Evaristo Pérez dirigía la unidad de la Policía Nacional que arrestó un martes de carnaval a Ricardo Portabales, cuyo arrepentimiento desembocó en esta investigación
25 abr 2017 . Actualizado a las 07:47 h.Poco se imaginaba aquel martes de carnaval de finales de los ochenta -no puede precisar el año concreto- que lo que se presuponía iba a ser otro golpe contra el tráfico de drogas a pequeña escala en Pontevedra terminaría derivando en la primera gran investigación contra el narcotráfico, la operación Nécora. Por aquel entonces, Evaristo Pérez era jefe del grupo de estupefacientes en la comisaría provincial, a la que había llegado en 1985: «A Ricardo Portabales lo detuve. Estábamos investigando a una persona que traficaba con drogas y tuvimos noticia de que iban a hacer un pase delante de la Peugeot».
En el coche del propietario de los estupefacientes se encontraban un desconocido para el grupo antidroga de Pontevedra: Ricardo Portabales. «A partir de aquella me venía a ver. Tuve que cambiar de teléfono porque me llamaba a casa a las cuatro de la mañana y ponerlo a nombre de mi mujer. Hace mucho tiempo que no sé nada de él».
Portabales ingresó en prisión, pero siguió manteniendo el contacto con este agente de la Policía Nacional. «Un día me llamó, que quería hacer una denuncia. Fui a verlo a la cárcel y me dijo que quería denunciar a media humanidad, a Carlos Goyanes, a Eduardo Barreiros y a algún colega de una comisaría cercana». Ante el panorama que le describía quien fue considerado, junto a Manuel Fernández Padín, el primer arrepentido del narcotráfico gallego, Evaristo Pérez le aconsejó que lo escribiera. Cuando comenzó a nombrar a compañeros le dijo: «No me cuentes más y escribe una carta al juzgado de guardia».
El escrito aterrizó en el juzgado de instrucción que por entonces dirigía el magistrado del Supremo Luciano Varela. Este último se puso en contacto con Evaristo Pérez para pedirle su opinión: «Le dije que el 90 % era todo una invención, tonterías que no tenían ni pies ni cabeza».
A la vista de que Portabales aludía a personas de distintos puntos del territorio nacional, Luciano Varela remitió el escrito a la Audiencia Nacional. Para su sorpresa, al cabo de un mes, Evaristo recibió un télex de Baltasar Garzón citándolo en Madrid. «Me preguntó lo mismo que Varela, y yo le di mi opinión, y el juez Garzón me dice que se van a querellar y los van a detener a todos».
De regreso a Pontevedra, se reunió con Luciano Varela para transmitirle la decisión de Garzón: «Puso un gesto un poco escéptico como diciendo que la palabra de un chorizo va a valer... Y fue lo que desencadenó la operación Nécora».
Con la perspectiva que da el tiempo y transcurridos veintisiete años de aquel 12 de junio de 1990, Evaristo Pérez es contundente al valorar este operativo: «Tanto trabajo para tan poco resultado no mereció la pena. Había poca chicha». No obstante, reconoce que fue muy simbólica, «tuvo un efecto impactante. Esto parecía la invasión de Vietnam. Pero en el aspecto de los resultados, por condenados, fue un fracaso, desde mi punto de vista».
Portabales, ya como testigo protegido, «estuvo una temporada cobrando un sueldo del Estado, con escolta, con coche, con piso... hasta que alguien se dio cuenta de que no podía seguir indefinidamente y se lo quitaron. Parecía un ministro».
A escasos meses de cumplirse un nuevo aniversario de la operación Nécora, Evaristo Pérez, se jubila en la Policía Nacional, cuerpo al que este ourensano, que se considera pontevedrés de toda la vida, le ha dedicado los últimos 44 años y seis meses de su vida. Su primer destino fue Barcelona donde comandó el grupo de estupefacientes «cuando la droga todavía en Galicia casi ni se conocía», para luego pasar por las comisarías de Ribeira y Vilagarcía antes de recalar en la ciudad del Lérez.
«A mí me cogió de lleno la agresión al presidente del Gobierno. Fue el momento más desagradable que viví»
El de Evaristo Pérez es posiblemente uno de los rostros más conocidos de la comisaría. Es lo que tiene haber dirigido los últimos diecisiete años la brigada de seguridad ciudadana, entre cuyos cometidos se encuentran los dispositivos de seguridad durante los partidos que disputa en casa el Pontevedra o los despliegues policiales en caso de la visita de alguna autoridad. Es por eso por lo que recuerda que le cogió de lleno la agresión al presidente del Gobierno: «Salí en La Voz de Galicia en primera página al día siguiente». La agresión a Mariano Rajoy «fue un hecho muy desagradable porque le pegan al presidente del Gobierno en su ciudad. Quizás fue el momento más desagradable en todos mis años en la policía. Nunca imaginé que le pudieran agredir a un presidente del Gobierno».
Frente a todas las voces que afirmaron que pudo haber un fallo de seguridad, Evaristo Pérez entiende que «si un político se mezcla entre la gente, deja que la gente le abrace, se haga fotos... La seguridad fallaría si el chaval le pegara un segundo puñetazo. Pero el primero es imprevisible».
Aquel 17 de diciembre del 2015, dirigía el segundo anillo de seguridad en torno a Rajoy, de tal modo que el primer cinturón, el más cercano, corría a cuenta de agentes adscritos a Presidencia del Gobierno. «¿Quién se va a imaginar que un chaval de 17 años le va a largar una leche al presidente?».
Inevitable, dada su jubilación, es preguntarle por aquellas investigaciones que lo han marcado en su carrera. Y, sin dudar, responde: «Tenemos una espina clavada en esta comisaría, que es el caso de Sonia. Es un tema que todavía se sigue investigando».
Hace un paralelismo con otra investigación que también tiene colgado el cartel de «sin resolver», la relativa al asesinato en 1988 de Yasmina Soto-Quiroga Peralba, de 17 años. «No tuvo tanta repercusión social», rememora, al tiempo que recuerda cómo el cuerpo sin vida de esta adolescente de Seixo (Marín) apareció en el entorno del lago de Castiñeiras. «Lo investigamos en profundidad y no fuimos capaces de aclararlo», sostiene, al tiempo que remarca que «en un caso y en el otro hay un sospechoso muy cualificado».
De llenó también le tocó todo lo relacionado con la movida. A Evaristo Pérez no le duelen prendas al reconocer la labor del gobierno capitalino. «Hay que decir públicamente que el Concello de Pontevedra tuvo una buena idea, que fue trasladar la movida al Recinto Ferial a pesar de que hay gente que dice que no hay que trasladar la movida, hay que suprimirla. Como no se puede suprimir, por lo menos la vamos a poner en un sitio donde no moleste a la gente».