La salida del portugués da inicio a la carrera por su sucesión
10 jun 2020 . Actualizado a las 08:38 h.La batalla por el timón del Eurogrupo está servida. El ambiente enrarecido de las últimas reuniones, los rumores y el retorno de las quinielas auguraban el desenlace que hoy anunció el presidente portugués: Mario Centeno abandonará sus funciones. El próximo 15 de junio cederá el testigo de las Finanzas lusas a su mano derecha, el Secretario de Estado de Presupuestos, Joao Leao, y por consiguiente, renunciará a su cargo al frente del Eurogrupo. Eso sí, acudirá a la reunión ministerial de mañana para garantizar una transición suave.
Su salida se produce a un mes escaso de que expire su mandato (13 de julio) y rodeado de polémica. La última vinculada a la inyección de 850 millones de euros públicos a Novo Banco, heredero del malogrado Banco Espírito Santo (BES). La operación, avalada por Centeno fue negada días antes en el Parlamento por el primer ministro, Antonio Costa. A pesar de esa mácula, Centeno se va con el mérito de conseguir, por segunda vez en los 46 años de democracia del país vecino, cumplir íntegramente la legislatura de cuatro años, conseguir reducir casi a cero el déficit de Portugal y conducir al país hacia el superávit.
Su labor al frente del Eurogrupo arrancó en enero del 2018 y lo hizo despertando esperanza entre sus socios del sur. La gestión de su predecesor, Jeroen Dijsselbloem, durante los rescates fue infértil y aciaga para los intereses de los países más deprimidos del euro. Por eso sus mensajes a favor de avanzar en la integración del euro y culminar la Unión Económica y Monetaria (UEM), alumbrando un ambicioso presupuesto para la eurozona y un fondo de garantía de depósitos común, fueron aplaudidos en cancillerías como la española, la italiana o la francesa. Pero el que fuera bautizado por el ex ministro alemán, Wolfgang Schäuble, como el «Ronaldo de las finanzas», pone el broche a su carrera europea convertido en el «Renaldo de las finanzas», abandonado el barco cuando su país y el conjunto de la eurozona afrontan la peor crisis económica de su historia.
Unos le han reprochado falta de ambición, otros han criticado su incapacidad para buscar puntos de encuentro con los ministros más ortodoxos del euro. Su legado se ha cuestionado desde muchas esferas. El acuerdo que capitaneó para alumbrar un presupuesto para la zona euro decepcionó a muchos cuando se dieron a conocer los detalles: solo consiguió que alemanes, holandeses y finlandeses accedieran a incluir un fondo sin dotación fija dentro de los presupuestos de la UE a siete años para reformas estructurales e inversiones en los países con más apuros presupuestarios. Las negociaciones para sacar adelante las cuentas hasta el 2027 entraron en barrena en el mes de febrero sin que el portugués pudiera hacer nada para remediarlo.
Su paso por el Ejecutivo luso ha sido brillante. Con sus recetas, el país consiguió levantar el vuelo. Su paso por el Eurogrupo, sin embargo, deja un sabor agridulce y la sensación de haber perdido un tiempo muy valioso.