Más de 440.000 personas sufrieron abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia española, según el informe del Defensor del Pueblo

María Viñas Sanmartín
María Viñas REDACCIÓN

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Unas 236.000 fueron agredidos por algún sacerdote o religioso. «Los niños más mayores aporreaban la puerta del director para que me dejase en paz», dice uno de los testimonios

27 oct 2023 . Actualizado a las 23:54 h.

 «Lo hacía con chicos que teníamos las mismas características físicas: rasgos aniñados, infantiles, rubitos y poco desarrollados». «Ellos sabían de quién podían abusar, normalmente personas de clase baja, muchas veces las que tenían beca en el colegio, a las que los sacerdotes llamaban niños gratuitos». «Me decía que la amistad de Jesús con los apóstoles era así, que lo que hacíamos era algo puro». «Se apagaban las luces y me abrazaba. Íbamos con pantalón corto. Empezaba por la rodilla y llegaba a tus partes. Una de las veces, él me cogió las manos y las llevó hacia sus muslos y hacia su pene. Y mis manos no eran las únicas que estaban allí, había otro niño».

Hace año y medio, el Congreso de los Diputados encomendó al Defensor del Pueblo —a través de una proposición de ley, que salió adelante con el único voto negativo de Vox— un informe sobre las denuncias por abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica (y el papel de los poderes públicos). Este viernes, quince meses después, Ángel Gabilondo hizo entrega a Francina Armengol, presidenta de la Cámara Baja, de una exhaustiva investigación de 779 páginas que concluye que al menos el 1,3 % de los españoles —445.000 personas— han sufrido agresiones en el seno de la institución religiosa, un 0,6 % —236.000— por parte de un sacerdote o religioso. A la unidad de atención a las víctimas de la comisión investigadora llegaron casi 500 testimonios.

El análisis extraordinario del Defensor del Pueblo incluye cien páginas con relatos de los afectados, una veintena de recomendaciones concretas dirigidas a los poderes del Estado y una encuesta demoscópica realizada este año a una muestra amplia de la población española —8.013 personas—. También recoge la información extraída de las más de ochenta reuniones formales mantenidas con diversas instancias y los casos notificados por la propia Iglesia. En la página web www.defensordelpueblo.es puede ser consultado el contenido del documento completo.

Del sondeo se desprende que la mayoría de las personas que han sufrido abusos sexuales en el ámbito religioso son hombres, representando el 64,6 %. Llama la atención que hasta el 11,5 % de los hombres agredidos fueron abordados en instalaciones escolares religiosas, frente a un 1,9 % de mujeres víctimas. Los 500 testimonios recogidos constatan el dato: 334 de las agresiones confesadas ocurrieron en colegios, 296 a hombres y 38 a mujeres. Le siguen en frecuencia los abusos en iglesias y los que se cometieron en internados o seminarios.

«Lo que ha sucedido ha contado con el silencio de quienes pudieron hacer más o de otro modo para evitarlo —censuró Ángel Gabilondo durante la presentación del informe—. No es cierto que todos lo sabían, pero tampoco es verdad que nadie lo supiera». «Hemos conocido el sentimiento de soledad de muchas víctimas al dar el paso de contar los hechos, hasta el punto de tener que hacer frente a un nuevo daño, la victimización secundaria causada por la respuesta de la Iglesia, la sociedad y la Justicia», reprobó el Defensor del Pueblo.

Desde Galicia se comunicaron 15 casos y 23 víctimas, 19 menores

Para la elaboración del informe, la comisión asesora se dirigió en varias ocasiones a distintas autoridades de la Iglesia Católica española, solicitando información tanto a la Conferencia Episcopal Española (CEE) como a todas las diócesis e institutos de vida consagrada. «Mentiría si dijera que nadie ha colaborado, pero también si dijese que ha habido una colaboración extraordinaria —admitió ayer el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo—. La Iglesia ha tomado conciencia de que el mayor de los escándalos sería no colaborar con una sociedad que quiere saber».

