Fernando Blanco y Margarita Garau llegaron a acumular casi un millón de euros en donaciones con la excusa de tratar a su hija de una enfermedad rara
07 nov 2018 . Actualizado a las 17:32 h.Nadia Nerea Blanco Garau vive con una tía materna en Binissalem, en el corazón de Mallorca, adonde se trasladó en diciembre del 2016 cuando el juzgado dictó prisión provisional para su padre y libertad con cargos para su madre, que perdió su custodia. Solo puede verla los fines de semana. Acaba de arrancar el juicio contra ambos, acusados de presunta estafa. Durante años, se dedicaron a recaudar fondos a golpe de mentiras, con la excusa de la enfermedad de su pequeña. El negocio de Fernando Blanco y Margarita Garau les salió rentable: llegaron a acumular casi un millón de euros en donaciones con la excusa de tratar de urgencia a su hija en Estados Unidos. Nadia está enferma, sufre tricotiodistrofia, pero su vida no corre peligro. Y ellos lo sabían.
Hoy tiene 13 años y, según sus padres, padece desde que nació esta rara dolencia que produce alteraciones en el pelo y la piel, y una serie de trastornos neurológicos que impiden un desarrollo intelectual normal, así como envejecimiento prematuro. Su caso saltó a los titulares hace ya diez años, cuando Fernando y Marga arrancaron una campaña para recaudar fondos económicos con los que hacer frente al tratamiento de su niña enferma. Pusieron de manifiesto su precaria situación, explicaron que los órganos internos de Nadia no crecían, que tenía dificultades para andar, que los estímulos llegaban tarde a su cerebro.
En noviembre del 2016, El Mundo recuperó su cruzada. Los padres de Nadia aseguraban en un extenso reportaje haberse gastado más de dos millones de euros viajando por todo el mundo en busca de una cura para su hija; que, para salvar su vida, Nadia debía someterse a una compleja y costosa operación en Houston (EE.UU.) que suponía un desembolso de 130.000 euros; que, de no hacerlo, moriría. Hablaba el matrimonio de una «manipulación genética prohibida en España» que duraría unas 13 horas, en la que el cirujano, a través de «tres agujeros en la nuca», practicaría una especie de reseteo para ponerle «el cerebro a cero». Al rocambolesco testimonio -que incluía viajes a Afganistán en busca de un médico ermitaño, científicos de élite e investigadores militares- le acompañaba un número de cuenta bancaria para hacer aportaciones a la causa: necesitaban entonces -mantenían- 80.400 euros más. La historia consiguió una impresionante repercusión en las redes sociales gracias a la implicación de personalidades mediáticas y artísticas en su difusión. Y en cuatro días, la familia recaudó casi el doble de lo que requería: 153.000 euros.
Un día más tarde de que el texto del diario madrileño viese la luz, el blog Malaprensa publicó un minucioso análisis de las inexactitudes del relato. El miércoles 30, el digital Hipertextual ahondó en las «inverosimilitudes y falsedades» de la versión de los padres de Nadia. Y el viernes 2 de diciembre del 2016 El País y el resto de la prensa acabaron de desmontar toda la historia. El caso saltó por los aires.
El domingo 4 de diciembre, los Mossos d'Esquadra abrieron una investigación para averiguar qué había detrás de la recogida de fondos: si una operación real o una estafa. El mismo día, la cuenta de Facebook de la Asociación Nadia Nerea para la Tricotiodistrofia, que creó el padre de la pequeña para impulsar la campaña, publicaba un mensaje informando de que todas las aportaciones realizadas a la causa comenzarían a ser devueltas. El lunes, el juez inmovilizó todas las cuentas bancarias de Fernando Blanco y el miércoles requisó el pasaporte de la niña.
Acorralado, el padre de Nadia reconoció lo exagerado de su relato. Alegó el «temor a perder» a su hija, pidió perdón, admitió que, en realidad, nunca había llevado a la pequeña a ningún hospital de Houston, que la había tratado con curanderos, que había viajado a Afganistán, sí, pero no para ver a un especialista que vivía en una cueva. Que también había mentido a su mujer al respecto. Que su hija no estaba tan enferma como había dicho. Que no estaba en riesgo de muerte. Que su dolencia solo afectaba a la piel.
A continuación rompió su silencio Margarita Garau. En su defensa, se excusó diciendo que había confiado ciegamente en su esposo, que el único fallo que habían cometido había sido «exagerar la historia, ir a especialistas que hacen tratamientos experimentales y no pedir papeles» que lo demostrasen. Garantizó no saber que la niña iba a curanderos y reconoció que no creía en «esas cosas». «No somos estafadores, la niña está enferma y no hemos cogido el dinero de nadie ni hemos utilizado a la niña para medrar», insistió.
