Pedro Sánchez se distancia de ERC sabiendo que tendrá que pactar con los independentistas, mientras Casado repudia a Vox... que será un socio inevitable
20 may 2019 . Actualizado a las 08:11 h.En poco más de tres semanas hemos pasado de una campaña a cara de perro y con declaraciones rotundas a una sofisticada partida de póker en la que la clave está en no enseñar las cartas, mostrarse camaleónico en función de las circunstancias y mantenerse prudente y hermético respecto a los planes de futuro. Los mismos actores interpretan con apenas unos días de diferencia papeles muy distintos en una obra que ha cambiado de libreto. Si la campaña de las generales estuvo marcada, de manera incomprensible, por la presencia de Vox, utilizada por la izquierda para apelar al voto del miedo, y por el centroderecha de Ciudadanos y el PP para llamar al voto útil, ahora nadie parece acordarse ya de la extrema derecha, como si el haber conseguido 24 escaños fuera una mera anécdota sin importancia.
Los populares, tras el descalabro histórico en las generales, con una campaña delirante en la que Pablo Casado invitó en el último minuto a Vox a entrar en su hipotético Gobierno, han dado la vuelta a su estrategia como un calcetín. A Abascal se le tacha ya de extrema derecha y Rivera es un socialdemócrata al que se invita a unirse con el PSOE, aunque Casado sepa que tras el 26M tendrá que pactar con uno y otro allí donde den los números. Y Ciudadanos se ha olvidado de hablar del cordón sanitario a los socialistas porque ahora, donde sumen, esta vez habrá acuerdo.
Pero si el PP ha dado un giro de guion que ni en Juego de Tronos, en el PSOE la trama es más compleja. Pedro Sánchez tiene los números hechos y sabe que para ser investido y gobernar no hay más remedio que echar mano de los independentistas catalanes de ERC y pasar por la caja del PNV. Pero, con elecciones municipales y autonómicas de por medio, la estrategia es marcar aparentes distancias con los que inevitablemente serán sus socios dentro de un mes. El farol llega a tal punto que el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, pide a Ciudadanos que se abstenga en la investidura para librar a Sánchez de la «dependencia» del separatismo. Y asegura, sin sonrojarse, que eso hizo el PSOE con Rajoy para «aportar estabilidad», cuando fue precisamente esa abstención lo que motivó la renuncia de Sánchez a su acta de diputado.
Y si Sánchez juega a poner momentánea tierra de por medio con ERC para no asustar al -pongamos por caso- votante extremeño, los independentistas hacen lo propio con el PSOE para no perder apoyo de su parroquia de Cataluña e impedir que Puigdemont les coma el terreno. Todo, desde el veto a Iceta hasta el nombramiento de dos catalanes como tercera y cuarta autoridades del Estado, que más que un guiño es un es una provocación al independentismo, es un teatrillo cuyo desenlace solo conoceremos tras el 26M. Lo números son los que son, y serán los que serán. Casado solo pescará algo en las comunidades pactando de nuevo con Cs y con la ultraderecha de Vox. Y Sánchez, si quiere ser investido y gobernar, solo tiene dos opciones: la mala, que es pactar al menos la abstención de ERC; o la peor, que es lograr el voto a favor de Bildu, PNV y el cántabro Revilla. La cartas se levantan el 26M.
Llamar héroe a Josu Ternera supera todo lo admisible
Que todos los gobierno de España, desde la UCD de Suárez al PSOE de González y Zapatero pasando por el PP de Jose María Aznar mantuvieron contactos y negociaciones con ETA es una evidencia cuya negación implicaría un cinismo sectario. A lo que nunca se había llegado es a que un dirigente político como el socialista Jesús Eguiguren llame «héroe» a un sanguinario asesino en serie como el etarra Josu Ternera el día de su detención, sin que sea expulsado de su partido. Y, aunque no es para rasgarse las vestiduras, atribuir el fin de ETA a quien estaba en el Gobierno el día que la banda dejó las armas es también un inapropiado uso partidista del terrorismo que ni siquiera una campaña justifica.
El repunte del PPdeG vuelve aún más las miradas a Feijoo
La recuperación del PPdeG y la ligera caída del PSdeG que indican los últimos tracking de Sondaxe puede ser insuficiente para evitar que el PSOE se haga, además de con el fortín de Vigo, con la alcaldía de ciudades como A Coruña, Santiago y Lugo. Pero, desde luego, si esa tendencia se mantiene, servirá para que la distancia entre populares y socialistas sea quizá la más corta en toda España en términos de votos en las municipales. Un argumento que no consolará, desde luego a los populares gallegos, pero servirá para que las miradas de los críticos de Pablo Casado en el PP se vuelvan todavía más hacia Feijoo, que aparece como el único capaz de frenar a Cs y Vox y plantarle cara al PSOE.
La vicepresidencia de Iglesias es una línea roja de Sánchez
Pedro Sánchez se prepara la batalla que supondrá la negociación con Unidas Podemos para conseguir ser investido y formar Gobierno con una mínima estabilidad. En esa dura negociación, el líder del PSOE tiene marcada una línea roja que está dispuesto a mantener trazada hasta el final: Pablo Iglesias no será el vicepresidente de su Ejecutivo en ningún caso, aunque eso obligue a amenazar con repetir las elecciones. Algo que hace difícil también que el líder morado acaba siendo ministro de algo, porque a estas alturas eso sonaría a premio de consolación. En Unidas Podemos ensayan ya esa pugna, y empiezan a elegir posibles carteras, pero con Iglesias ejerciendo el contrapoder desde fuera.