El covid, la búsqueda de la estabilidad y las elecciones de Madrid marcan una legislatura con luces y sombras
07 ene 2022 . Actualizado a las 12:01 h.«Hoy comenzamos un camino que no va a ser fácil, pero ninguno de nosotros y nosotras vino a este partido porque fuese fácil». El 7 de enero del 2020, Pedro Sánchez concluía así su discurso, pocos minutos antes de ser investido como presidente del primer Gobierno de coalición de la democracia. Cuando pronunció esas palabras, ignoraba que a esas dificultades políticas se uniría una pandemia global que ha marcado sus primeros dos años de mandato. De la complejidad del reto al que se enfrentaba da idea el hecho de que superó aquella votación por solo dos votos. Fueron 167 síes y 165 noes. Votaron a favor PSOE (120), Unidas Podemos (35), PNV (6), Más País (2), Compromís (1), Nueva Canarias (1), Teruel Existe (1) y BNG (1). En contra, PP (88), Vox (52), Cs (10), JxCat (8), UPN (2), CUP (2), PRC (1), Foro (1) y Coalición Canaria (1). ERC (13) y EH Bildu (5) se abstuvieron.
Contra el pronóstico de muchos, Sánchez llega al ecuador de la legislatura habiendo reforzado esa exigua mayoría con dos ejercicios presupuestarios aprobados y con una reforma laboral pactada con la patronal y los sindicatos. Ese camino, sin embargo, ha estado plagado de dificultades, con fuertes discrepancias en la coalición que han puesto a prueba su unidad, y también con sus aliados de ERC, PNV y EH Bildu, que han sometido a Sánchez a un ejercicio constante de presión en el que cada apoyo ha requerido alguna concesión.
El nuevo Gobierno arrancó con un ambicioso plan de reformas, pero la llegada de la pandemia cambió por completo la hoja de ruta política y marcó toda la acción del Ejecutivo. La declaración del estado de alarma, el confinamiento de toda la población y el cierre de toda la actividad económica sometieron al Gobierno a una dura prueba que no siempre se saldó con acierto, y que permitió a la oposición redoblar sus ataques. El covid tensó también las alianzas forjadas por Sánchez. Tras la negativa de ERC a apoyar el estado de alarma, tuvo que ensayar por primera vez la geometría variable apoyándose en Ciudadanos. Un escenario que podría repetirse ahora con la reforma laboral.
Forzado por la pandemia, el Gobierno redobló la agenda social prevista en el pacto de coalición. Pero ni siquiera así se superaron las tensiones internas, marcadas por las presiones de Unidas Podemos a Sánchez, que desembocaron en la salida de Pablo Iglesias del Ejecutivo.
La fallida moción de censura planteada por el PSOE y Cs en Murcia, y su réplica en las elecciones de Madrid, provocaron un terremoto político que marcó todo el segundo año de legislatura y dio un vuelco a las expectativas electorales. El desgaste obligó a Sánchez a hacer una amplísima remodelación de su Gobierno, desprendiéndose de las figuras socialistas más desgastadas —Calvo, Ábalos, González Laya, e Iván Redondo—, sustituyéndolas por perfiles más jóvenes y reconciliándose con el PSOE para afrontar con más frescura el segundo tiempo de una legislatura incierta. El ecuador del mandato se alcanza en medio de una incertidumbre económica en la que las optimistas previsiones del Gobierno se contraponen a la subida imparable de la luz y a una inflación desbocada.
Una estabilidad que depende del apoyo independentista
Gonzalo Bareño
Sánchez arrancó la legislatura con el PNV como socio preferente, consciente de que la posición de los nacionalistas vascos, veteranos en el arte de sostener gobiernos y poco dados a radicalismos políticos y económicos, más allá de su permanente reivindicación nacionalista, aportaban una pátina de moderación y pragmatismo a un equipo que fue saludado como el Gobierno Frankenstein desde el minuto uno de la legislatura.
La dependencia de un partido como Unidas Podemos, el único a la izquierda del PSOE que ha gobernado en la reciente etapa democrática, y de fuerzas independentistas, creaban recelo en los mercados e incertidumbre en Europa. Poco a poco, sin embargo, Sánchez ha ido enfriando la relación con el PNV, sin perder por ahora su apoyo, en favor del vínculo con ERC y EH Bildu, en una maniobra de largo recorrido, que pretende evitar que un posible giro del PNV, como el que dio al apoyar su investidura pocos días después de apoyar los Presupuestos de Rajoy, pudiera dejarlo en minoría.
ERC, sin embargo, que no apoyó su investidura, se ha convertido en el aliado principal, clave para aprobar los Presupuestos. La llegada de los republicanos a la presidencia de la Generalitat y la presión de JxCat y la CUP a los republicanos ha hecho que esa relación se tense. La prueba de fuego de la solidez de esa alianza será la próxima reunión de la mesa de negociación sobre el «conflicto político» en Cataluña. Si allí no se dan pasos que ERC pueda presentar en Cataluña como avances en la hoja de ruta independentista, el vínculo podría llegar a romperse, lo que acercaría la posibilidad de un adelanto electoral a pesar de que Sánchez insiste en que agotará la legislatura a toda costa.
Pablo Casado no consolida su liderazgo pese al auge del PP, y Yolanda Díaz irrumpe con fuerza
Gonzalo Bareño
De los cinco principales dirigentes que concurrieron a las elecciones del 2019, en el ecuador de la legislatura solo quedan tres. Albert Rivera y Pablo Iglesias, los dos líderes de lo que se llamó la nueva política, han tenido que dejar el liderazgo de Ciudadanos y Podemos, abrasados por sus errores y su sobreexposición mediática. Sánchez lidera el PSOE sin oposición y mantiene una valoración estable. Casado no acaba de consolidar su liderazgo en el PP, lastrado por las disputas con la madrileña Isabel Díaz Ayuso, aunque los populares son primeros en casi todos los sondeos salvo el del CIS. Y Santiago Abascal, pese a su mala valoración en las encuestas, ve como Vox se dispara a medida que se frena el impulso de los populares. La sustitución de Rivera por Inés Arrimadas no ha conseguido enderezar el rumbo de Ciudadanos, hundido tras la fallida moción de censura en Murcia y el fracaso total en las elecciones madrileñas. En su enésimo giro de guion, Ciudadanos se aferra ahora a la posibilidad de recuperar el protagonismo para ser decisivo en la aprobación de la reforma laboral en caso de que ERC y EH Bildu no apoyen en el Congreso el pacto alcanzado por la patronal y los sindicatos con el Ejecutivo.
La sustitución de Iglesias
En Unidas Podemos, sin embargo, la sustitución de Iglesias por Yolanda Díaz como máximo referente del partido en el Gobierno ha servido para que la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo se sitúe como la líder mejor valorada, por encima del propio presidente del Ejecutivo. El protagonismo de Díaz en la aprobación de la reforma laboral y su proyecto de formar un frente amplio con vocación transversal de cara a las generales preocupa en el PSOE. Y la consolidación de ese liderazgo a medida que se acerque la fecha de convocar las elecciones podría ser el detonante que alejara a los dos socios de coalición para medirse en las urnas.