y Assange obedeció. Salió del jet privado —el mismo que llevó a Taylor Swift a la Super Bowl en febrero— enfundado en un traje oscuro, con camisa blanca y corbata. Alzó los brazos. Saludó a decenas de medios de comunicación y seguidores que lo esperaban y lo vitoreaban. En la pista de aterrizaje besó a su mujer, Stella, abrazó a su padre, John Shipton, y lejos de la imagen confiada que desprendía en sus inicios al frente de WikiLeaks, se mantuvo discreto y decidió no declarar en la rueda de prensa que estaba programada.
Volver a ser una familia
«Julian quería estar aquí hoy, pero me ha pedido que yo lo haga —declaró Stella Assange ante más de cien periodistas que esperaban a su marido—. Necesita tiempo, necesita recuperarse. Os pido por favor que nos deis el espacio y la privacidad para encontrar nuestro lugar, para que nuestra familia vuelva a ser una familia, antes de que pueda hablar de nuevo cuando él elija». Tanto ella como Assange dieron las gracias al primer ministro australiano, Anthony Albanese, un férreo defensor de la puesta en libertad del activista. «Me ha salvado la vida», le dijo el propio Assange en una llamada de teléfono.
«Tuvo que declararse culpable»
La abogada del ciberactivista, Jennifer Robinson, subrayó que el caso «sienta un peligroso precedente». Supone la criminalización del periodismo, sostuvo, y añadió que, «desafortunadamente», Assange tuvo que declararse culpable para «recuperar su libertad».
Las declaraciones de Robinson llegaron al mismo tiempo que un tuit de Stella Assange. Pedía ayuda a los seguidores de su marido para pagar la «enorme deuda de 520.000 dólares» con el Gobierno australiano por el vuelo fletado. Al hacker no se le permitió volar en líneas comerciales a Saipán, ni desde allí a Australia.