El rol de Catar como negociador entre Israel y Hamás

Carlos San Claudio AL DÍA

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El primer ministro catarí, Sheikh Mohamed bin Abdulrahman al Thani, el 15 de junio en la cumbre de paz global de Suiza.
El primer ministro catarí, Sheikh Mohamed bin Abdulrahman al Thani, el 15 de junio en la cumbre de paz global de Suiza. URS FLUEELER / POOL | EFE

20 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde el 7 de octubre del pasado año todas las miradas se han vuelto hacia Oriente Medio buscando respuestas sobre qué se esconde detrás del conflicto en Gaza. Supondría un fracaso pensar que estas llegarán en formato tuit (con una extensión no superior a los 280 caracteres), puesto que son numerosas las variables a tener en cuenta, desde el punto de vista político hasta el religioso. Cualquiera que se preste a indagar con una mayor profundidad sobre el enfrentamiento entre Israel y Hamás, concluirá que, en vez de una lectura sosegada, necesitaría de un doctorado en toda regla.

Con todo, buena parte de esas ansiadas respuestas se ubican en el Emirato de Catar que, con once mil kilómetros cuadrados (alrededor de un tercio de la extensión de Galicia) y uno de los mayores yacimientos de gas del planeta, ha venido marcando buena parte del ritmo de los últimos acontecimientos en esa región del globo.

De entre todos los actores que componen la balanza de equilibrios tras la contienda, ninguno de ellos cuenta con la capacidad de Catar para mantener un diálogo fluido en ambas direcciones, fruto de sus relaciones diplomáticas multilaterales basadas en gran medida en la exportación de hidrocarburos, jugando un rol fundamental en las negociaciones que lidera, junto a Egipto, de cara a alcanzar un alto el fuego en Gaza.

El artículo 7 de la Constitución catarí aspira a que las relaciones exteriores del emirato pasen por la política de no intervención y la «resolución pacífica de conflictos internacionales», y para muestra un botón: desde el 2012 Hamás mantiene en Doha su oficina política, a la vez que EE.UU. despliega en el emirato su mayor base militar en el Golfo.

Sin lugar a duda, Catar ha hilado muy fino hasta el momento. Sus vínculos con Hamás no solo se han limitado a albergar su sede política en Doha, donde además reside su cúpula dirigente, sino también al soporte económico prestado en los últimos años, permitiendo a Hamás mantener el control sobre la Franja de Gaza. Y todo ello mientras el grupo palestino es considerado por Washington como organización terrorista.

Hace apena un mes Israel anunciaba el cierre de la emisión de Al Yazira en su territorio, un golpe importante para el posicionamiento del emirato, que utiliza dicho medio de comunicación como principal mecanismo de influencia en el extranjero. La balanza de equilibrios es complicada y Doha no puede permitirse pasar de ser mediador a portavoz de los intereses de Hamás, quien continúa torpedeando el acuerdo de alto el fuego con Israel.

Como respuesta, fuentes gubernamentales cataríes han dejado entrever un posible distanciamiento con los líderes gazatíes, condicionando su presencia en el emirato a una postura favorable en los acuerdos con Tel Aviv. La balanza no puede ni debe inclinarse hacia Hamás, más aún cuando EE.UU. es el segundo gran importador de bienes y servicios en el emirato. Mientras, Catar continúa avanzando en una cuerda floja cuyos extremos, cada vez más tensos, podrían llevarle a una pérdida del delicado equilibrio que mantiene en Oriente Medio.