Costa se despide a lo grande y cede la batuta a Nuno Santos, que cierra filas
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El inicio de «un nuevo capítulo» en la historia del Partido Socialista luso
07 ene 2024 . Actualizado a las 21:47 h.Iba a ser un congreso socialista más, pero la disolución del Gobierno lo convirtió en un punto de inflexión para el partido y depositó en Pedro Nuno Santos «la enorme responsabilidad de escribir un nuevo capítulo en el libro de la gobernación del PS [Partido Socialista] y del desarrollo de nuestro país», como dijo el nuevo líder.
Durante el fin de semana, 2.376 delegados rindieron en Lisboa un homenaje a António Costa, sus diez años de liderazgo socialista y sus ocho como primer ministro; honores difíciles de prever hace solo dos meses, cuando Costa dimitía por sospechas de corrupción, y que por poco eclipsan el eje central del congreso: la dirección que imprimirá Santos, con el reto inmediato de las elecciones del 10 de marzo.
De ahí que, en su primera intervención, el sábado, su discurso destacara por una omisión: al prometer «ganar las regionales, las europeas, las municipales y las presidenciales» que deparan los próximos dos años, Santos obvió, difícilmente por descuido, lo más inminente e importante: las legislativas de marzo.
Una nueva geringonça
Es decir, dejó implícita la posibilidad de gobernar como segundo más votado, repitiendo una coalición de izquierdas con Bloco de Esquerda y Comunistas de la que él mismo fue artífice en el 2015: «Durante cuatro años tuve la oportunidad de estar en el centro de una solución gubernativa de la que muchos dudaron pero que se reveló virtuosa». La nueva geringonça es, a ojos del partido, una manera factible de mantenerse en el poder, y uno de los aspectos que llevaron a Santos a imponerse en las primarias de diciembre.
El nuevo líder, sonriente y recorriendo el escenario como una estrella de rock, dedicó gran parte de su discurso a recordar sus méritos como aprendiz y colaborador de António Costa. Esta primera intervención apenas traslució las propuestas que marcarán la campaña electoral, que estaban reservadas para el discurso de cierre, ayer: Santos combinó ideología con una visión más pragmática, criticando la meritocracia y el liberalismo de la derecha. Detalló propuestas como subir el salario mínimo a al menos mil euros en el 2028 (ahora está en 820), vincular los alquileres a la evolución de los sueldos y crear un parque público de vivienda. A pesar de haber causado su dimisión como ministro de Infraestructuras, defendió su gestión de la aerolínea rescatada TAP, de Comboios de Portugal y, en general, de la validez de las empresas públicas. Pasó por alto sus puntos débiles, como la fiscalidad, defendió que «no queremos desmantelar o privatizar» el sistema de pensiones ni el sanitario y propuso una versión «más selectiva» para concentrar los apoyos del Estado, tanto a nivel social como empresarial. De hecho, su apuesta más ambiciosa es la menos detallada: lograr «una economía más sofisticada, diversificada y compleja», con «mayor valor añadido y mejores salarios». En definitiva, «vencer el desafío de la transformación estructural».
Derribado, pero no derrotado
Santos pasó de puntillas por las frecuentes alusiones que distintas figuras destacadas del partido hicieron al papel de la Fiscalía, por su proceder en la investigación que derivó en la dimisión de Costa, y al presidente de la República, por no aceptar el nombramiento de un nuevo Gobierno y convocar elecciones. Esta constante engarzaba con la defensa unánime de la herencia de António Costa, que el viernes abrió el congreso con un «apoteósico discurso», según portadas locales, que puso fin a su etapa y cedió la batuta a Santos: «Pueden haberme derribado, pero no derrotado. Pueden haber derribado al Gobierno, pero no al Partido Socialista», dijo Costa, que expresó su «honor» por sus responsabilidades y reiteró su confianza en que «estamos preparados para vencer».
Un partido unificado y lanzado en las encuestas
Con una enorme estatua de Mario Soares en la entrada y la constante sombra de António Costa, el 24.º congreso socialista mantuvo un tono de continuidad. Debemos «mantener el rumbo disciplinado y en coherencia con el pasado y con los valores, sin sorpresas ni rupturas», dijo su nuevo líder, Pedro Nuno Santos.
De hecho, el evento comenzaba con la noticia de que Portugal consigue reducir su deuda a menos del 100 % del PIB, un logro inimaginable y que, a ojos de muchos, justifica las penurias que viven la sanidad y la educación portuguesas. Pese a su defensa de la inversión pública y aun sin aludir a estas manidas (y efectivas) contas certas, Santos asume que esta visión ya es marca de la casa para el partido. La representa, eso sí, el ala de José Luís Carneiro, el actual ministro del Interior y derrotado en las primarias con un 35 % de los votos. Se queda, pues, con un 35 % de responsabilidades ejecutivas, lo que obligará a Santos a conservar una política macroeconómica contenida y explorar una reforma de la Justicia y del sistema electoral.
Sea como sea, partido unificado y filas cerradas de cara a las elecciones del 10 de marzo, que era uno de los objetivos que se debían confirmar este fin de semana, al que las constantes críticas a la oposición dieron un toque de campaña electoral: Santos acusó a la nueva coalición conservadora, Alianza Democrática (PSD y CDS) de proyecto «recauchutado» y totalmente «vacío», tachó a Iniciativa Liberal de «agencia de márketing y publicidad» y rechazó el «discurso de odio» de Chega. Insistiendo en su papel en la geringonça, Santos abrió los brazos a una nueva coalición con PC y BE, un posible escenario de gobernación. Los socialistas, tras el nombramiento de Santos, se dispararon en las encuestas, que les dan un 34 % de intención de voto. Un 8 % más que el que lograría Alianza Democrática, que asegura descartar un pacto con la ultraderecha (Chega, 16 %).