Estafas del amor: cuál es el perfil de los delincuentes, qué víctimas eligen y cómo es su «modus operandi»

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ArtMarie | iStock

El «romance scam» se ha convertido en uno de los métodos de ciberdelincuencia más comunes en los últimos años. Los criminales se hacen pasar por personas con gran solvencia económica o hasta por el mismo Brad Pitt, y consiguen engañar y esquilmar durante meses y años a personas en sus momentos más vulnerables. Timo del amor en Ponteareas: liga por Tinder y estafa 83.000 euros y joyas

09 mar 2024 . Actualizado a las 11:10 h.

Las estafas del amor, conocidas como romance scam en los círculos criminalísticos, han pasado de ser episodios puntuales y llamativos a convertirse, en los últimos años y con el auge de las redes sociales y la accesibilidad de las cuentas bancarias online, en una de las formas de ciberdelincuencia más comunes a lo largo y ancho del mundo. Desde verdaderos estafadores del amor que llegan incluso a formar parte de la vida de sus víctimas, a redes criminales con ramificaciones en varios países, los delincuentes se hacen pasar por exitosos hombres de negocios, por personas con profesiones itinerantes o hasta por famosos del calibre de Brad Pitt o de estrellas de países lejanos, como el actor chino Luo Yinxi, uno de los últimos conocidos y que ha afectado a una mujer gallega que a punto estuvo de abandonar a su marido y a sus hijos.

¿Cómo es un estafador del amor? El perfil psicológico

Todos los expertos coinciden en que el perfil del estafador del amor es el de una persona solitaria, bastante antisocial y con ciertos rasgos psicopáticos. «Carece de empatía», explicaba a La Voz el psicólogo Sergio García.

Son personas, por lo general, muy egocéntricas, narcisistas, amorales y emocionalmente planas, lo que les permite analizar con frialdad a sus «presas» y cuya falta de remordimientos les hace más fácil seguir adelante con su objetivo de esquilmar a sus víctimas a pesar del daño emocional que causan.

Lo que sí tienen desarrollada es la inteligencia social y de comunicación. Son capaces de calar a una persona en cuestión de minutos, de localizar sus puntos flacos, sus temas sensibles y su perfil emocional y cultural. Como destacan los expertos psicólogos criminalísticos, para ellos, sus víctimas solo son elementos de los que se puede sacar beneficio. «Son un parásito en busca de un huésped», coinciden la mayoría de los expertos.

Aunque, eso sí, suelen funcionar mejor o bien a través de redes sociales o bien en el cara a cara. En todo caso, en encuentros bidireccionales, para así evitar el juicio de posibles espectadores o que los acompañantes de la víctima puedan destapar sus posibles incoherencias o hacer presión contra él. «Está cómodo en el tú a tú. No les gusta los niveles sociales comunitarios», asegura García.

Sus primeras víctimas suelen ser, a menor escala, sus familiares y amigos ya desde la infancia, lo que les permite ir desarrollando sus capacidades de identificación y análisis y a ir conformando, a base de prueba y error, su personaje. Son hábiles manipuladores con la habilidad de dar la impresión de que tienen fuertes sentimientos y que lo dan todo por la persona supuestamente amada. Durante buena parte del tiempo, muchos de ellos actúan como el prototipo de pareja perfecto, ya sea en persona o de manera online, y consiguen encandilar a sus víctimas en base a unos encantos que no siempre son tan evidentes. «Era bajito y sin dientes, pero te cautivan otras cosas de él», confesaba una víctima de Rodrigo Nogueira, el donjuán de Marín

Aunque no es necesariamente así durante todo el proceso. El propio Nogueira, según contó alguna víctima, llegó a agredirlas físicamente y a menospreciarlas con insultos.

Las redes criminales

En algunos casos, no pocos, estas estafas del amor forman parte de estructuras más complejas y no de una sola persona. Aunque actúan mediante un perfil individual, se trata de organizaciones locales o internacionales cuyo único propósito es estafar.

