Sara Combarros, una de las coordinadoras del 8-M, explica que el movimiento no se conforma con cambios «cosméticos» y que seguirá dando la batalla
23 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.El feminismo vive uno de los más importantes de los últimos años. Las redes que ha ido tejiendo y el músculo que se fue formando estos años en las calles a través de la organización de miles de mujeres se materializó en la huelga feminista del 8 de marzo de este año. Una huelga que desbordó las calles de Xixón y las plazas de todos los pueblos de Asturies.
Desde los meses previos a la jornada del día 8 el éxito podía vivirse y sentirse. El movimiento feminista tejía red y espacio, hacía y extendía discurso radical e innovaba y construía nuevas herramientas de lucha. Tejía red y espacio porque estaba siendo capaz de aglutinar en torno a un horizonte común. Expandía discurso porque la gente hablaba, debatía y cuestionaba las causas de vivir desigualdades y discriminaciones por ser mujer. Se hablaba con naturalidad sobre temas que se escondían en la intimidad. Se hablaba sobre los cuidados y reparto de tareas, los abusos de poder dentro de las aulas universitarias, la brecha salarial, las trabajadoras domésticas y su desprotección. Y esto se colaba hasta en las tertulias mañaneras de Telecinco (con todo lo que ello implica) que conectan directamente con esos contextos «invisibles» cuidados y custodiados por mujeres que tenían que parar este 8.
El feminismo se ha convertido en un vector de politización mucho más amplio y potente. Un ejemplo de esto son las mujeres tan jóvenes que vemos en las últimas movilizaciones y la proliferación de colectivos feministas que vivimos, como puede ser Les Leones Violetes, colectivo de reciente creación en Avilés de chicas de instituto o el Colectivo Feminista de Muyeres Rurales del Oriente.
El éxito que fue viviendo el movimiento feminista también se explica muy bien en el proceso que los sectores más conservadores vivieron en torno al 8M. Escuchábamos en las radios y televisiones como líderes políticos desprestigiaban la huelga internacional y se posicionaba en contra del feminismo y de la igualdad; huelgas a la japonesa, no nos metamos en eso… Hasta que el 9 de marzo no tuvieron otro remedio que subirse al carro si querían seguir siendo relevantes. Esta contradicción que han vivido en apenas horas visibiliza el éxito y la victoria de la batalla dada en este proceso de movilización que tuvo un punto de inflexión el 8 de marzo pero que continúa…
Continua, pero… ¿Cómo? ¿Cómo se gestiona el éxito? ¿Cómo se trabaja con la euforia? ¿Cuáles son los retos del feminismo en el momento actual?
Para que el movimiento feminista siga vivo es necesario mantener un movimiento autónomo desde el que se trabaje en buenas estructuras organizativas y de coordinación. Ampliar marcos y seguir tejiendo redes para lograr un movimiento más inclusivo en el que estén las mujeres que presentan realidades más precarias y de mayor exclusión social como las racializadas o las personas que están fuera del código de la heteronormatividad.
Es importante, además, dentro de nuestra realidad asturiana, construir desde la cotidianidad de las mujeres rurales y las especificidades que las caracterizan. Seguir trabajando internamente con los colectivos con más dificultades para sostener la vida como puede ser el caso de las Kellys, las trabajadoras de los servicios de atención domiciliaria (SAD) o las trabajadoras de los centros de día.
Todo lo descrito anteriormente son piezas imprescindibles para construir un movimiento potente que de la batalla en el terreno político y sea palanca para convertir prácticas políticas feministas en realidades concretas.
Uno de los mayores retos que tiene ahora el feminismo por delante es ganar la batalla cultural al nuevo gobierno socialista, un gobierno a golpe de gestos simbólicos. Estamos ya muy lejos de exigir solamente que las mujeres estén presentes como en el caso del nuevo gobierno post8M, estamos ya muy lejos de conformarnos con gestos vacíos.
Por ejemplo, por hablar de un caso concreto; violencias sexuales. En los últimos meses vivimos cómo el movimiento feminista, desde la calle y el conflicto, está consiguiendo cuestionar la cultura de la violación. Vimos cómo las mujeres salieron a las plazas de numerosos territorios asturianos contra la sentencia machista de la manada. Estamos impugnando las instituciones judiciales y el machismo que las vertebra consiguiendo por primera vez más legitimidad que estas instituciones. Además de esta batalla social que damos en la calle, necesitamos -con mucha urgencia- que todo esto se traslade en medidas concretas con dotación presupuestaria suficiente para hacer frente a este tipo de violencia desde todos los espacios y contando con todos los agentes sociales. Esperamos (después de la exigencia de miles de personas que salían a las calles el 8 de marzo) que este nuevo gobierno asuma la responsabilidad de hacerlo efectivo.
Uno de los retos presentes que tenemos es desenmascarar los gestos y ganar la batalla contra el feminismo cosmético actual. Queremos políticas feministas reales. El compromiso se traduce en dinero y recursos destinados a convertir gestos en realidades materiales. Tenemos que seguir trabajando para ir más allá y colocar el feminismo en ejes centrales que se traduzca en transformaciones sociales (amplias y estructurales).
Este 8 de Marzo existió y si cambió las cosas. Vinimos para cambiarlo todo y por eso, seguimos y seguiremos dando la batalla. No nos conformamos.