¿Por qué no vemos la cara oculta de la Luna?

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La sonda China Change 4 ha enviado una imagen de 360 grados tomada por el vehículo explorador Yutu 2 desde la parte del satélite que no se puede ver desde la Tierra.

28 mar 2019 . Actualizado a las 16:59 h.

Unos cien millones de años después de la formación de la Tierra, un cuerpo astronómico del tamaño de Marte colisionó contra el planeta. Los fragmentos fueron agrupándose hasta formar un cuerpo esférico, la Luna, que quedó ligada a la Tierra por la fuerza de la gravedad. Esa interacción gravitatoria entre el planeta y su satélite generó un fenómeno conocido como acoplamiento de marea o rotación sincrónica. «Cuando dos cuerpos orbitan uno alrededor de otro y uno de ellos tiene más tamaño sucede esto. El caso de la Tierra no es exclusivo. Sucede lo mismo con los satélites de Júpiter o de Marte», reconoce el astrónomo Borja Tosar. Esta particular danza no tendría ninguna repercusión sino fuera porque desde hace 200.000 años hay una especie en la Tierra, la humana, que fija la atención en el satélite pero siempre observa el mismo lado. «La Luna da una vuelta sobre sí misma en el mismo período que tarda en completar una órbita alrededor de la Tierra, unos 28 días. Esto provoca que nunca podamos ver una de sus caras. El mecanismo se asemeja a un vals. Los bailarines siempre se ven el uno al otro porque giran alrededor de la pista y entre ellos de forma sincronizada», apunta Tosar. Nuestra vecina cósmica tiene un lado oculto pero no oscuro. «Que no podemos verlo no quiere decir que no le de la luz de sol», añade el físico gallego. La mejor prueba de que la radiación solar incide es la fotografía que hace unos días envió la sonda china Chang’e 4  para confirmar que había alunizado en esa parte del satélite.

La cara invisible tiene otra particularidad. Su rostro presenta muchos más cráteres que en el lado que se aprecia desde la Tierra. «La corteza de la cara oculta es mucho más gruesa y en una primera etapa, los volcanes no conseguían hacer erupción ni rellenar extensiones con lava», asegura. Cuando Galileo cogió su telescopio para ver la Luna observó grandes áreas uniformes que bautizó como mares, porque pensó que eran enormes masas de agua. En realidad son los restos de grandes erupciones volcánicas. «El lado visible está formado en un cuarenta por ciento de mares, grandes extensiones de terreno que provienen de una colada volcánica. Sin embargo, en el lado oculto solo hay un ocho por ciento.

Uno de los misterios que rodea a la Luna reside precisamente en tratar de saber porque las cortezas son tan diferentes entre ambos lados. El acoplamiento podría haber influido «Cuando la Tierra y la Luna se formaron estaban prácticamente incandescentes. El satélite, al ser más pequeño, se enfrió rápido pero nuestro planeta siguió emitiendo calor. En aquel momento ya debía tener la órbita acoplada y ese calor fue el que impidió que se formase una corteza más gruesa en lado visible», explica.

La sonda soviética Luna 3 fue la primera en fotografiar la cara oculta en 1959. 40 años después la agencia espacial china ha conseguido el hito de alunizar un robot. «Durante el programa Apolo se propuso visitar la cara oculta pero después de la misiones humanas se perdió el interés. En parte porque la comunicación con la Tierra es difícil ya que la ondas de radio van en línea recta y se requiere de un satélite adicional orbitando», reconoce Tosar. Con el alunizaje de Chang'e 4, el gigante asiático refuerza su apuesta por la exploración del espacio. Entre sus objetivos se encuentra construir una base lunar y llegar a Marte. De alguna forma también representa una demostración de poder frente los rusos y norteamericanos. En este tipo de pulsos siempre sale beneficiada la ciencia. La misión permitirá conocer mejor la geología de la cara oculta.