Carmen Cabestany: «En el suicidio de la joven de Gijón han fallado muchas personas y muchas instituciones»

álvaro soto MADRID / COLPISA

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Carmen Cabestany, presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar, avisa de que las consecuencias del «bullying» pueden verse años después

02 may 2023 . Actualizado a las 13:48 h.

El suicidio en Gijón de una joven de 20 años que en su carta de despedida denunció haber sufrido bullying durante sus años de colegio ha devuelto al primer plano esta lacra precisamente en vísperas del 2 de mayo, Día Internacional contra el Acoso Escolar. La profesora Carmen Cabestany, una de las mayores expertas nacionales en la materia y presidenta de la Asociación No al Acoso Escolar (NACE), acaba de publicar el libro El bullying es cosa de todos (Cúpula), donde muestra todas las caras de este drama.

—¿Cuántos eslabones han fallado para que una joven decida quitarse la vida años después de haber sufrido «bullying»?

—Probablemente, han fallado muchas cosas, muchas personas y muchas instituciones. Yo siempre insisto en que es un problema social en el que intervienen compañeros, padres, profesores, directores o inspectores, pero a veces también un médico, un policía, un juez, servicios sociales... Si cada uno de ellos no se toma el problema en serio y no actúa bien, el resultado puede ser este, incluso años después.

—Este caso demuestra que una víctima puede cargar con el acoso escolar toda la vida. ¿Qué se puede hacer para que los jóvenes que lo sufren puedan superarlo en la edad adulta?

—Así es, este es un aspecto poco conocido. Hay adultos que sufrieron acoso de niños y que siguen estando afectados en su vida diaria porque el maltrato sufrido les dificulta sus relaciones personales, laborales... Por eso es tan importante que las escuelas trabajen desde la prevención, para que no se produzcan estos casos. De todos modos, si la prevención falla, hay que abordar el problema cuanto antes para que no se cronifique. Y si por desgracia no se hicieron las cosas bien durante la infancia, hay que buscar solución en la edad adulta, porque solución hay. Aparte de terapias que vayan directamente a solucionar o atenuar el trauma y no se basen solo en la contención, es muy efectivo que los adultos afectados ayuden a niños que lo estén pasando mal. De este modo consiguen compensar, en cierta medida, lo que les pasó.

—La joven de Gijón se definía como una persona con altas capacidades. ¿Es este colectivo más proclive a sufrir acoso escolar?

—Efectivamente. Lo sufre uno de cada dos, según un estudio que hicimos en la asociación. En estos casos, la motivación suele venir dada por la envidia y los celos que siente el agresor, ya que los chicos con altas capacidades son brillantes y tienen mucha curiosidad y ansias de saber. Su alta sensibilidad y su gran capacidad intelectual se combinan y hacen que el acoso escolar sea, si cabe, más grave en este colectivo, ya que, por un lado, se dan perfecta cuenta de la injusticia que están sufriendo y, por otro, el maltrato suele afectarles más por sus propias características personales. Recordemos que, ante un caso de bullying, la culpa nunca es de la víctima, sea esta como sea. El foco debe ponerse siempre sobre el agresor.

—¿Ha aumentado el acoso a causa de las redes?

—Las redes han contribuido a un cierto aumento, pero el ciberacoso representa un 10 o un 15 % de los casos, no son cotas elevadísimas. Es cierto que el propio alcance de las redes lo convierte en un modo de acosar más peligroso.

—¿Cuál debe ser la actitud de unos padres que descubren que su hijo sufre «bullying»?

—Han de aplicar la regla de las tres aes: acoger, apoyar y actuar. Primero, acoger: sentarse con él, practicar la escucha activa, darle credibilidad. Después, apoyar: decirle que agradecen su valentía por comentar lo que le ocurre, que están con él y le van a ayudar. Y, finalmente, actuar: dar pasos para solucionarlo y recoger toda la información posible para ir al colegio con datos objetivos. Y no perder nunca de vista el estado emocional del niño, cómo están sus fuerzas, qué aguante tiene.

—¿Y qué tienen que hacer unos padres cuyo hijo es un agresor?

—Normalmente, un agresor se gesta en casa. Puede ser que primero haya maltratado a sus padres, que les haya insultado sin consecuencias o que no obedezca. Si estos no ponen límites, estos niños se convierten en pequeños tiranos y se instalan en un patrón de maltrato que primero aplicarán en casa y luego en el colegio; después repetirán con su pareja, con sus hijos o con sus trabajadores. También puede ocurrir que algún niño sea maltratador porque está siendo maltratado en casa y, como no sabe gestionar su sufrimiento, reproduce la conducta. Cuando el centro llama a estos padres tras un caso de acoso, estos deberían escuchar, admitir que eso puede haber ocurrido y no negarlo todo de entrada.