Dos años de fatigas, lágrimas y resiliencia en el corazón de los ucranianos
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Los considerados primeros héroes de la guerra temen la próxima movilización
24 feb 2024 . Actualizado a las 19:59 h.La guerra de Ucrania ha transformado la vida de todos sus habitantes, bien desde hace diez años cuando el Kremlin armó a los prorrusos del Dombás y se anexionó Crimea ilegalmente, bien desde hace dos, cuando Vladimir Putin decidió lanzar su invasión a gran escala del país. Desde entonces, la monotonía de las sirenas, la detonación de los misiles y los mensajes que comunican la muerte de amigos y familiares en el frente se ha instalado en el día a día de los primeros héroes de la guerra: sus gentes.
Durante los primeros días de conflicto, Leópolis se convirtió en el epicentro de los refugiados que huían del este del país. 6,3 millones de personas marcharon a Europa, principalmente a Polonia, y otras 3,7 millones se desplazaron dentro de Ucrania, según datos del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
La pareja formada por Mykola y Ksenia vive allí. Ella cuenta que «después de dos años, estamos acostumbrados a vivir en estas condiciones; para nosotros esto significa dos variantes: o trabajas y das dinero al Estado, o luchas. De momento, seguimos trabajando».
La guerra los alcanzó antes de casarse y decidieron adelantar su matrimonio. Un resplandor en medio de la oscuridad, una oportunidad para ser felices. Y con la felicidad de un hogar y un trabajo, igualmente siguen vigilantes de sus familias, inmersas en la batalla. «El padre de Mykola ha estado luchando desde el primer día de la guerra, ahora es sargento, comandante de la unidad de ametralladoras 5404. Nos preocupamos constantemente por él, porque tiene mucha responsabilidad y es el protector de nuestro cielo», narra. Igualmente, considera que la guerra ya les ha afectado lo suficiente para recibir una herencia trágica. «Tenemos muchas heridas y me temo que nuestros hijos tendrán que luchar contra ellas», concluye.
Miedo a la movilización
En dos años, la guerra ha hecho crecer el número de banderas nacionales en los cementerios, pero también ha aumentado los daños en infraestructura energética y en las tierras de cultivo. Como el caso de Dnipró, la ciudad del este ucraniano muy afectada por los misiles, y la voladura de la presa de Nova Kajovka, que según las Naciones Unidas ha provocado pérdidas estimadas en casi 40.000 millones de euros. Sin embargo, ahora lo que más preocupa a los ciudadanos, habituados al bombardeo constante, es la movilización masiva que planean el presidente Volodímir Zelenski y su nuevo jefe de las Fuerzas Armadas, Oleksandr Sirski.
«Por internet circulan muchos vídeos de esta movilización en los pueblos y las ciudades ucranianas. Ahora los llamamientos se entregan casi por todos lados, en las empresas, en las casas, en las calles, en los gimnasios, en los controles que aparecen en las carreteras. ¿Cómo vas a sentirte si sales de casa y tu vecino te dice que hace poco han pasado los militares entregando convocatorias del Ejército para la guerra?», explica Tim, un profesor de español residente en Dnipró.
La perspectiva de que los soldados están agotados, los voluntarios desmovilizados y las ganas de combatir en horas bajas han hecho que los ucranianos se planteen si merece la pena seguir combatiendo. «Lo que dice la mayoría de la gente por aquí es que la mejor opción ahora es que los políticos negocien y paren la guerra cuanto antes, porque sin gente y sin armas no se puede combatir», detalla Tim.
Kiev, el descanso del soldado
Volodímir Nikitenko, un escritor de libros infantiles y ejecutivo de una inmobiliaria reconvertido en productor informativo, reseña también la pérdida de espíritu de los soldados, pero revela que, al menos, Kiev ha recuperado la vida normal. «No es bueno para nadie que casi todos los mercados y cafeterías estén cerrados, como al principio de la invasión. Cuando me apunté a la defensa territorial el segundo día, sentí coraje, orgullo e inspiración. Pero no había pan, huevos ni cigarrillos. Y francamente nos alegramos cuando una semana más tarde abrió cerca una pequeña cafetería con el capuchino más delicioso del mundo», narra.
Pasar de la guerra a la paz tiene consecuencias psicológicas inmediatas. Como si quienes no sufren no fueran conscientes de lo que se vive en el frente. Kiev ha sabido subvertir ese efecto, según Volodímir: «Al cruzar la frontera geográfica pero ficticia entre la guerra y la paz, muchos soldados se irritan al ver los bares y centros comerciales abarrotados. Sin embargo, para ellos Kiev deja de ser un fastidio cuando la gente se acerca, les agradece sinceramente y les ayuda en todo lo que puede. Estoy seguro de que si este no es el patrón a seguir, el enemigo volverá a estar en las afueras».
Con todo, el optimismo a corto plazo se ha desdibujado. «Mi hijo es soldado, mi hija mayor es voluntaria y mi hija menor estudia en Portugal y no tiene planes de regresar a Ucrania. Mi apartamento se ha vuelto demasiado vacío, y la oportunidad de abrazar a tus seres queridos es terriblemente escasa», concluye Volodímir.
«Nuestros descendientes nos envidiarán a nosotros, no a la defensa aérea»
Si a los ciudadanos se los considera los primeros héroes de la guerra es por haber demostrado una gran resiliencia. Su lucha está en otros frentes: en sus dispositivos móviles, en soportar las consecuencias psicológicas y materiales día a día, en ayudar al Ejército.
Ksenia tiene claro que parte de la lucha del pueblo ucraniano reside en la desinformación. «Tenemos un enemigo demasiado astuto, sacuden a la sociedad desde adentro, crean perfiles falsos y se meten en nuestras cuentas de correo, crean publicidad para nosotros; a veces es muy difícil evaluar lo que realmente está sucediendo, porque el enemigo se vuelve más penetrante en diversos entornos», explica desde Leópolis.
Los ucranianos siempre están en contacto con los soldados. Son padres, hermanos, amigos, conocidos del trabajo. Al conocer la realidad que viven, muchos optan por esta lucha contra la desinformación o por colaborar con el Ejército.
Reconstruir la identidad
El frente no es para todos. «Los que querían combatir ya lo hacen. Al principio, los cuarteles estaban llenos de voluntarios, pero ahora ya no. Los que quedan, en mi opinión, solo quieren vivir su vida tranquilamente. Ahora muchos de los ucranianos entienden que están perdiendo en el campo de batalla y hay cierta preocupación. La pregunta acerca de qué va a pasar es mas frecuente», señala Tim desde Dnipro.
Los ucranianos han conseguido hacerse más conscientes de su identidad. «Hay un cambio inspirador y un replanteamiento del valor de la vida, del país, de la historia y de aquellos que resultaron ser reales. Nuestros descendientes nos envidiarán, pero no a nuestra defensa aérea», cuenta Volodímir desde Kiev.