El caso denunciado por un hombre de Lugo, al que un supuesto romance por internet le robó 17.000 euros, había sido orquestado entre Ferrol, donde una mujer ejercía de mula financiera, y Costa de Marfil. Una red que llegó a mover hasta 50.000 euros en dos años.

Otra red, que operaba en toda España y que se empezó a investigar tras la denuncia de una mujer de Granada, tenía su centro neurálgico en Lugo.

Y uno de estos grupos criminales operaba desde A Coruña, donde sus integrantes se dedicaban a seducir a mujeres jóvenes para empezar con ellas una relación de pareja, acceder a sus cuentas bancarias y, tras conseguir el efectivo en mano, bloquear sus finanzas personales.

¿Por quién se hacen pasar?

Hay varios tipos de perfiles de delincuentes en las estafas del amor. En algunos casos, se inventan una identidad con una situación personal emocional y económicamente delicada, despertando la empatía de sus víctimas ante su aparente desamparo. Una gran mayoría, en cambio, optan por la estrategia contraria: juegan a la psicología inversa, haciéndose pasar por una persona triunfadora y con alto nivel adquisitivo, de modo que la víctima baje la guardia y no sospeche del posible timo económico. Y, en ocasiones, se arriesgan mucho más y suplantan la identidad de personajes de gran fama mundial

Personas con dificultades económicas

En el primer caso, el de los que se hacen pasar por personas en situación de desamparo, hay varios casos en Galicia. Por ejemplo, uno cuya víctima fue un pensionista coruñés de 75 años, que se creyó la historia de una supuesta mujer rumana, de 45 años y residente en Madrid, que empezó a necesitar dinero para ayudar a sus padres en su país natal o para pagarse operaciones propias y de sus familiares.

Otra de este tipo fue perpetrada por un hombre, haciéndose pasar por una chica sin ingresos, en dificultades económicas y con una madre enferma de cáncer, que timó a un vecino de Sanxenxo.

Rodrigo Nogueira, el donjuán de Marín
Rodrigo Nogueira, el donjuán de Marín

El caso del famoso donjuán de Marín, Rodrigo Nogueira, también ha tocado esta estrategia cuando le convino, ya que si algo le caracterizaba era su capacidad para adaptarse a sus víctimas. En muchas ocasiones, rodeaba la historia de su vida de un pasado dramático, en el que sus padres o hermanas habían fallecido en un accidente, habían sido víctimas de las drogas o incluso tenían una terrible y larga enfermedad. 

Personas con alto nivel adquisitivo

Pero Nogueira siempre fue versátil en su camaleónica estrategia a lo Atrápame si puedes, y también usó la segunda fórmula. A veces era astronauta, otras espía, podía ser hacker, tatuador, técnico de una empresa tecnológica o hasta chef de élite. Lo que fuera necesario con tal de captar a sus víctimas.

Con este segundo método hay muchos casos. Es muy habitual que se hagan pasar por militares estadounidenses, como los casos que afectaron a personas en Moraña, en Lugo o en A Pobra do Caramiñal; un ingeniero que residía en Turquía, a una vecina de Ames; un médico en São Paulo, a una coruñesa; el piloto de aerolíneas que operaba su estafa desde Cambados o el capitán de barco australiano que estafó a una mujer de O Milladoiro. También el caso del vigués que, aparentando un alto estatus económico, consiguió que tanto su novia, de Oia, como los vecinos y familiares de esta invirtiesen en negocios que eran solo humo.

En uno de los casos recientes más trágicos, el de Morata de Tajuña que acabó con el asesinato de los tres hermanos jubilados Amelia, Ángeles y Pepe Gutiérrez Ayuso, los estafadores se hacían pasar por militares, uno de ellos a la espera de cobrar una herencia millonaria como consecuencia del fallecimiento del otro.

