El efímero sueño de la laboralista Yolanda Díaz

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira REDACCIÓN / LA VOZ

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La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una reunión del Grupo Parlamentario de Sumar.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en una reunión del Grupo Parlamentario de Sumar. A. Pérez Meca | EUROPAPRESS

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo dimite como líder de Sumar tras la debacle electoral en las europeas

10 jun 2024 . Actualizado a las 18:57 h.

Yolanda Díaz (Ferrol, 1971) tenía un sueño desde pequeña: construir un mundo mejor a través de la política. Lo contaba siempre en las entrevistas. Y en las conversaciones personales. A esa convicción llegó de pequeña. Su padre, Suso, un histórico sindicalista del naval ferrolano que llegó a liderar Comisiones Obreras en Galicia, le contaba historias de pequeña. Y la soñadora Yolanda compró el relato y se empleó con fuerza en la política.

Como no podía ser de otra forma por sus orígenes familiares, empezó en el Partido Comunista. Conserva aún la militancia en la formación de la hoz y el martillo. Esas ideas son, junto al bienestar de su preadolescente hija Carmela y su familia, los pilares de su vida.

Se estrenó como concejala en Ferrol en el 2003 y llegó a ser concejala de gobierno con Vicente Irisarri en el que fue su primer pacto con el PSOE. Duró poco el acuerdo, pero colocó a Díaz en la primera línea de la actualidad durante meses por su tensa rivalidad con el regidor ferrolano.

Venía de ejercer como abogada laboralista —es licenciada en Derecho por la Universidad de Santiago— y de sacar el 0.5 % de los votos en su primera candidatura a presidenta de la Xunta en el 2005, el año de la derrota de Fraga.

Pero Ferrol era una catapulta. Sus conexiones con la dirección de Izquierda Unida en Madrid la convirtieron en pieza clave para crear primero Alternativa Galega de Esquerdas (2012) y luego En Marea (2015), y dar así el salto a la política autonómica. Aquellos artefactos electorales lograron un importante apoyo en las urnas, pero acabaron fragmentados y enfrentados. Sonada fue la descripción que Xosé Manuel Beiras, el estandarte del rupturismo gallego, hizo de ella. «Foi a primeira persoa que me traizoou», ratificó más educadamente en el 2017. Un año antes, Beiras la acusó de «intentar sacarme do medio» y de «deixar na estacada á xente» tras conocer su marcha a Madrid.

En Marea era para entonces un polvorín. Y Díaz aprovechó su sintonía personal con Pablo Iglesias, al que había contratado para dirigir la campaña gallega en el 2012, para dar el salto a la nueva política. Lo hizo como número 2 por A Coruña y llegó a encabezar una lista por Pontevedra cuando los sondeos así lo aconsejaron.

El periodista Luca Constantini, autor de una biografía no autorizada, siempre la situó en el sector errejonista. Pero fue Iglesias el que la promocionó primero a ministra, luego a vicepresidenta y finalmente a líder de Sumar. «Hace mucho que no me hablo con ella», confesó antes de imitar a Beiras y confesar su decepción con ella.

Díaz intentó en los últimos años reflotar la izquierda a la izquierda del PSOE con una mezcla de sonrisas a sus teóricos aliados y mano dura hacia sus exaliados de Podemos. Pero las urnas han sido duras con los dos bandos.

Con Yolanda, siempre hay que pensar en que no es un adiós. Solo un «hasta la próxima aventura». Porque solo renuncia a la dirección de Sumar, no a la política.