Las cifras de la pandemia persiguen a Salvador Illa, que tratará de recuperar la presidencia de la Generalitat para el PSC esgrimiendo su cartel de hábil negociador
25 ene 2021 . Actualizado a las 21:31 h.«La educación en política es un valor». Esta frase que repite a menudo Salvador Illa Roca (La Roca del Vallés, Barcelona, 1966) resume su manera de entender la confrontación pública. Zarandeado por la oposición por la gestión de la pandemia de coronavirus durante sus doce meses al frente del Ministerio de Sanidad, Illa no perdió nunca los nervios y se mantuvo fiel a su reputación de señor educado.
Claro que ser educado a veces no basta y su perfil quedará marcado por unas cifras pavorosas: más de 55.000 fallecidos por covid-19 y más de 80.000 según los datos de exceso de mortalidad del INE. La falta de material de protección para sanitarios durante la primera embestida del virus, la lentitud en la campaña de vacunación y las fricciones generadas por su modelo de cogobernanza lo perseguirán ahora como candidato del PSC a la Generalitat. Pese a la crudeza de los datos, sus partidarios y ciertos sondeos auguran que el 14F habrá «efecto Illa» en las urnas.
Salvador Illa aterrizó el 13 de enero del 2020 en el Gobierno destinado a ser el puente entre la Moncloa y el agitado avispero independentista en el que se había transformado el Ejecutivo catalán. Un ministerio con todas sus competencias transferidas a las comunidades autónomas en principio no debería restarle mucho tiempo para la misión que le había encomendado Sánchez de restaurar el diálogo con la Cataluña separatista. Pero entonces se desató la pandemia y el ministerio decorativo mutó de pronto en el corazón de la política nacional.
Lo inesperado ha jugado siempre un papel crucial en la trayectoria de Salvador Illa. En 1995, con solo 29 años, se convirtió de la noche a la mañana en alcalde de su Roca natal por el fallecimiento del titular, Romà Planas. Tuvo que dejar su puesto en una fábrica de plásticos para ocuparse de la alcaldía, en la que permaneció 10 años. Durante su mandato, se construyó en este municipio de 10.000 habitantes el centro comercial La Roca Village, que con cuatro millones de visitas anuales compite con iconos del turismo barcelonés como la Sagrada Familia (4,5 millones de turistas al año).
El sambenito de la filosofía
Se menciona con cierta sorna la licenciatura en Filosofía que Salvador Illa obtuvo en la Universidad de Barcelona, pero no tanto que luego se sacó un máster en dirección de empresas en el prestigioso IESE. De esa peculiar combinación de saberes salió un político a quien los que lo conocen alaban por su habilidad en las negociaciones. Su papel junto a Adriana Lastra y José Luis Ábalos fue decisivo para que ERC apoyase la investidura de Pedro Sánchez y también selló el acuerdo con Junts para poner al frente de la Diputación de Barcelona a la alcaldesa socialista de Hospitalet, Núria Marín.
Tras dejar el Ayuntamiento de La Roca en el 2005, el tripartito de Pasqual Maragall lo nombró director general de Gestión de Infraestructuras de la Consejería de Justicia. Durante esa etapa, Illa supervisó la construcción, entre otros recintos, de la prisión de Lledoners, en la que, años después, acabaron los líderes del proceso secesionista del 2017.
Además de aquel primer trabajo como responsable comercial de una fábrica de plásticos en Cardedeu —donde aterrizó nada más acabar la mili en el cuartel del Bruc—, Illa tuvo otro fugaz paso por la empresa privada. Fueron solo nueve meses, tras dejar Justicia en el 2009, durante los que ejerció como director general de Cromosoma, la productora de la exitosa serie de dibujos animados Las tres mellizas.
Ya en el 2011, se incorporó al Ayuntamiento de Barcelona, donde encadenó una serie de cargos de gestión y coordinó el grupo municipal socialista. En esa época labró su amistad con Quim Forn, entonces concejal de CiU y luego consejero de Interior de Puigdemont en los agitados tiempos del procés. Forn es ahora uno de los encarcelados en Lledoners.
Amigo desde hace décadas de Miquel Iceta, el eterno fontanero del PSC, el primer secretario de los socialistas catalanes lo propuso en el 2016 como secretario de organización, cargo que Illa ha mantenido a pesar de su salto a la escena nacional. La maquinaria del PSC, con 14.000 afiliados, se pone desde el viernes a su disposición para pelear por la presidencia de la Generalitat.
Forofo del Espanyol (como Gabriel Rufián), casado por segunda vez y padre de una hija, Salvador Illa acostumbra a correr para combatir el estrés. Pero esa, como la lectura de ensayos, fue otra de las rutinas que se llevó por delante el coronavirus. Este hijo de trabajadores del textil deja ahora Madrid con el objetivo de reiniciar la política catalana y devolverla a la casilla del 2010, cuando el socialista José Montilla salió del palau y CiU activó el maletín nuclear del independentismo.