Sobre el concepto de Estado Laico: Intentando entender algunas interpretaciones

Luis Fernández González

TU VOZ

El presidente de Asturias Laica reflexiona sobre la confusión interesada entre el espacio público y los ritos religiosos con un episodio reciente en Gijón

09 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No hace mucho, en un pleno del Ayuntamiento de Gijón, mientras se discutía sobre la adscripción del mismo a la Red de Ayuntamientos para un Estado Laico, se oyó a una concejala del Partido Popular decir: «…usted puede ser tan laicista como yo católica pero el Estado español, ya por la Constitución, es aconfesional…  El Estado no se adscribe a ninguna religión».

Repuestos de la sorpresa inicial ante el despropósito de la afirmación puede merecer la pena reflexionar sobre la misma.

Sería demasiado sencillo asumir que la afirmación tiene su origen en el calor de la discusión, en la búsqueda rápida de argumentos para llevar la contraria al ponente simplemente porque sí, sin que exista una sólida construcción racional de la respuesta. No deberíamos aceptarlo. Debemos suponerles a nuestros ediles una actuación más reflexiva, puesto que los puntos a tratar son conocidos con antelación, y por lo tanto preparados.

Pero, si ha habido una reflexión previa, nos asomamos a un panorama preocupante.

Aparece una primera explicación posible: la ignorancia. Es posible que la concejala en acción desconozca el sentido que encierra la expresión «Estado laico». Es posible que, empujada por la rima, incluya laicismo con catolicismo y judaísmo. Es posible que ignore que el laicismo no es una religión sino una propuesta para organizar el Estado con relación a las religiones. Es posible que ignore que, por respeto a la libertad de conciencia, una vez admitido que la opción religiosa de toda persona debe de ser respetada por el Estado, éste debe de organizarse de forma que  no conceda privilegios a ninguna confesión frente a las demás, estableciendo discriminaciones por razón de credo (para ello es necesario que asuma que no hay una «religión verdadera» en sentido absoluto, y que cada persona tiene derecho a considerar la suya como «la verdadera»). En suma, es posible que ignore que el laicismo es aquel movimiento que exige, como condición necesaria (aunque no sea suficiente) que exista una separación clara entre el Estado y las diversas confesiones religiosas, TODAS las confesiones religiosas.

Es obvio que es mucha ignorancia. Que parece difícil que una concejala del Ayuntamiento de Gijón pueda exhibirla en un pleno. No sé. Quizás se podría justificar porque la suya es otra especialidad, que está en el equipo municipal porque sabe de otras cosas útiles para la ciudad.

Hay otra explicación posible. Que la concejala no ignore todo lo anterior pero que, suponiendo que pueda haber una parte de la ciudadanía que la escucha que sí lo ignore o al menos tenga dudas, y aprovechando el privilegio de su posición y el crédito que de forma automática se asocia a esa posición, intente deliberadamente confundir a quienes le escuchan desde la duda. Es decir, es posible que exista una intención planificada de generar confusión en la ciudadanía tergiversando los conceptos, haciendo asociaciones fonéticamente fáciles (laicismo/catolicismo) para evitar que, desde la inseguridad de muchas creencias individuales, se entienda con claridad la sencillez de la propuesta de luchar por un Estado Laico. Me parece más difícil de aceptar que la anterior.

Hace muy poco, también en Gijón, se desarrolló el rito católico de «bendición de las aguas». Rito destinado a que, en palabras del oficiante del mismo, «tengamos un estupendo tiempo estival» (es llamativo el cambió de finalidad de la «bendición»: de estar destinada a favorecer la pesca --la «generosidad» del mar hacia los pescadores-- pasa a beneficiar los negocios hosteleros; cosas de la economía disfrazadas de tradición).

Ante la presencia de la alcaldesa como oficiante, (no arrojaba el agua milagrosa pero sí las flores que completaban la operación), un grupo de personas se manifestaron pidiéndole, por respeto a la pluralidad ciudadana, su no participación como autoridad de todas/os en un rito de una confesión particular.

Es entonces cuando, molesto por esta manifestación, y queriendo reforzar la presencia de la alcaldesa en la operación, el oficiante afirmó: «Gijón es una ciudad tolerante y la primera libertad es la religiosa. Algunos creo yo que necesitan afeitarse las ideologías requemadas por la evidencia de la vida».

No resulta fácil analizar sus palabras. Pero está claro que reivindica la sumisión de la autoridad municipal de todas y todos los gijoneses a un credo religioso (el suyo) como una manifestación de la libertad religiosa, lo que le permite intentar situar la reivindicación laicista como un ataque a su religión, pretendiendo presentarla como una propuesta totalitaria que busca excluir su actividad confesional. Para él, quienes solicitan un comportamiento de la alcaldesa coherente con el acuerdo del Pleno Municipal de incorporar a Gijón en la Red de Ayuntamientos para un Estado Laico ¡están vulnerando la libertad que ampara las creencias religiosas de cada cual!

La actuación de este oficiante estaba claramente pensada (la hacía delante de su jefe) y aquí no cabe alegar ignorancia (es su oficio). En su prédica hay un claro intento de confundir a los que considera «sus feligreses», y, aprovechando el refuerzo que da un púlpito público refrendado por la máxima autoridad municipal, sembrar intencionadamente una idea deformada y falsa de la propuesta laicista.

Su posicionamiento ideológico se manifiesta con esa licencia verbal del «afeitarse las ideologías» (sigue viendo barbudos --seguro que rojos-- detrás de todo esto) aunque resulte difícil de interpretar la calificación de «requemadas por la evidencia de la vida», no ya por la amplitud de interpretaciones del término «requemadas» (¿re-quemadas?¿añora encender hogueras para volver a quemar lo que en otras épocas pudieron quemar?) sino por lo difícil que resulta interpretar lo que para él es una «evidencia» (acaba de asegurar una mejora del clima de una forma muy peculiar) y no digamos lo que entiende por «vida».

Luis Fernández González

Presidente de Asturias Laica