Un crítico gastronómico le da solo un aprobado al restaurante de Arguiñano: «Tampoco es para volverse loco»

Iago García
I. GARCÍA LA VOZ

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El creador de contenido Pablo Cabezali, que cuenta con más de 600.000 suscriptores en el canal de YouTube «Cenando con Pablo» acudió al establecimiento que el conocido cocinero de la televisión tiene en Zarautz, Guipuzkoa

11 abr 2024 . Actualizado a las 18:08 h.

«Es un restaurante sencillo, no es una cocina que dices, ¡qué sabor!, ¡qué platos tan bien preparados!, si tuviera que darle nota sería un 6 o 6 y medio». Esa es la conclusión a la que llega Pablo Cabezali, influencer gastronómico, tras probar una decena de platos en el Restaurante Karlos Arguiñano de Zarautz. El establecimiento, ubicado en el Hotel Ka, propiedad del popular cocinero televisivo, ofrece vistas al mar en esta localidad de la provincia de Guipuzkoa. «Este salón es donde el propio Karlos daba de comer a las mesas y dejó de venir aquí tan asiduamente cuando empezó en la tele en el año 1990» relata Cabezali. Considera el espacio de corte «clásico», con «sillas como las de la casa de mi abuela», en un vídeo que ya han visto más de 90.000 personas en su canal de YouTube, Cenando con Pablo. Ahí cuenta además con 600.000 suscriptores. En el resumen en su perfil de TikTok de su comida en el local del creador del concepto «rico, rico y con fundamento», la cifra de visualizaciones rebasa las 700.000 visualizaciones.    

@cenandoconpablo

Comiendo en el Restaurante de Karlos Arguiñano en Zarautz (País Vasco) - Al final del video cuanto pagué 💶#karlosarguiñano #zarautz #paisvasco

♬ sonido original - CENANDO CON PABLO

A pesar de la conclusión a la que llega el gastrónomo, reconoce la buena mano en la cocina en varios de los platos que degusta. No es el caso de la ensalada de txangurro, donde «los brotes son demasiado amargos, no me pegan mucho, no lo veo un buen plato». O de la tarta de queso: «algo densa, mala no me parece». Pero alaba las pochas con almejas («mola mogollón, qué pena tener solo tres almejitas»), el pulpo ajoblanco («me gusta en textura, en punto, en sabor»), el magret de pato («de matrícula de honor, mirad qué curjiente»), la chuleta de vaca («muy bien de punto, perfectamente atemperada») o la copa de Eva, postre ideado por la hermana del cocinero («¡qué rica está la mousse de queso, parece como nata montada»).

Lo cierto es que la crítica al restaurante es profunda al haber degustado diez elaboraciones distintas y considera tras reconocer lo mucho que comió, «madre mía, cómo me estoy poniendo», llega a decir en algún momento, adecuada la «relación calidad-precio». Paga en total 137,70 euros. Sin embargo, considera el restaurante como de elaboraciones «sencillas», precisando que «no tiene grandes platos». Buena parte de los comentarios al vídeo recuerdan a este creador de contenido que la cocina tradicional que practica el cocinero vasco se basa en primar el producto sin demasiados artificios, algo que no consideran que deba ser penado en la nota final. «Aburrido creo que no es el adjetivo para nada de esa carta», afirma un espectador que ha visto el vídeo en relación a los posibles menús que ofrece el restaurante.