También el catalán Albert Cavallé, quizás el estafador del amor más famoso de España, con decenas de afectadas, les hacía creer a sus víctimas que gozaba de una gran solvencia económica, debido a su —falsa— profesión de abogado, cirujano, inversor o hasta como el millonario hijo del propietario de la famosa Clínica Planas de Barcelona, dedicada a la cirugía estética. Las convencía de que tenía cuentas en Panamá o que sus padres tenían dinero en cuentas bancarias de Andorra, desde donde les devolvería los importes prestados por ella.

Albert Cavallé, en una imagen de archivo
Albert Cavallé, en una imagen de archivo

Otro de los más conocidos, el alavés Francisco Gómez Manzanares, que engañó a varias decenas de personas, tanto mujeres como hombres, se hacía pasar por representante de Fórmula 1, miembro del equipo técnico del Barça, hijo de los propietarios de famosas bodegas de vino o de una familia adinerada de Brasil, sargento de Salvamento Marítimo en Galicia o piloto de avión. Bajo este pretexto es como estafó a una mujer de Ourense, una ingeniera con la que llegó a convivir una buena temporada.

A este perfil se adscribía también el caso de Simon Leviev, el famoso «estafador de Tinder» que cuenta con serie de Netflix y todo, y que no solo simulaba tener un lujoso estilo de vida al venderse como heredero de un multimillonario ruso del negocio de diamantes, sino que, con el tiempo, y a base de esquilmar hasta 10 millones de dólares a sus pudientes víctimas a través de una estafa piramidal, consiguió vivir realmente esos lujos. Al final todo se destapó. El hombre, que había usado múltiples personalidades, resultó ser el israelí Shimon Yehuda Hayut, nacido en la periferia de Tel Aviv y de familia ultraortodoxa.

Famosos: de Brad Pitt a Luo Yunxi

Tanto Cavallé como Gómez Manzanares o Leviev ya flirtearon con los nombres conocidos, al hacerse pasar por hijos o herederos de personas fácilmente localizables con un poco de investigación. Pero algunas estafas fueron más allá. Y es que el engaño puede venir del mismísimo Brad Pitt que engañó a una vecina de Granada, del actor de Stranger Things Drace Montgomery en una historia que acabó en divorcio para su víctima o, más recientemente, el sonado caso en Galicia, en el que el criminal se hizo pasar por un actor chino de moda, Luo Yunxi.

Uno de los burdos montajes que recibían las mujeres estafadas
Uno de los burdos montajes que recibían las mujeres estafadas

¿Cómo es el «modus operandi»?

El proceso seguido por los estafadores del amor no tiene un efecto, ni mucho menos, inmediato. Muy al contrario, es un proceso largo, que dura meses o años, en el que busca ir derribando todas las murallas emocionales de las víctimas y desactivando las alarmas para conseguir manipularlas a su antojo. Un camino en el que el delincuente tiene por objetivo que su objetivo se le identifique con alguien honrado, honesto y confiable.

El primer paso es conocerse. Normalmente, los delincuentes, ya sean un individuo o una red criminal, localizan a sus víctimas, se informan sobre ellas y entonces las contactan a través de redes sociales. Puede ser Facebook, Instagram o aplicaciones de ligue, como Tinder. Se crean un atractivo perfil en redes sociales para así atraer a su víctima y seducirla.

Ha habido alguna excepción, como el del estafado de 75 años en A Coruña, que había puesto un anuncio en el periódico en el que explicaba que era un «hombre muy cariñoso, honrado y sensible» que buscaba compañía y «una relación sincera y para toda la vida», lo que sirvió de cebo para el o la delincuente.

En algunos casos concretos, los estafadores conocen a sus víctimas a la vieja usanza, en persona. Fue el caso de una enfermera de Santiago, que se enamoró de un celador del hospital de Conxo que se aprovechó de ella económicamente durante dos años. También Javivi, el donjuán gay de Vigo que, antes de contar con redes sociales, ya seducía a hombres para luego estafarlos usando sus DNI para abrir cuentas bancarias a las que él tenía acceso. Es el caso, asimismo, del detenido en Vigo que convenció a su pareja y a sus allegados para invertir en humo.

