Los «tories» elegirán en una semana a su sustituto, mientras la oposición pide un adelanto electoral
21 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.«No puedo cumplir el mandato por el que fui elegida. Por lo tanto, he hablado con su majestad el rey para notificarle que dimito». Con estas palabras, Liz Truss anunció este jueves su renuncia, tras pasar solo 45 días en el 10 de Downing Street, lo que la convierte en la primera ministra más breve de la historia del Reino Unido. Truss continuará en el cargo hasta que su partido, el conservador, escoja un nuevo líder y, por tanto, un nuevo premier, algo que se espera que ocurra el próximo 28 de octubre.
Su marcha es consecuencia de la tormenta financiera, devenida en crisis política, que provocó su «audaz» plan fiscal para poner fin a «los años de estancamiento económico y bajo crecimiento», el cual incluía un recorte de los impuestos a las grandes fortunas y a las empresas. Para intentar apaciguar la tempestad, Truss dio marcha atrás, forzada por sectores de su propio partido. Así, desechó algunas medidas y luego despidió a su ministro de Economía y lo reemplazó por Jeremy Hunt, quien anuló prácticamente la totalidad del controvertido plan.
El golpe de gracia
Pese a que el martes Truss consiguió el respaldo de sus ministros, no logró aplacar el malestar entre los diputados conservadores, alarmados por la debacle en las urnas que pronostican las últimas encuestas. De celebrarse elecciones hoy, los laboristas podrían ganar hasta 500 escaños en el Parlamento, mientras que los tories quedarían incluso detrás de los nacionalistas escoceses, con entre 40 o 50 plazas.
La dimisión de la primera ministra, la cuarta desde el 2016, ha dado alas a la oposición laborista y al Gobierno autónomo escocés para exigir elecciones generales anticipadas. «Los tories no pueden someter al país a otro experimento. El Reino Unido no es su feudo personal para dirigirlo como quieran», afirmó el líder laborista, Keir Starmer.
La noche del miércoles quedó patente que la primera ministra tenía las horas contadas, ante la caótica sesión vivida en la Cámara de los Comunes. Más de 40 diputados se abstuvieron de votar a favor de una resolución del Gobierno para levantar el veto al fracking para extraer petróleo y gas, en medio de acusaciones de coacciones entre colegas.
Asimismo, este jueves, doce diputados conservadores pidieron públicamente la renuncia de Truss. Y se daba por hecho que más ministros seguirían el ejemplo de Suella Braverman, una de las aliadas de Liz Truss, y presentarían su dimisión.
Ante la creciente rebelión el presidente del Comité 1922, Graham Brady, se reunió con Truss en Downing Street para definir su renuncia y el proceso. Truss no solo ha perdido su cargo, sino también una competencia viral con un vegetal. El sensacionalista Daily Star lanzó el reto de quién duraría más: la premier o una lechuga fuera de la nevera. La hortaliza se impuso.
Los dos grandes errores de la neoliberal que quiso emular a Thatcher
El mandato de Liz Truss ha sido corto, pero convulso. La serie de errores que cometió la dirigente neoliberal en su empeño de emular a Margaret Thatcher condenaron irremediablemente su gestión.
Fractura en el partido
Solo con los suyos. El pecado original de Truss fue su incapacidad para unificar al Partido Conservador, que se fracturó tras el duro proceso de primarias celebrado el verano pasado para elegir al sucesor de Boris Johnson.
La primera ministra saliente rechazó incluir en el Gobierno a aquellos que respaldaron al exministro de Economía, Rishi Sunak, su rival en la carrera por el 10 de Downing Street. Optó por obviar que Sunak había obtenido un tercio de los votos de los diputados tories y más del 40 % de los apoyos de los militantes. Su Gabinete estaba conformado por sus acólitos y solo en sus últimos días incluyó a sus críticos: Jeremy Hunt, en la cartera de Economía, y Grant Shapps, en la de Interior. Los dos habían apoyado a Sunak en las primarias.
Fallido plan fiscal
No midió las consecuencias. A diferencia de otros políticos, Truss no deja el poder por no haber cumplido sus promesas, sino precisamente por intentar hacerlo. «Reduciré los impuestos para premiar el trabajo duro e impulsar los negocios y atraer inversiones», aseguró la política el pasado 6 de septiembre.
Dos semanas después, su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, presentaba un plan que incluía una reducción de impuestos de 45.000 millones de libras (51.000 millones de euros) y ayudas por casi 150.000 millones de libras (175.000 millones de euros) para que los ciudadanos y empresas pudieran afrontar la subida de las facturas de la energía. La propuesta fue mal recibida por los mercados y provocó una tormenta que hizo que la libra cayera a su nivel más bajo frente al dólar en décadas y, de paso, le costó 77.000 millones de libras (87.640 millones de euros) a la Bolsa de Londres.