El miércoles 7 de diciembre del 2016, Fernando Blanco fue detenido. Huía de un control policial activado ante un eventual riesgo de fuga al trascender que estaba siendo investigado por supuesta estafa. Llevaba encima una pistola de fogueo y cartuchos de rifle. Su esposa fue detenida horas más tarde, y puesta en libertad al día siguiente. Ya en el 2001, el padre de Nadia había cumplido una condena de cuatro años de prisión por haberse apropiado de 120.000 euros de la empresa en la que trabajaba.
Desde el 2008, Blanco y Garau reunieron hasta 918.000 euros en donaciones. De esta cantidad, se gastaron cerca de 600.000 euros, según se desprende de sus movimientos bancarios, pero no en operaciones ni en tratamientos para la pequeña. Según la investigación judicial, solo invirtieron unos 295 euros en la medicación de la pequeña. La asociación creada para recaudar fondos pagaba el alquiler de la casa donde residía la familia, con un coste anual de 9.800 euros. En los registros también figura un pago a una empresa de automoción por valor de 24.500 euros, entre otros.
En el registro del domicilio familiar se encontraron 1.845 euros en efectivo y 32 relojes valorados en 50.000 euros, un ordenador, tres tabletas electrónicas y tres teléfonos móviles, todos de gama alta, así como marihuana. En el momento de su detención, el padre de Nadia llevaba encima 1.450 euros en efectivo, dos relojes y varios dispositivos electrónicos.
En el banquillo
Hasta 30 testigos, incluyendo agentes de los Mossos d'Esquadra y médicos forenses, comenzaron a desfilar a principios de octubre por la Audiencia de Lérida para declarar sobre el caso. Ni la Fiscalía, que pide seis años de cárcel para cada uno de los progenitores, ni el abogado de la madre, Alberto Martín, citaron a la pequeña. ¿Qué estrategias han seguido las defensas de los padres?
Ni trataron de hacerse ricos pidiendo ayuda a los ciudadanos, ni la niña está a salvo de la enfermedad que padece. Es esta la línea de defensa con la que partieron Blanco y Garau, que durante el primer día del juicio insistieron en que se vieron obligados a recurrir a la solidad de los ciudadanos tras haberse gastado en tratamientos los 660.000 euros que tenían ahorrados -un dinero que habían ganado, aclaró el padre, con una tienda de vinos y por medio de unas conferencias que impartía-. Añadió el acusado, durante la vista, que los médicos españoles no sabían cómo tratar la afección, no supo precisar el monto total recaudado ni qué tipo de profesionales trataron a su hija -ni su nombre, ni su especialidad, ni el centro al que acudieron-, pero sí repasó los viajes que hizo al extranjero a ciudades como Houston o París. Testificó que en la primera, el tratamiento de la pequeña tenía un coste de 50.000 euros. Y que en la capital francesa, su hija fue intervenida durante horas para sacarle genes mediante una punción en la nuca, genes que luego fueron manipulados en el laboratorio antes de volver a introducirlos en el cuerpo de la pequeña.
Sin embargo, no constan detalles de que padre e hija hubiesen salido de España, según el fiscal. Alegó él que lo hicieron desde Francia o Turquía, en vuelos privados. Apuntó, también, que su mujer desconocía estos movimientos, que no viajaba con ellos porque: «Si hubiese sabido cómo era intervenida la pequeña, no me hubiese dejado hacérselo», confesó Blanco. Apuntó Margarita Garau que ella dejaba todo en manos de su marido y que no les acompañaba en los viajes porque tiene «pánico a volar».
Exhibicionismo y pornografía
El caso incluye, además, el archivo de una causa de los padres de Nadia por exhibicionismo y pornografía por falta de pruebas. Fernando y Marga fueron investigados después de que los Mossos diesen con fotos de la menor en unos registros. En las imágenes, la pareja aparecía practicando sexo delante de la niña, aparentemente dormida. También se encontraron otras imágenes en las que la niña aparecía desnuda.
El tribunal admitió la tesis de la pareja, que dijo que estas instantáneas tenían un objeto médico para el seguimiento de su enfermedad cutánea. En ningún momento fueron halladas fotos de otros niños desnudos, que las imágenes que las acompañaban tenían un carácter familiar y que, junto a ellas, había una serie de documentos gráficos de «lo que pudieran ser erupciones cutáneas o sarpullidos». La Justicia consideró que este material no podía considerarse obsceno porque tan solo mostraba a la niña desnuda, pero sin que exhiban sus genitales con una finalidad sexual, y que no había evidencias de que hubiesen sido difundidas fuera del ámbito familiar.
La condena
Fernando Blanco y Margarita Garau han sido condenados por la Audiencia de Lérida a cinco y tres años y medio de cárcel, respectivamente. La sentencia concluye que aprovecharon la enfermedad de la menor para «urdir un plan» con el que enriquecerse mediante campañas solidarias.