La playa asturiana que inspiró la historia de «Tiempo», el último taquillazo de Shyamalan

Elena G. Bandera
E. G. Bandera REDACCION

VIRAL

Fotograma de la película «Tiempo», de M. Night Shyamalan
Fotograma de la película «Tiempo», de M. Night Shyamalan

La película se basa en la novela gráfica «Castillo de arena», cuyo guionista pasó todos los veranos de su infancia en Asturias

04 ago 2021 . Actualizado a las 19:50 h.

Tiempo (Old en su versión original), la nueva película del cineasta M. Night Shyamalan, se estrenaba el pasado viernes siendo líder de la taquilla española en su primer fin de semana. Shyamalan, director de El sexto sentido, El protegido o Señales, sitúa su nueva historia en una playa paradisíaca a la que acude una familia a pasar el día durante sus vacaciones. Protagonizada por Gael García Bernal, ganador de un Globo de Oro por Mozart in the Jungle, todo se vuelve extraño y terrorífico cuando empiezan a envejecer rápidamente.

La historia de Shyamalan se basa en la novela gráfica Castilo de arena (Sand Castle, 2010), del realizador y guionista francés Pierre-Oscar Levy y el historietista e ilustrador suizo Frederik Peeters. Levy (París, 1955), cineasta especializado en documentales que escribió el guión pensando precisamente en una película, cuenta en el prólogo del cómic que la playa paradisíaca en la que se inspiró para crear esta escalofriante historia es asturiana.

De hecho, desde que tenía tres años y medio hasta los 17 años veraneó en Asturias con sus padres y, cuando por fin se publicó Castillo de arena en 2010, llevaba más de 20 años dándole vueltas a tan peculiar historia: «Encontrarse con un lugar tan especial despertó mis ganas de hacer una película, y por tanto escribir un guión».

La playa no es otra que Gulpiyuri, «cerca del pueblo de Naves y en el concejo de Llanes«, escribe el guionista, que explica que ya simplemente por escribir sobre ella se imagina un primer plano de una pequeña ola rompiendo en la arena mientras la cámara se aleja para mostrar que está captada por un satélite.

La playa de Gulpiyuri
La playa de Gulpiyuri

De aquélla, cuenta en el prólogo, «hacer una película basada solo en un escenario parecía imposible, a pesar de que la playa era un lugar real y una fantástica trampa para turistas. Y también una trampa para la imaginación». Pese a que pasó todos los veranos de su niñez en Llanes, también cuenta que no conoció Gulpiyuri hasta el último.

«Por extraño que parezca, siempre íbamos a bañarnos a las mismas playas y no me topé con la de Gulpiyuri hasta los 17 años, el último año en el que estuve de vacaciones con mis padres. Tenía muchas ganas de todas una película allí, pero no tenía historia. No había entrado en la escuela de cine y ni siquiera había terminado la secundaria. Soñaba con ser pintor, director, actor, fotógrafo, novelista y (por supuesto) uno de los más grandes amantes en la historia del mundo y me olvidé por completo de la playa».

Levy, que acabó recuperando Gulpiyuri como el paraíso trampa de una historia que también atrapó a Shyamalan, también explica que la razón por la que sus padres pasaron las vacaciones de verano en Asturias entre finales de los años 50 y principios de los 70. «Mi padre escapó de Francia en enero de 1943 para unirse al Ejército de Liberación Francés en el norte de África y estuvo prisionero durante una larga temporada en España». Eso le salvó de los nazis y, como dominaba el inglés, pasó a ser intérprete de los soldados franceses que se entrenaban con los americanos durante la Segunda Guerra Mundial.

Tras la guerra, su padre trabajó como fotógrafo para la agencia Associated Press (AP) y uno de sus colegas estadounidenses le recomendó Asturias como el perfecto destino de vacaciones. «Si mi padre no hubiera sobrevivido al extermino de los judíos europeos en España nunca habría conocido a mi madre -que también sobrevivió al bombardeo de Londres- en Bruselas, nunca se habrían casado, nunca habríamos ido de vacaciones a Asturias y yo nunca habría escrito esta historia», relata Levy, que además explica en el prólogo de Castillo de arena que durante 20 años trató de hacer documentales sobre el cambio climático sin demasiado éxito en las redes de televisión -«¡mi error fue haberlos lanzando demasiado pronto!»- porque al menos el guión que realizó para la novela gráfica en la que se basa Tiempo «tiene sus raíces» en la preocupación creciente que, desde los años 70, tiene sobre la imparable y acelerada crisis climática.