A nivel interno, el primer reto de este tercer mandato es reactivar la economía para superar la parálisis de la pandemia
11 mar 2023 . Actualizado a las 17:43 h.Xi Jinping presidirá una China muy diferente a la que se encontró cuando llegó al poder en el 2013 y la coyuntura internacional también se ha transformado. Entonces, el gigante asiático tenía asegurado el crecimiento económico y su desarrollo generaba admiración. En el 2023 y a pesar de que el presidente ha conseguido concentrar todos los resortes del poder se enfrenta a grandes desafíos.
A nivel interno el primer reto es reactivar la economía para superar la parálisis provocada por las políticas de covid-cero. La coyuntura internacional no ayuda y se espera una caída de la demanda de sus exportaciones. El gigante asiático tiene asignaturas pendientes como impulsar el consumo interno, reestructurar el endeudado sector inmobiliario y evitar que contagie al sistema financiero. El objetivo es crecer alrededor de un 5 % en este 2023. La creación de empleo para mantener el paro estable en un 5,5 % es indispensable. Pero sobre todo debe reducir el paro juvenil, que en las zonas urbanas supera el 17 % y se puede convertir en una bolsa de descontento.
China también debe luchar contra la crisis demográfica. De momento las ayudas para promover la natalidad no han funcionado y el envejecimiento de la población será un grave problema que puede afectar a su desarrollo.
Tensiones internacionales
Las relaciones de Pekín con Washington pasan por uno de sus peores momentos. Los dos países se enfrentan por temas que van desde el comercio a los derechos humanos pasando por la tensión con Taiwán y la influencia en la zona Asia Pacífico. Las sanciones de Estados Unidos a las tecnológicas chinas impidiendo su acceso a los microchips avanzados son un torpedo al progreso chino. Pekín está obligado a desarrollar la autosuficiencia tecnológica para poder sobrevivir. Las alianzas que Washington ha tejido con sus socios asiáticos como Japón, Corea del Sur, Australia o la India intentan aislar y contener a China.
Xi aspira a pasar a la historia como el artífice de la reunificación con Taiwán y ha reiterado que no renuncia a las armas para conseguirlo. Las tensiones en el estrecho de Taiwán continuarán, aunque es difícil que se produzca un conflicto armado en un futuro próximo. A pesar de la modernización del Ejército, una guerra con la isla sería difícil de ganar militarmente. Además, provocaría la condena internacional, sanciones y el rechazo de sus vecinos asiáticos.
La alianza de Pekín con Moscú anunciada días antes de la invasión rusa de Ucrania pasa factura a la imagen internacional del gigante asiático. China asegura que se mantiene neutral, pero no ha condenado la invasión. La guerra, además, desestabiliza a la UE, su principal socio comercial, que se ha acercado todavía más a Estados Unidos. China tiene difícil generar confianza en Europa para renegociar un acuerdo de cooperación económica.
La gestión de la pandemia y la decisión de cerrar las fronteras durante tres años tampoco ha ayudado a la reputación de Pekín. A ello, hay que sumar la represión en Hong Kong y la violación de los derechos humanos en el Xinjiang condenada por la ONU.
Li Qiang, primer ministro de china: un hombre pragmático fiel a Xi Jinping
El nuevo primer ministro de China, Li Qiang, es un hombre de la máxima confianza del presidente Xi Jinping al que debe toda su carrera. Li Qiang, de 63 años, fue elegido primer ministro por una amplia mayoría en el pleno de la Asamblea Nacional Popular. Desde su cargo pilotará la economía del gigante asiático en un momento de grandes desafíos. Su nombramiento se considera un premio a la fidelidad ya que no tiene experiencia en el Gobierno central al contrario que todos sus antecesores. Es un burócrata formado en provincias e ingeniero agrónomo de profesión.
Fue jefe de gabinete y asistente personal de Xi Jinping cuando este era secretario del partido en Zhejiang, entre el 2004 y el 2007. En el 2012, cuando Xi Jinping fue elegido presidente, Li fue promovido a gobernador de Zhejiang y después fue enviado a Jiangsu, un destino relevante en la distribución de poder regional. En el 2017 dio el salto a Shanghái donde fue nombrado secretario del partido, uno de los cargos que catapultan al Comité Permanente del Politburó. Tiene fama de ser un hombre pragmático, buen negociador y reformista moderado. En Shanghái fue el responsable de atraer inversiones extranjeras importantes como la gran fábrica de Tesla con una inversión de 7.000 millones de dólares. Pero también de aplicar la pasada primavera un duro confinamiento de dos meses. La decisión demuestra que no duda a la hora de seguir las directrices de Xi Jinping.
La edad de Li Qiang, en principio, lo descarta como un sucesor de Xi Jinping. Li tendrá 69 años al finalizar el actual mandato, una edad avanzada para optar a la presidencia por primera vez.