El primer ensayo de un pacto nacional entre el PP y Vox cumple un año en Castilla y León

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa REDACCIÓN / LA VOZ

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Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco, en las Cortes de Castilla y León, el pasado septiembre
Juan García-Gallardo y Alfonso Fernández Mañueco, en las Cortes de Castilla y León, el pasado septiembre Nacho Gallego | EFE

El adelanto electoral de Mañueco borró del mapa a Cs y desembocó en el primer gobierno autonómico en el que conviven los populares y la formación de Abascal

19 feb 2023 . Actualizado a las 10:06 h.

Alberto Núñez Feijoo reitera que su modelo es el de las cuatro mayorías que cosechó en Galicia o la reciente victoria de Juanma Moreno Bonilla en Andalucía. Y con ese objetivo se diseña la estrategia de Génova de cara a la eterna precampaña de las generales. Pero desde el 2015 los números del bipartidismo son cicateros en España y, si el PP necesita a Vox para sumar los 176 escaños de la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, las miradas se volverán a Castilla y León, el laboratorio donde se ha puesto en práctica el primer ensayo de un hipotético pacto a escala nacional entre el Partido Popular y la formación de Santiago Abascal.

Castilla y León está desde entonces bajo la lupa de los gurús de los grandes partidos no solo porque en esa comunidad fue donde Vox exigió —y consiguió— por primera vez entrar en el Ejecutivo a cambio de brindar su apoyo al PP, sino porque el sistema implantado en Madrid, donde los de Abascal prestaban sus votos a los populares desde fuera del gobierno municipal y autonómico, acabó implosionando a finales del 2022. Vox tumbó los Presupuestos del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid en un desafío a José Luis Martínez-Almeida e Isabel Díaz Ayuso que llevaba adosada una carga de profundidad contra Génova: cualquier apoyo futuro al PP para desalojar a la izquierda del poder se traducirá forzosamente en ejecutivos de coalición. 

Estrategia fallida

Cuando el 20 de diciembre del 2021 Alfonso Fernández Mañueco pulsó el botón de la convocatoria electoral anticipada en Castilla y León no tenía en mente una alianza con Vox. El barón castellanoleonés quería deshacerse de sus socios de Ciudadanos —como había hecho Ayuso en Madrid en mayo del 2021 y como haría luego Moreno Bonilla en Andalucía en junio del 2022— y gobernar la Junta en solitario con una «mayoría suficiente». Pero su ambición se estrelló en las urnas el 13 de febrero del 2022. El adelanto de los comicios borró efectivamente a Cs del mapa —los naranjas pasaron de 12 a un único procurador en las Cortes—, pero el PP solo subió dos escaños (de 29 a 31, muy lejos de los 41 de la mayoría absoluta) y Vox fue el gran beneficiado de la estrategia fallida del líder conservador. La lista encabezada por Juan García-Gallardo obtuvo 13 diputados, 12 más que en el 2019, y puso precio a su apoyo: la presidencia de las Cortes, la vicepresidencia del Gobierno autonómico y tres consejerías.

El debate sobre la conveniencia de pactar con Vox sorprendió al PP nacional en plena hecatombe. Esos días se libraba la batalla final entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso y la alianza con los de Santiago Abascal dio más munición a ambos bandos. El todavía presidente del PP se oponía frontalmente a llegar a acuerdos con «populismos y radicalismos» y la dirigente madrileña exigía un pacto con Abascal «sin que importe lo que diga la izquierda». 

El reparto del poder

Con Casado ya decapitado y en pleno proceso de sucesión, antes de que Feijoo asumiese el mando del partido, llegó el pacto entre Mañueco y Gallardo. El 10 de marzo sellaron su acuerdo: Carlos Pollán se convirtió en presidente de las Cortes, el propio Gallardo se hizo con la vicepresidencia —sin cartera— del Ejecutivo regional y Vox se anotó tres de las diez consejerías en su marcador.

La alianza se fraguó con Alberto Núñez Feijoo todavía fuera de la planta noble de Génova. Pero sí estaba al frente del PP nacional cuando, en abril, se celebró la sesión de investidura de Mañueco y su posterior toma de posesión como presidente de la Junta. El líder de la oposición se escudó entonces en su ajetreada agenda para no acudir a la ceremonia y evitar así la foto junto a Santiago Abascal, que asistió exultante al acto que formalizaba la entrada de su partido en un Ejecutivo.

Solo unas semanas después, el 19 de junio, Juanma Moreno Bonilla sí acertaba con la estrategia y lograba la mayoría absoluta para el PP en Andalucía, librándose del pacto con Macarena Olona (entonces todavía en Vox) que auguraban los sondeos. Cuando tomó posesión como presidente, Feijoo sí viajó a Sevilla.

El líder del PP aspira ahora a reeditar en las generales el triunfo tranquilo de Andalucía, pero en Génova no pierden de vista que en los futuros escenarios pueden asomar los equilibrios en el alambre de Madrid y las alianzas forzosas de Castilla y León.

García-Gallardo, el polémico vicepresidente de Vox desautorizado por su protocolo antiabortista

Además de poner la presidencia de las Cortes en manos de Carlos Pollán, el principal peaje que ha abonado el PP a Vox para seguir cuatro años más al frente de la Junta de Castilla y León ha sido la vicepresidencia de Juan García-Gallardo Frings (Burgos, 1991). Aunque Alfonso Fernández Mañueco trató de restar peso al cargo, convirtiéndolo en un vicepresidente sin cartera con un rol meramente representativo, para disgusto del líder conservador y de la cúpula de Génova, Gallardo ha cobrado durante estos meses un protagonismo inusual. A falta de una consejería con competencias específicas, el dirigente de Vox en la región se ha dedicado a acaparar titulares brincando de polémica en polémica. En ocasiones, Mañueco ha optado por mirar para otro lado, pero en otras ha tenido que intervenir expresamente para desautorizar a su —al menos sobre el papel— segundo de a bordo.

Controvertido desde el anuncio mismo de su candidatura, a este abogado le persiguieron durante la campaña a las autonómicas los tuits publicados antes de su salto a la política en los que hablaba de que el fútbol está «repleto de maricones» o sentenciaba que «es ridículo que las mujeres pidan igualdad de trato, cuando lo que quieren es seguir siendo tratadas igual de bien que hasta ahora».

Ya desde la vicepresidencia del Gobierno autonómico, Gallardo siguió buscando sus minutos de fama. En un pleno en mayo del 2022, replicó así a la socialista Noelia Frutos, que tiene una discapacidad que le obliga a usar silla de ruedas: «Le voy a responder como si fuera una persona como todas las demás». En octubre, de nuevo en las Cortes, invitó al grupo socialista en la Cámara a trasladar «un recado al líder de su banda criminal», una alusión a Pedro Sánchez que se negó a retirar del diario de sesiones.

Pero sin duda la gran polémica protagonizada por el líder de Vox en Castilla y León fue su anuncio, el pasado enero, de un protocolo antiabortista con el que pretendía obligar a las mujeres que iban a interrumpir su embarazo a escuchar el latido del corazón y a ver una ecografía 4D del feto.

Gallardo, que justificó el protocolo como «una medida provida y a favor de la natalidad», vio cómo finalmente el propio Mañueco saltaba al ruedo para desautorizar sin matices a su vicepresidente. «No se obligará a los médicos a nada, no se obligará a las mujeres embarazadas a nada», zanjó el dirigente del PP.