La segunda fase, la de la seducción, es crucial para estos delincuentes, ya que son conscientes de que, hasta este momento, no hay nada que distinga este incipiente proceso criminal de cualquier relación sentimental en ciernes. Los timadores, hábiles manipuladores, valoran primero las debilidades de sus potenciales víctimas, que normalmente están pasando una situación anímica y emocional difícil, para utilizarlas luego a su favor.

Son conscientes de que algunas personas se ven atraídas por el éxito y desactivan las alarmas ante personas con alto nivel económico, mientras que otras conectan más con la problemática de personas en situación de vulnerabilidad. Por eso, algunos de los más conocidos estafadores son camaleónicos y cambian tanto de perfil según la circunstancia.

El embaucador, haciéndose pasar por una persona encantadora, fiable y empática, cautiva entonces a su víctima a través de un tira y afloja para ver hasta dónde puede llegar con su potencial objetivo. En relaciones a distancia, evita los encuentros, con cientos de excusas normalmente amparadas en complicados trámites o en percances económicos, pero siempre entre palabras de cariño. «Me decía cosas muy bonitas. Me daba mucho ánimo y cariño. Me hizo olvidar la soledad. Pasaba el día esperando el momento de volver a charlar con ella a través del WhatsApp. Volví a sonreír», comenta el pensionista coruñés de 75 años afectado por una de estas historias.

Básicamente, su estrategia se sustenta en «apoderarse, desde un lugar fantasma, de la voluntad de una víctima que atraviesa un momento crítico y, jugando con sus sentimientos, estafarlos tanto íntima como monetariamente», explica Estanislao de Kostka Fernández, abogado de dos casos.

Y es ahí, creada ya la dependencia emocional por parte de la víctima, cuando el estafador pasa a la acción. Llega la fase del engaño. Una de las estrategias más habituales para dar este paso definitivo es anunciar un evento sustentado en la ilusión: un inminente encuentro en persona o una mudanza al lugar de residencia del afectado, para nutrir así el ansia de la víctima. Pero, de repente, surge un contratiempo que se lo impide. Puede ser un bloqueo temporal de su cuenta bancaria, la imposibilidad de acceder a sus fondos por estar fuera del país, un robo o un arreglo para el que se necesita una ayuda económica, que en principio no es necesariamente sustancial. Y con el añadido de que se comprometen a devolverlo inmediatamente. La víctima «se piensa que lo va a dar todo, entran dentro de una espiral: se enamoran, idealizan a su pareja y no encuentran ningún defecto», señala el psicólogo Sergio García. Y los criminales ayudan a esta sensación haciendo ver la vergüenza que les supone tener que pedirles dinero.

Por ejemplo, en el caso del vecino de A Coruña de 75 años, la supuesta chica, rumana y residente en Madrid, le cuenta que sus padres van a perder la casa en Rumanía y que necesita 6.000 euros para ayudarlos. una primera prueba de fuego para testar su reacción. En el caso de este afectado, ahí empezó la sangría: de repente, necesitaba reparar la vivienda por una explosión de gas, gastos médicos para su padre enfermo o un ingreso propio en un hospital privado. Todo, bajo la amenaza latente de no poder seguir adelante con sus planes de mudanza si no se arreglaban esos problemas.

En el caso de los supuestos militares, se inventan que, al estar desplazados, no tienen acceso a sus cuentas bancarias en sus países de origen, por lo que necesitan el dinero para arreglar los visados o para comprarse algún vuelo.

El trágico crimen de Morata de Tajuña tenía cierta sofisticación. Las hermanas se escribían con dos militares; uno de ellos falleció y el otro necesitaba dinero para el papeleo necesario para cobrar la sustanciosa herencia de su compañero, que luego repartiría con las afectadas.

En perfiles como el donjuán de Marín, Javivi, Albert Cavallé o Simon Leviev, sí se llegaban a conocer en persona con us víctimas, pero, por diversas circunstancias, convencían a sus parejas para sufragar sus gastos y sus caprichos bajo la promesa de reembolsárselo tan pronto pudieran. Cosa que, por supuesto, nunca sucedía.

