La joven realizadora asturiana Elisa Cepedal, a la que el FICX dedica un ciclo, habla de su formación, sus primeros pasos y el cine hecho en Asturias
21 nov 2017 . Actualizado a las 07:28 h.De pequeña ya me gustaba el cine. Mi hermano mayor me ponía películas de directores como Kubrick. Pero la primera vez que vi una película que me chocó yo tenía quince o dieciséis años. Estaba viendo La 2 y cogí empezad una película. Me alucinó. No había visto nada similar antes. Al día siguiente, busqué en el periódico y vi que aquella película era Vivir su vida, de Godard. A partir de ahí empecé a buscar ese tipo de cine menos convencional, un cine distinto al que te ponen en la tele o ves en las salas más comerciales. Algo más tarde, cuando ya estudiaba Bellas Artes en Bilbao, me especialicé en foto y audiovisuales. Tenía un profesor que nos daba Cine y nos empezó a enseñar de todo y a descubrir sobre todo a los clásicos, en unas clases que hacía muy amenas. También empecé a ir a la Filmoteca y a ver todas las películas de Godard, de Jean Rouch, de Tati... Antes de eso yo quería ser fotógrafa porque mi abuelo lo era. Desde pequeña usaba sus cámaras, hacía mis fotos, revelaba y utilizaba su ampliadora. Pero a partir de los estudios en Bilbao me empezó a interesar más la imagen en movimiento. Al principio no era nada serio: cortos para divertirnos, algo tontos, para presentarlos a premios en la universidad. Fue cuando acabé Bellas Artes y me fui a vivir a Londres para estudiar cine cuando eso cuajó.
Antes de La playa hice un par de ejercicios en la escuela, aunque considero que todos los cortos que he hecho hasta ahora son de algún modo ejercicios de forma, de narrativa... Pero fue La playa el que fue un poco más serio, tuvo más visibilidad y empezó a moverse por festivales. Cambió mucho durante el rodaje, tuvo mucho de improvisación. Era la primera cosa que hacía, no tenía experiencia en dirección de actores, así que me dejé llevar un poco por los acontecimientos y jugué más durante el montaje, no como en Ay, pena, donde fue todo más estructurado. Fue un proceso muy intenso de enseñanza y aprendizaje.
Yo estaba muy contenta con el corto, pero no tenía ningún contacto ni nada parecido, así que se me ocurrió mandarlo al Festival de Buenos Aires, al Bafici. Yo había conocido a su programador, Fran Gayo, aquí en Gijón porque uno de mis cortos se había proyectado en el FICX, en el Día d'Asturies. Lo mandé al Bafici, pero no a Fran directamente. Un programador lo vio y le llamó la atención sobre él. Se quedó sorprendido: «¡Pero si es el corto de Elisa!». Y, aunque no tienen costumbre de programar cortos que no sean argentinos, lo programaron. A partir de ahí me di cuenta de que podía gustar a la gente y empecé a mandarlo a otros festivales, algo que puede ser una tarea un poco cansina: meses mandándolo a sitios sin contactos, sin que te conozca nadie ni conocer tú a programadores, sin recibir respuestas... Pero al final La playa estuvo también en Gijón, en la Noche del Corto español.
En esa fase hay que perseverar, estar al menos dos años perseverando, y al final te llega alguna buena noticia. Igual te pasas seis meses sin recibir una respuesta y luego, como me sucedió con Ay, pena, te llega de golpe la noticia de que te han seleccionado para un festival tan prestigioso como el New Directors/New Films organizado por el MoMA y la Film Society of the Lincoln Centre, algo que para mí fue muy importante. Lo mandé además fuera del plazo de admisión, con una carta diciendo que lamentaba haber llegado tarde, pero me lo cogieron y me hizo una ilusión enorme.
Estar en Londres no ha sido necesariamente una ventaja para mí. Recuerdo cuando se hablaba mucho del Nuevo Cine Español en revistas como El Caimán, y de que habia un grupo de jóvenes cineastas que tenían contacto y relación con una serie de programadores. Me sentí fuera, alejada de todo eso. Últimamente ya he estado por aquí en festivales como el de Orense, y ves caras que empiezan a pulular por todos los festivales. Hay un circuito en el que se va conociendo un poco la gente y yo, al estar fuera, me perdí un poco de todo eso. Pero tampoco estoy segura de que eso me haya perjudicado. Lo que sí tengo claro es que en el Reino Unido se hace un cine muy distinto del que yo hago y que a la hora de encontrar subvenciones voy a tener mucha más dificultad allí. Allí las subvenciones vienen de la lotería y están gestionadas por el BFI, es una especie de ICAA, pero mantiene un control mucho más fuerte sobre las películas que selecciona, casi como si fueran productores ejecutivos de un canal de televisión. En Londres eso nos dificulta las cosas a gente como yo, que queremos tener más control y entrar en el juego de la industria y crear productos más comerciales: está el circuito más comercial y el del moving image, que es otro circuito más próximo al del arte. Yo no encajo en niguno de los dos. A la hora de subvenciones o festivales, estoy más en la línea de Estados Unidos, Iberoamérica, Europa, España...
En torno a un programador como Fran Gayo, que nos presta mucha atención y hace mucho por ayudar a todos los proyectos. Él me puso contacto con Marcos Merino, con Ramón Lluis Bande, gente a la que admiro mucho y con la que he llegado a tener mucha amistad. Hablamos de cine, compartimos reflexiones... Con Ramón sobre todo comparto muchas referencias. Puede que hagamos cine muy distinto, pero nos gusta el mismo cine. También me interesa lo que hace Luis Argeo. En el grupo también están Marta y Vera, que son productoras, Diego Llorente, también... A veces nos juntamos todos y compartimos reflexiones. Algunas veces hablamos de lo que podríamos hacer conjuntamente, aunque no sé si llegaremos a llevar algo a cabo.
Asturias tiene mucha importancia en mi obra, como en la de ellos. Ahora mismo estoy rodando una película en la Cuenca sobre el fin de la minería del carbón. Soy de allí, de Barredos. Rodamos un poco en septiembre, y ahora vamos a rodar el resto. Mi intención era ir un poco más hacia el documental, meterme en una historia real que casi está aconteciendo dentro de mí; pero no sé si es por mí y por lo que yo estoy acostumbrada a hacer o por la historia en sí, que está yendo más hacia la ficción o la fabulación, así que no sé lo que va a salir. Va a ser algo un poco extraño. Acaberemos en diciembre, me volveré a Londres para el montaje y lo montaré con calma. El montaje a veces no es tanto las horas que echas como la distancia del material.
A quienes están empezando ahora mismo como yo hace unos años, les diría que sigan viendo cine, todo lo que puedan, y que perseveren en el trabajo propio. También que lean mucho sobre cine. Hay cineastas prácticos que no entienden esa parte más teórica, pero a mí me parece importante. No digo que tengan que ser textos teóricos o academicos, pero hay por ejemplo libros con entrevistas a directores en los que hablan de su enfoque y su metodología, que son fundamentales para formarse y empezar a reflexionar sobre el trabajo ajeno y, a partir de ahí, el trabajo propio. Que se pongan delante de la realidad que les interese contar y reflexionen.