El presidente de la asociación de agencias independientes de Asturias defiende la importancia de su profesión y de un sector que ha resistido a la tempestad de la revolución tecnológica
14 dic 2017 . Actualizado a las 11:30 h.Cuando me preguntan que es un agente de viajes suelo contestar que es un profesional que ayuda a hacer realidad los sueños e ilusiones de los viajeros que confían en su trabajo. Pero también un es un gestor de tiempo, un asesor financiero con algo de psicólogo y a veces hasta de confidente.
Un agente de viajes no solo es quien despacha un paquete turístico o un billete de avión -que también lo hace- sino que es un profesional capaz de entablar un diálogo con el viajero con el fin de llegar a entender lo que este desea y espera, para así organizar y gestionar su viaje, aprovechando al máximo tanto el tiempo como los recursos económicos.
Se puede decir que hemos vuelto al origen de la profesión, cuando un agente de viajes solía conocer personalmente los destinos a los que enviaba a los viajeros, cuando era posible comunicarse directamente con el personal de la compañía transportista o del hotel donde se iba a alojar el cliente y el trato personal entre profesionales era de compañerismo e incluso de amistad.
Cuando hace más de 30 años comencé a trabajar en este sector, se utilizaba el teléfono para hacer las reservas, tanto a la compañía aérea, a la empresa de autobuses o al hotel, de modo que se llegaba a conocer a los que estaban al otro lado. La oferta era más limitada. Era fácil recordar los horarios y números de vuelos, se podía estar seguro de que en los seis meses siguientes el precio de un billete de ida y vuelta desde Asturias a Madrid era de 33.400 pesetas o 53.400 pesetas a Barcelona, como también era posible saber de memoria los precios, para ese año en cuestión, de un billete a Argentina o a Nueva York, porque tanto billetes como hoteles tenían precios fijos para temporada alta, media o baja. Y desde luego, se tenía un trato con el cliente en el que se llegaban a conocer sus gustos y preferencias, con lo cual era mucho más sencillo satisfacer sus necesidades.
Después vino un tiempo en el que todo tenía que estar empaquetado. Las ofertas eran inamovibles y no había otra opción que el paquete turístico al cual el viajero tenía que adaptarse ya que de no hacerlo, los precios eran desorbitados.
En la actualidad, se ha recuperado el gusto por el viaje personalizado, los agentes creamos viajes a la medida de las preferencias y presupuestos de cada cliente, para ello nos tomamos tiempo en hablar e intentar conocer los gustos y necesidades de cada viajero. Esto no se improvisa, requiere conocimientos y formación constante.
La forma de distribución del producto turístico ha cambiado tanto que prácticamente cualquier persona desde su casa puede organizar un viaje, aunque no siempre obtiene lo mejor por el dinero y el tiempo que invierte en la búsqueda y selección de los servicios, sin llegar a alcanzar las expectativas creadas.
Un agente de viajes hoy en día, por lo general, tiene una formación académica universitaria o de grado superior, visita múltiples destinos aprovechando para conocer la oferta de alojamientos, acude a ferias y congresos para tener contacto directo con profesionales de los países a los que envía a sus clientes, consiguiendo una garantía de que los servicios serán de calidad.
Las agencias de viajes están en constante evolución y esto requiere por parte de los agentes una formación constante, tanto tecnológica como técnica. Por ejemplo, el agente de viajes tiene acceso a información sobre requisitos de visados o sanitarios a nivel global, lo que sirve para evitar problemas y contratiempos a la hora de organizar un desplazamiento.
Actualmente se compara el servicio que presta un agente de viajes con el «hágaselo usted mismo por internet». Realmente, no es comparable, ya que el o la agente ofrece experiencia y conocimientos, suele estar pendiente del desarrollo del viaje y si surge un imprevisto solucionarlo lo más rápido posible.
Uno de los aspectos más importantes es que una agencia de viajes ofrece garantías y solvencia. Mientras que las agencias, para cubrir eventuales problemas en la gestión, organización y desarrollo de los viajes, cuentan con avales, que se verán incrementados el próximo año a un mínimo de 100.000 euros por agencia (además de seguros de responsabilidad civil por un mínimo de 360.000), muchas páginas o plataformas de viajes de Internet no ofrecen estas garantías para el consumidor. Si algo sale mal a la hora de responsabilizarse de los servicios prestados, se escudan en un email o en un teléfono de alto coste. Muchas de estas plataformas están radicadas además en paraísos fiscales.
Se suele pensar que es más barato comprar un viaje en Internet que en una agencia local, pero casi nunca es así. Las agencias de viajes han sabido adaptarse a los cambios y hoy en día son absolutamente competitivas en un mercado global, al disponer de unos medios tecnológicos que les permiten ofrecer los transportes, alojamientos o servicios más adecuados para cada cliente al mejor precio.
A las pequeñas agencias se las ha dado por muertas en muchas ocasiones. Primero cuando aparecieron las grandes redes verticales que gastaban miles de euros en publicidad, pero limitaban su oferta a los productos que estaban en la campaña del momento, en repetidas ocasiones estas grandes agencias quebraron, dejando a muchos viajeros sin dinero y sin viaje. Después, con la aparición de las plataformas de Internet, se volvió a decir que las agencias de viajes locales iban a desaparecer. Hoy en día es un hecho que las agencias de viajes siguen siendo un servicio muy apreciado, porque aportan un valor adicional y cada vez más viajeros experimentados prefieren dejarse asesorar por profesionales.
Sé que mi profesión sigue siendo de utilidad a las personas. Los agentes de viajes podemos ayudar a llevar a cabo de la mejor manera los proyectos de viajes y vacaciones de nuestros clientes, como conocer aquella playa, monumento, paisaje soñado o disfrutar de la vista de un cuadro en un museo lejano. También estoy convencido de que nuestro trabajo diario aporta humanidad en un mundo regido por máquinas y ordenadores, permitiendo acercar a personas de diferentes culturas a través de los viajes.