La institución de los obispos dijo haber recibido hasta el pasado diciembre 728 testimonios de abusos que afectan a 927 víctimas y que el 63 % de los agresores ya han fallecido. El 60 % de los casos se produjeron entre 1960 y 1990. Las diócesis comunicaron, sin embargo, la mitad de casos, 354 y 509 víctimas—, a pesar de que la CEE asegura haber sacado los datos de la misma fuente. La mayoría colaboraron con la petición oficial de información, excepto dos, la de Vic y la de Oviedo. Desde los distritos gallegos se notificaron 15 casos —5 en Tui-Vigo, 4 en Ourense, 2 en Santiago, 2 en Lugo y otros dos en Mondoñedo-Ferrol— y al menos 23 víctimas, 19 menores de edad: 13 en Tui-Vigo, 5 en Ourense, 3 en Santiago y 2 en Lugo.

Las secuelas: «Tengo problemas de alcoholismo desde los 12 años»

«Sabía que cada violación, aunque me doliera, sería menor con alcohol —relata una de las más de 450 víctimas que se pusieron en contacto con la unidad de atención creada el 5 de julio del 2022—. Tengo problemas de alcoholismo desde los 12 años, era mi salida». El análisis de los testimonios constata que las víctimas de abuso sexual a menudo tienen dificultades para confiar en los demás, pueden sentirse incómodas en situaciones sociales o suelen rechazar el contacto físico debido a las secuelas del trauma.

Una de las consecuencias más graves es el suicidio, un riesgo que se duplica si se han sufrido agresiones durante la infancia. A través de las entrevistas se ha visto que, de todas las personas que manifestaron haber arrastrado secuelas, una de cada tres víctimas conocidas mediante testimonios indirectos había llevado a cabo conductas suicidas, en comparación con un 11,97 % de las víctimas que prestaron su testimonio de forma directa. Seis testimonios aportaron información sobre personas que se habían quitado la vida.

En uno de cada cuatro relatos se mencionaron altas tasas de abuso de sustancias y en todas las víctimas se encontraron altos niveles de sexualidad insatisfactoria y disfuncional, dudas sobre la orientación sexual y conducta sexual promiscua. El informe demuestra, además, que en general las víctimas se sienten dolidas por el trato recibido por parte de la Iglesia al no ser preguntadas por las secuelas y consecuencias en sus vidas.

«Los niños más mayores aporreaban la puerta del director para que me dejase en paz»

Los extractos de los testimonios de abusos recogidos en las casi 800 páginas del informe son desgarradores, la mayoría relativos a tocamientos, masturbaciones —pasivas y activas— y sexo anal y oral; casi todos a menores de edad, el colectivo más vulnerable por su debilidad física, su nivel de inconsciencia, su falta de autonomía y su total confianza en los adultos. También se menciona a personas con discapacidad intelectual, blancos perfectos para los depredadores por su baja autoestima, falta de asertividad, pocas habilidades sociales, dificultades para identificar y comunicar el abuso, y su necesidad de agradar al otro. «Cuando iba a [población de África] lo hacía de día y se lo quería hacer a un chico, un chico que era algo discapacitado», se puede leer en una de las declaraciones.

Muchos abusos se han producido en entornos en los que los padres y madres de los menores no estaban presentes, como orfanatos, internados, seminarios u hospitales, donde los agresores tenían vía libre para acceder a los niños y entablar relaciones abusivas. Uno de los testimonios habla de un sanatorio infantil para enfermos de tuberculosis gestionado por una orden religiosa; otro, de cómo los niños becados eran presas fáciles: «Me tiraba en la cama y morreo, morreo. Yo pensaba era que ese era el precio que tenía que pagar para que me pusieran en una escuela de niños pijos. Lo pensé desde el primer día: “Estás en una escuela de pijos, algo tendrás que pagar”».

El encubrimiento

Centenares de testigos coinciden en que más gente sabía lo que sucedía, en que otros clérigos estaban al tanto, en que los abusos se silenciaban con amenazas. «Los niños más mayores aporreaban la puerta del despacho del director para que me dejara en paz. Si esos estudiantes gritaban y hacían ruido, ¿por qué el resto de religiosos no hacía nada por evitarlo?».