Simon Leviev
Simon Leviev

Son conscientes de a sus parejas les da todavía más vergüenza negarse a prestarles ayuda o incluso a presionarlos para que devuelvan el dinero. «¿Tú le negarías 1.500 euros a tu pareja?», preguntaba retóricamente una de las afectadas.

En un momento dado, habiendo hecho saltar ya las alarmas, llega el momento del conflicto. Es una etapa aún complicada, cuando la víctima todavía no ha conseguido salir del todo del engaño, pero cuando empieza a exigir ciertas garantías. En esta fase, los estafadores cambian de tono, empiezan a ser más intimidantes o a hacer luz de gas, acusando a la víctima de emparanoiarse con teorías absurdas o amenazando con acabar la relación. El donjuán de Marín, además de aplicarles a sus parejas calificativos como «barriobajera» o «gentuza», también las menospreciaba y les hacía ver el error que estarían cometiendo dejándolo: «Eres insignificante y puedo hacerte desaparecer», llegó a decirle a una.

Llega entonces el momento de desaparecer. Dejan de contestar —lo que se conoce como ghosting— y se van hacia su siguiente víctima, inventándose una identidad nueva, con otro nombre y otra profesión si hace falta. El donjuán de Marín fue, por ejemplo, Roy Pérez Alonso, Alex MacLoud o Leto Scorssi, y con profesiones tan variadas como espía, hacker, tatuador, técnico de una empresa tecnológica o chef de élite.

¿Cuál es el perfil de la víctima?

Las víctimas, según han analizado los expertos, suelen ser «personas vulnerables y con necesidad de amor», como nos explicaba el psicólogo Sergio García, que aprecia que entran dentro de una espiral que las acaba llevando a confiar plenamente en los estafadores: «se enamoran, idealizan a su pareja y no encuentran ningún defecto».

Aún así, según añade el abogado de varios casos, no necesariamente son personas débiles. Incide en que nadie está libre de poder caer en las redes de estos embaucadores en un momento dado, ya que «la falta de compañía, la soledad o un simple momento de bajón basta para sucumbir a esos delincuentes que, desgraciadamente, hacen muy bien su trabajo».

Según datos manejados por asociaciones de víctimas, como la que opera con la web estafasemocionales.es, una gran mayoría son personas de mediana edad, desde los 45 años en adelante, que están solas —viudas, solteras o divorciadas—. Y un alto porcentaje —alrededor del 75 %— son mujeres de entre 65 y 75 años. El rango de edad no es casual, ya que confluyen varios factores: al no ser nativos digitales, tienen poco manejo de las redes sociales y son menos conscientes de la importancia de la ciberseguridad; suelen tener una economía más estable o ciertos ahorros, y, además, los tabúes sociales y la menor socialización hacen que mantengan la relación virtual en secreto durante más tiempo en su entorno, que normalmente es el que ayuda a activar las alarmas.

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¿Qué efecto tienen en las víctimas?

«No deja a la gente sin sus ahorros; la deja destruida emocionalmente», comenta el letrado De Kostka Fernández, «las víctimas quedan destrozadas, y no solamente por el dinero». Sobre todo, por ver «cómo han jugado con lo más íntimo de uno, con su amor y con sus sentimientos», dice el letrado. A la propia estafa se suma también la sensación de un duelo por el final de una supuesta relación amorosa.

Además, la vergüenza por haber caído en las redes de los estafadores, y la confianza ciega que habían depositado en ellos, provoca que la denuncia llegue, muchas veces, más tarde de lo que debería. «Tienen que reconocer que han sido vilipendiadas, que no pudieron ver que eran manipuladas y que accedieron a peticiones económicas», avanza el psicólogo Sergio García.

No solo eso. Esas personas también se someten al escrutinio público, dado el eco mediático de estos casos. 

Pero el letrado Stanislao de Kostka, que ya ha llevado varios timos del amor, recuerda que «todos somos muy fuertes y listos hasta que dejamos de serlo», y que nadie está libre de caer en las manos de estos manipuladores profesionales.