El conserje del edificio calcinado en Valencia recuerda cómo salvó a una vecina: «Vino una llamarada, la cogí y la saqué»
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Calcula que llegó por una escalera paralela hasta, al menos, el décimo piso, pero que la presencia de «muchísimo humo» no le permitió avanzar más
24 feb 2024 . Actualizado a las 21:54 h.Julián, el portero del edificio calcinado del barrio de Campanar, formó parte del multitudinario y sentido minuto de silencio, en memoria de las diez víctimas mortales del incendio, que tuvo lugar ayer en la plaza del Ayuntamiento.
El conserje, que empezó en el cargo en el 2009, se armó de valor y, piso a piso, fue avisando cómo pudo a los vecinos para que desalojaran rápidamente el inmueble. Pese al humo, los nervios y la veloz voracidad de las llamas, calcula que llegó al menos al décimo piso por una escalera paralela a la de uso común. La presencia de «muchísimo humo» no le permitió avanzar más.
Entonces colocaron unos ventiladores grandes «para sacar el humo y la cosa se puso peor», caían las planchas ardiendo, y Julián se refugió en un rincón de la entrada para, después, salir y cruzar hacia fuera, momentos en los que -—reconoce— lo pasó mal.
Ha señalado que el fuego avanzó muy rápido, y entre el incendio y el humo llegó un momento que ya no se podía bajar.
«Es muy duro, es muy duro ver todo eso, la verdad, es muy duro», confesaba ayer el portero. Él conocía a todos los residentes. Tanto a los que perdieron la vida en el siniestro como a una señora mayor a la que logró avisar a tiempo. En cuanto abrió la puerta de sus vivienda, recuerda cómo «vino una llamarada» por la ventana del piso. También jugó un papel crucial para desalojar con éxito a otro vecino en silla de ruedas. La mujer que rescató vivía en la puerta 72, cerca de la número 86, en la que se inició el fuego. Julián reconoce que son muchos los vecinos que le han agradecido su labor en el homenaje en la plaza del Ayuntamiento.
Sara y Amar, rescatados en un balcón tras más de dos horas de angustia: «Damos gracias por estar vivos»
El jueves cuando las llamas comenzaban a extenderse por todo el edificio de Valencia, las cámaras se fijaron en ellos. En uno de los balcones se movía una pareja. Intentaban taparse como podían y les gritaban y hacían gestos a los bomberos. Sentían que se les acababa el tiempo. Tras dos horas y media de agónico trabajo de los servicios de extinción, conseguían subirlos a la cesta del camión entre los aplausos de todos los presentes. Tras ver su rescate casi en directo, ahora les ponemos cara y oímos su voz, que usan para dar su relato de lo que vivieron en aquella terraza y sobre todo, para darles las gracias a los bomberos: «arriesgaron su vida». Sara y Amar, ella portuguesa y él belga, recordaron este viernes que «fue un momento muy estresante y no queríamos morir quemados, estábamos a merced de los bomberos».
Un dispositivo tremendamente complicado que se materializó de forma impecable, con dos grúas y cuatro bomberos, consiguió rescatarlos a tiempo de las llamas. Desde una de las grúas intentaban refrescar la zona con chorros de agua, para rebajar la temperatura. «Nos iban diciendo que estaban intentando apagar el fuego tanto arriba como abajo de la terraza. Insistían en que tuviéramos cuidado de que nada nos cayera encima», relató la pareja, que había elegido Valencia para teletrabajar por su calidad de vida y llevaba un año de alquiler en ese piso del barrio de Campanar. Raúl es uno de los bomberos que el jueves subió a rescatarlos en la otra grúa. «Los chicos estaban muy nerviosos, muy asustados. Yo los intenté tranquilizar y en cuanto vimos que podíamos acercar la escalera y el rescate era seguro, vamos...»
En el vídeo se ve cómo cuando estaban rodeados por las llamas, Amar arrancó la manivela del toldo para romper el cristal de la barandilla del balcón y detrás esperaba su pareja, Sara. Al final los dos tienen que huir saltando al balcón del vecino. Tal era su desesperación que pensaron en saltar desde el séptimo piso, soportando altísimas temperaturas y con las llamas alrededor. «Ahora estamos muy felices de estar vivos, es lo que importa», dice Sara todavía muy emocionada al recordar la pesadilla que por suerte, acabó bien y entre aplausos.