«¿Qué tipo de debate es si los niños pueden ir a un restaurante?»

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Disfrutar de los hijos sin volverse tonto de remate. Lidiar con la niñofobia y las miradas inquisidoras. No olvidarse de lo que uno era y hacía antes de reproducirse. Son algunas de las claves de «¡No solo somos padres!», un manual nada convencional escrito por Natalia Flores y Borja Prieto

27 jul 2019 . Actualizado a las 17:38 h.

Tienen cuatro hijos y llevan 15 años ejerciendo la maternidad y la paternidad respectivamente. En su momento leyeron los manuales convencionales de crianza y consideran que han acumulado experiencia de sobra para saber cuándo hay que relativizar o no. Son Natalia Flores y Borja Prieto, publicistas fascinados por la cultura pop, youtubers y padres. Ahora quieren dar su propia versión de los hechos con ¡No solo somos padres!, un divertido libro que explica cómo afrontar la llegada de los niños al hogar desde su punto de vista. «Nuestra intención era hacer un manual que no riñera, que saliera de esa especie de locura que dice que hacemos todo mal», señala Borja Prieto.

 -¿Cómo empezó todo?

-Natalia Flores: El año pasado estábamos de vacaciones viendo programas de tele por la mañana. Había dos debates. Uno, si había que sacar a Franco del Valle de los Caídos. El otro, si podían ir los niños a los restaurantes con sus padres. Nos quedamos perplejos. ¿Pero qué tipo de debate es ese de si los niños pueden ir a un restaurante? Spoiler: ¡Son personas! Es como si preguntan si las personas guapas pueden ir a trabajar sin distraer a sus compañeros.

 -Advierten del riesgo de «hipsterización» de los niños. ¿Por qué?

-Borja Prieto. Los niños tienen que tener sus propios gustos. No tienes que forzar que escuchen esto o lo otro. Es como de postureo. A casa viene una amiga y nos dice: «Jo, es que mi hija se sabe todo el disco de Rosalía». Y tú piensas: «Pobrecita, porque el disco es bastante oscuro». Nosotros, no. Hemos sufrido la fase Cantajuegos con cuatro niños seguidos y ninguno ha tenido secuelas.

 -Dicen: «De padres, como de las drogas, también se sale». ¿Ser padre hace que uno pierda la perspectiva?

-N.F. Ser padre o ser madre puede comer todo tu ser y tu identidad. Nosotros abogamos por dejar pequeños espacios para no olvidarte de la persona que eras antes. Hay amigos que nos dicen: «Hace como diez años que no voy a un concierto». Y no, eso no puede ser. Hay que combinar las dos cosas. Por eso decimos que se sale. Porque se puede ver una serie, leer un libro, salir a tomar algo y también ser padre.

 -O quedar con un amigo sin hijos.

-N.F. Eso es muy importante porque te amplía la conversación. Si quedas con padres de tu misma edad acabas hablando siempre de unos temas, porque es verdad que a veces la sociedad te odia y te juntas para hablar de cosas con quien te entienda y sepa qué es eso.

-Hablan de odio. ¿Por qué creen que existe la niñofobia y va en aumento?

-B. P. Es un proceso que se ha ido gestando desde hace mucho tiempo y que ha convertido a España en un país incómodo para tener hijos. Te das cuenta cuando sales. Cuando fuimos a Suecia en familia vimos que hay países que están mucho más preparados, más allá de subvenciones o ayudas. La propia estructura urbana se adapta. Por ejemplo, tú eres hombre y es muy difícil en España que haya un cambiador de pañales en tu baño. En Suecia, en todos. En Argentina en casi todos los restaurantes hay zonas con disfraces, pinturas y todo tipo de divertimentos para niños. En lugar de eso, aquí se debate sobre si los niños pueden ir o no a restaurantes.

 -¿Qué le parece que prohíban la entrada a un bebé en uno «por si acaso llora»?

-B.P. Yo prefiero que lo prohíban directamente. Hay hoteles donde no se puede ir con niños. Pues perfecto. Quienes los tenemos ya sabemos que no podemos ir con ellos y listo. Lo que no es guay es la ambigüedad que hay alrededor. Que entres con un niño y te miren mal. Sin embargo, nadie se echa las manos a la cabeza con el típico viejo gruñón que va al baño y no se lava las manos después.

-N. F. Luego los políticos preguntan quién va a pagar las pensiones. Si hubiera medidas y un ambiente kid-friendly seguramente se animarían más. Pero no, estamos en un sistema que es un poco antipático para los padres.

 -Seguro que saben trucos para esos sitios en los que los niños molestan.

-N.F. Si viajas en avión y tienes un bebé que llora, el mejor aliado es el padre. Si eres madre la gente te mira como «menuda desgraciada, qué mal lo está haciendo». Si es un padre, la gente lo mira en plan «qué héroe, cómo lo cuida». Luego llevamos siempre lápices, papeles y en caso extremo el teléfono. Dejárselo un rato para poder hacer la sobremesa no hace daño.

 -Identifican con mucho humor varios estereotipos de padres, desde el padre ventrílocuo al helicóptero, pasando por el eco-adicto. ¿Cuál es el peor?

-N.F. El ventrílocuo, el que habla por su hijo, nos hace gracia y no hace daño. Pero el eco-adicto sí, porque te cuestiona cómo alimentas a tu hijo. Irritan mucho.

-B.J. El padre eco-adicto lo es las 24 horas. Es como una cruzada que tiene y es capaz de no llevar a su niño a un cumpleaños porque dan gusanitos. Esa intensidad te hace sentir a ti mal.

-N.F. Además, para ser eco-adicto tienes que ser rico porque la comida cuesta cuatro veces más. Eso no te lo dicen.

 -¿En la paternidad y la maternidad proyectamos en nuestros hijo lo que somos o quisimos haber sido?

-N.F. Totalmente. Hay ahora una obsesión por tener hijos perfectos. Parece que, en lugar de criar, entrenamos a nuestros hijos. Tienen que hacer idiomas, artes marciales, artes plásticas... Y decimos: «Es que el niño me lo ha pedido». ¿Pero cómo? ¡Si tiene cuatro años!

 -Hay un párrafo muy emocionante del libro en el que hablan de un amor descomunal que lo compensa todo.

-N.F. Sí, totalmente. A veces vas caminando por la calle acordándote de tus hijos y pensado qué estarán haciendo, como si estuvieras enamorado. Y es que es así, es que estás enamorada. Lo bueno, el enamoramiento no se te va nunca.

 -Choca porque en este mundo pop del que proceden ustedes, a veces frívolo y de postureo, decir ese tipo de cosas les daría vergüenza a muchos.

-B.J. ¡Es que es un enamoramiento crónico! De repente, se junta toda la familia a ver Stranger Things, miras a tu alrededor y dices: «¡Jo, es que es esto lo que mola de verdad!». Es algo indescriptible porque es algo pleno.

-N.F. Para compensar también hay que decir que hay gente cursi que esta ahí en las redes sociales: «Mirad que manito tan perfecta tiene mi niña».

 -¿Se refiere a los niños apuntados en Instagram que cita en el libro?

-N.F. Claro, es gente que ha tomado la decisión de no poner las fotos de sus hijos en las redes sociales por la privacidad, que está bien. Pero no se han podido resistir. Al final, han decidido ir publicando al niño por partes. Tenemos un amigo que su Instagram es un manual de anatomía del bebé. Publica la orejita, la boquita, la manita, el piececito, el ojito... Queda todo muy creepy.