Durante su mandato, la banda terrorista cometió algunos de los atentados más sangrientos de su historia, entre ellos el de Hipercor y el de la casa cuartel de Zaragoza
17 may 2019 . Actualizado a las 11:50 h.Diecisiete años después de huir de la Justicia para no responder por el atentado contra la casa cuartel de Zaragoza, José Antonio Urrutikoetxea, Josu Ternera, el último gran jefe en libertad de ETA, fue detenido hoy en una operación denominada «Infancia robada» desarrollada por la Policía gala en colaboración con la Guardia Civil.
Fue capturado en Sallanches, una localidad de 15.000 habitantes en los Alpes franceses fronteriza con Suiza, a escasos 50 kilómetros de Ginebra, donde negoció con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero el fin del terrorismo en el 2006. La banda frustró aquella esperanza y no fue hasta el año pasado cuando anunció su disolución. Fue el propio Ternera el que la hizo oficial a través de un audio. Sin lograr ninguno de sus objetivos, sin épica. A sus 68 años y enfermo de cáncer, Urrutikoetxea fue arrestado cuando se dirigía a un centro hospitalario para recibir tratamiento.
Su detención acaba con su trayectoria en la clandestinidad y reabre su periplo judicial. Tiene pendiente de cumplir en Francia una condena de ocho años que le fue impuesta en el 2017 por formar parte de la dirección de ETA. En España, está acusado de ordenar el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza el 11 de diciembre de 1987, en el que murieron once personas, entre ellas seis niños.
Que fuese el elegido para escenificar hace un año el final de la banda demostraba su simbolismo y su impronta dentro de ETA. Los restos de una organización con una estructura ínfima y desmantelada por las fuerzas de seguridad tenían que echar mano de un histórico para dar credibilidad a un anuncio cuestionado por los sectores más radicales de la izquierda abertzale. Fue el último servicio de un etarra que pasó por todos los escalafones de una organización terrorista en la que ingresó cuando no había cumplido ni veinte años.
Dirigió la ETA más sanguinaria
Nacido en 1950 en la localidad vizcaína de Ugao-Miraballes, para 1971 ya había huido a Francia. Dos años después participó en el robo de un arsenal en Hernani en el que fueron robados 8.500 kilos de explosivos que fueron utilizados en el atentado contra Carrero Blanco y para finales de los setenta ya era uno de los principales lugartenientes de Domingo Iturbe Abasolo, Txomin, y cuando este falleció, Ternera se hizo con el liderazgo de ETA. Durante su mandato, la banda cometió algunos de los atentados más sangrientos de su historia, entre ellos los de Hipercor el 19 de junio de 1987 y la casa cuartel de Zaragoza. Fue detenido en 1989 en Bayona.
A pesar de su historial, apenas estuvo diez años en prisión. De jefe etarra pasó a dirigente de la izquierda abertzale. Batasuna le situó como candidato por Bizkaia al Parlamento vasco en las elecciones de 1998. Compartía bancada con, entre otros, Arnaldo Otegi. En un gesto que encendió a la víctimas, la izquierda aberzale le situó en la Comisión de Derechos Humanos. Un órgano presidido por un joven parlamentario del PNV, Iñigo Urkullu.
Su paso por la Cámara de Vitoria le permitió conocer a dirigentes de otros partidos. Entre ellos, a Jesús Eguiguren. Aquellos breves saludos y charlas informales en los pasillos del Parlamento cimentaron lo que vino después. Mientras Ternera estaba en la Comisión de Derechos Humanos, ETA rompió la tregua y asesinó a, entre otros, Fernando Buesa, parlamentario del PSE. En ningún momento condenó el crimen de su compañero de hemiciclo.
Salió reelegido en los comicios del 2001. Pero su suerte empezó a cambiar al año siguiente. La presión policial y judicial contra ETA, la izquierda aberzale y su entorno se intensificó al máximo. Se reabrieron causas y se analizaron procesos pendientes. En enero del 2002, la Fiscalía de la Audiencia Nacional pidió que fuera imputado por el atentado de Zaragoza. El trámite judicial se demoró varios meses, hasta que a mediados de septiembre el Tribunal Supremo, dada su condición de aforado, decidía llamarle a declarar. Nunca acudió.
Vuelta a la clandestinidad
La última vez que apareció en público fue en una rueda de prensa en el Parlamento vasco en septiembre. A principios de noviembre, el Supremo ordenó su detención pero ya se había fugado. Volvió a la clandestinidad y dentro de la izquierda aberzale su mito comenzó a crecer. En una organización jerarquizada, Josu Ternera no recuperó su papel ejecutivo, pero era un referente de primer nivel.
La llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la Moncloa dio carácter oficial a las conversaciones que Otegi y el socialista Jesús Eguiguren habían establecido en el caserío Txillare de Elgoibar desde el 2002. A lo largo del 2004, ETA remitió al menos tres cartas al Gobierno socialista para establecer contactos. Zapatero situó al frente de la delegación gubernamental a Eguiguren, la banda a Ternera. Se reunieron en Ginebra, en Oslo... Llegaron a establecer una estrecha relación.
Aquella tregua voló con la bomba de la T4 en Barajas. Desde entonces, Ternera se convirtió en un fantasma. Los rumores sobre su delicado estado de salud se acrecentaron. Estuvo a punto de ser detenido en varias ocasiones, pero nunca cayó. Se le situó en Suiza, Bélgica, Alemania, Croacia... Se supo de él en el 2011, cuando ETA pretendía abrir una negociación con el Gobierno de Rajoy tras anunciar su disolución. Con David Pla e Iratxe Sorzabal formó la última delegación de la banda, la que esperó varios meses en Oslo una respuesta del PP que nunca llegó. Ternera volvió a desvanecerse. Hasta hoy.